¿Qué tengo que hacer para dejar encargado mi epitafio? (y algunas ideas originales)
Un epitafio es una dedicatoria que honra al difunto y que se graba en una lápida o placa sobre la tumba
El mensaje puede ser genérico o ser abordado desde una perspectiva más original y creativa
El tiempo que se tarda en esculpirlo depende de la extensión del mensaje y de la técnica a emplear
"Perdonen que no me levante" son las palabras que, según cuenta la leyenda, dejó grabadas el genial Groucho Marx en su tumba. Es uno de los más celebres epitafios de la historia, esas palabras que algunos dejan inscritas en su lápida o sepulcro para que se les recuerde después de su fallecimiento. Es tanto una 'huella' como un homenaje con el que se honra la vida u obra del difunto. Te contamos qué trámites conlleva hacerlo.
Como curiosidad, la pabra epitafio viene del latín tardío 'epitaphium', que significa oración fúnebre, y este a su vez del griego “ἐπιτάφιος”, de ἐπι- (epi-, "al pie de") y τάφος (táphos, "tumba"). En esa inscripción se suelen recoger datos y alguna dedicatoria en memoria del fallecido. El mensaje puede ser genérico o estar abordado desde una perspectiva más original y creativa, y puede estar escrito en prosa o en verso.
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Los epitafios cortos son más efectistas, ya que pueden ser leídos por los caminantes que pasean por el cementerio. Los más sencillos contienen el nombre del fallecido, la edad y la fecha de la muerte. El mensaje puede haber sido dictado por la persona fallecida antes de morir y presentarse como una de sus últimas voluntades. Pero también, cuando el fallecimiento es inesperado, puede ser un homenaje de la familia.
Una tradición muy arraigada
En las civilizaciones antiguas recogían una oración dedicada alguna deidad para que protegiera al fallecido en el otro mundo. De hecho, en el antiguo Egipto se utilizaban en las tumbas de los muertos como parte del ritual funerario y como guía para la otra vida. Con el cristianismo, empezaron a tener una connotación más religiosa, pero a partir del siglo XVIII tomó un cariz más intelectual que ha pervivido hasta nuestros tiempos.
En países de tradición católica, como el caso de España, es habitual que recojan alguna advocación a un santo o Virgen. También son frecuentes las frases con algún texto religioso, y no solo de la Biblia, sino también del Corán, los libros canónicos del Budismo, el Talmud o el Misnah.
¿A quién podemos solicitar un epitafio?
Lo más habitual es solicitar directamente el epitafio a la funeraria que se encargará de reunir todos los servicios concernientes al entierro o la incineración, aunque también se puede contactar con algún fabricante de lápidas que pueda darnos un precio para acometer el encargo.
El tiempo que tarden en esculpir el epitafio dependerá de la extensión del mensaje que se quiera incluir y de la técnica a emplear. Para dejar grabado el epitafio se suelen emplear normalmente el chorro de arena y el láser. Lo normal es que la lápida pueda estar lista entre una y cuatro semanas después del encargo.
Los epitafios más curiosos y originales
Dentro de lo serio que es morirse, hay maneras de abordar esta cuestión desde un ángulo original, sarcástico y creativo, poniendo humor (negro) allí donde debería haber tristeza. El de Groucho, ficticio o no, es un gran ejemplo. También el de Mario Moreno 'Cantinflas, que murió en abril de 1993 y que mandó poner "Parece que se ha ido, pero no es cierto", o el de Leslie Nielsen, en cuya lápida se lee 'Let'er rip', una frase que en su traducción urbana significa algo así como "déjalo salir" o "tirate un pedo", en referencia a una habitual broma escatológica suya.
En la lápida del cineasta Billy Wilder se puede leer "Soy escritor, pero claro, nadie es perfecto", que es precisamente, un homenaje a la última frase de su icónica 'Con faldas y a lo loco'. En la de Frank Sinatra se puede leer "Lo mejor está por llegar", mientras que en la de la escritora y poeta Dorothy Parker se lee un irónico: "Perdonad el polvo".
Más misterioso es el epitafio del poeta y escritor Edgar Allan Poe, recogiendo las palabras "Dijo el cuervo: Nunca más” de su famoso poema. Y en el territorio de la leyenda, porque no hay prueba física de ello, se inscribe el atribuido al compositor alemán Johann Sebastian Bach, que no tiene grabado en su lápida “Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga”.