Llegó muy cerca de la cumbre. Su cumbre: ser Secretaria General de la Organización de las Naciones Unidas. Muy cerca es segunda. Le ganó un hombre, António Guterres, en una elección en la quienes se disputaban el puesto por primera vez era una mayoría de mujeres. Siete contra seis. Ese día, Susana Malcorra comprobó que no alcanzaba con el mérito, aunque eso lo había tenido claro desde que buscó su primer trabajo, a los veintipocos. Con su título de ingeniera electrónica y unas excelentes referencias llegó lejos en un proceso de selección para una importante empresa. Pero le dijeron que no y la razón, sin matices: porque eres mujer.
Susana Malcorra nació en Rosario, Argentina, en 1954 y alcanzó el reconocimiento internacional como diplomática cuando se convirtió en jefa de Gabinete de las Naciones Unidas, por entonces al mando de Ban Ki-moon. En 2015, un llamado la devolvió su país: el presidente la nombraba ministra de Relaciones Exteriores y Culto. Con la misión de “abrir la Argentina al mundo”, tejió lazos con las principales potencias al tiempo que promovía su candidatura para reemplazar al Secretario de la ONU, ese lugar que finalmente no consiguió. En 2017, su marido enfermó y tuvo que reencontrarse con él en Madrid. Presentó su renuncia al gobierno argentino y desde entonces vive en tierras españolas. ¿Una persona poderosa que deja su lugar para ocuparse de cuidar es siempre una mujer? ¿Haría lo mismo un canciller?
Como buena ingeniera, Susana tiene para estas cuestiones complejas una respuesta simple: “La familia es parte del poder que uno tiene. Y si no se entiende de esa manera, se malentiende”.
-¿Cómo has vivido el hecho de tener que poner en pausa tu carrera en aquel momento?
-Vine para acá por razones personales. Mi marido estuvo aquí durante todo el tiempo que yo estuve en Naciones Unidas y en Argentina, así que ya era tiempo de reencontrarnos. Por otro lado, yo creo que la concepción del poder tiene que ser una concepción que abarque todos los aspectos. La familia es un proyecto totalmente compartido. Es parte del poder que uno tiene y si no se entiende, se malentiende.
-¿Cómo fue ese momento de renunciar?
-Dejé el Gobierno por razones personales, por razones familiares, y lo hice con la más profunda de las convicciones, sintiéndolo muchísimo, porque también fui con mucha convicción a asumir la responsabilidad de canciller, porque me parecía que era un sitio desde el cual yo podía contribuir a la Argentina. Yo no hubiera aceptado ninguna otra posición en el gobierno porque me parece que era la única en la cual estaba realmente capacitada. Era para ofrecer mi experiencia y mis conocimientos del mundo desde la perspectiva de la Cancillería. E hice lo que creo. Le prometí en su momento al presidente Macri abrir las puertas de la Argentina y las puertas para la Argentina en el resto del mundo. Y creo que se hizo mucho. Es un camino que siempre te quedan cosas por hacer.
-¿Crees que un hombre dejaría el poder para dedicarse a los cuidados?
-Me parece que mi decisión muestra una forma de ver y de manejar el poder que es muy importante, en donde los valores y las cosas en las cuales uno pone su libido son muchas, son muy amplias. Y me parece que esto no debiera ser un tema de mujeres, debiera ser un tema de personas.
-En un supuesto caso de vuelta de Mauricio Macri como presidente, ¿volverías a ocupar el lugar de Canciller?
-No hago hipótesis sobre el futuro. Aprendí hace mucho tiempo lo de nunca digas nunca, porque no se sabe. Yo creo que tengo ahora capacidad para contribuir y contribuir desde otro lado. Y me parece que hay que dejar espacio a la gente que viene detrás. Esa es otra característica muy importante que nos diferencia a las mujeres de los hombres y que tenemos que resaltar: no necesariamente nos abrazamos al poder hasta que nos tengan que echar. Hoy uno puede ejercer el poder de distintos sitios, desde distintos roles y de distintas formas. He encontrado un espacio en el cual puedo tener un impacto, porque para mí eso es lo importante.
El espacio que menciona Susana se llama GWL Voices for Change and Inclusion, y es una organización fundada por Susana junto a dos de las otras mujeres que le disputaron el poder a Guterres en aquella ocasión: Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda e Irina Volkova, ex ministra de Relaciones Exteriores de Bulgaria y ex directora general de UNESCO. Su misión es crear una red de mujeres líderes con agenda multilateral y de género. Hoy ya son 65 colaborando de distintas maneras y mano a mano con Naciones Unidas. “Hemos influenciado silenciosamente. En algunos casos no tan silenciosamente. Hemos trabajado mucho en el tema de las mujeres afganas cuando necesitaban ayuda para salir. Hemos hecho un recorrido, pero nos queda un enorme camino por delante”, explica.
-¿Qué dice de nuestra sociedad que no haya habido en 75 años una Secretaria General de la ONU?
-Que todavía hay un freno. Pero yo he decidido hablar de la próxima Secretaria General, es decir, ya asumir que la próxima Secretaria General vendrá cuando el actual deje sus funciones. No hablar de la posibilidad, sino hablar definitivamente de que será mujer. Creo que es algo que nos debemos las mujeres. Ya no tenemos que pedir permiso, sino tenemos que decir: a los 80 años de Naciones Unidas, la próxima secretaria general encabezará la transformación que corresponde al siglo XXI.
-¿Cuál es la diferencia en la forma de ejercer el poder de hombres y mujeres?
-Está estadísticamente demostrado que cuando hay mujeres en las mediaciones y en las negociaciones de resolución de conflictos, las soluciones se mantienen por más tiempo. Es decir, la participación de la mujer hace que sean más estables las soluciones que se logran, porque la mujer tiene en general una visión más holística de los problemas. Y está absolutamente subrepresentada en las mesas de diálogo. Nos rasgamos las vestiduras por lo que está pasando con las mujeres en Afganistán. ¿Qué nos sorprende si no había mujeres negociando? Que no haya mujeres muestra la total incapacidad para entender las complejidades de los temas que tenemos entre manos. Y ojo, que yo no quiero simplificar acá. No todas las mujeres tienen el mismo estilo de liderazgo. Ni todos los hombres son negados a una visión más holística. Si de los 193 países que están en las Naciones Unidas logramos que la mitad estén liderados por mujeres, hay más probabilidades de que se encuentren soluciones más creativas y menos testosterona en las discusiones.
-¿Cómo hacemos para interpelar a los hombres y que “voluntariamente” decidan darnos ese espacio?
-Bueno, en primer lugar, por eso hablo de poder, porque esto, no nos engañemos, no es que me gusta, no me gusta. Hay que ceder. Con una participación equitativa vamos a tener un mundo mejor y una torta más grande para repartir. Esto no es que si los hombres pierden, las mujeres ganan, no es así. Lo ha dicho el Fondo Monetario, lo ha dicho el Banco Mundial, lo han dicho en Davos, si las mujeres estuvieran plenamente activas en la economía del mundo, el PBI del mundo crecería. Pero como esto no es voluntario, hay que lograr imponer políticas propositivas que hagan que la mujer se le facilite el acceso.
-Hay quienes cuestionan que el cupo es menos meritorio…
-Yo creía firmemente que el mérito era suficiente. Hasta que aprendí. Yo creo que el mérito es necesario, pero no es suficiente. Creo que las cuotas hacen que las oportunidades sean mayores. Y para mí la cuota es 50%. Pero bueno, progresivamente aunque sea. Estar en los parlamentos, en las listas de la representación política, en los directorios, en los boards de las empresas, en los consejos, no hay ninguna razón objetiva para que esto no pueda hacerse y es lo que tenemos que implementar. Por eso es importante la presencia de Naciones Unidas para inducir estas cosas..
-¿Cómo ves que dentro de los movimientos de ultraderecha que están ahora cobrando fuerza en Europa, algunas de las líderes como Georgia Meloni o Marine Le Pen en Francia sean mujeres justamente con discursos que van en contra de muchos de los derechos que ya se han adquirido en esa sociedad?
-Es preocupante que haya un surgimiento de grupos ultranacionalistas, de ultraderecha, proteccionistas con visiones muy, muy hacia dentro. Eso es muy preocupante y no pasa en Europa solamente, pasa en el mundo. Pasó en Estados Unidos con Trump. Y no está dicho que no vuelva a pasar en Estados Unidos. Y pasa en otras partes del mundo. Esto es el reflejo de una reacción de la sociedad contra la democracia, donde muchos ciudadanos sienten que la democracia no está resolviendo sus problemas. Problemas que son muy difíciles, muy complejos y que de repente surgen estos líderes carismáticos que con el largo de un tuit, dan respuesta a problemas que necesitan muchísima elaboración. Hay un tema estructural preocupante que va más allá del liderazgo de las mujeres. Pero mujer no necesariamente significa tener una visión feminista de la realidad. Cuando estos grupos argumentan que el derecho de la mujer se enfrenta con el derecho de la familia, eso es absolutamente terrorífico. Y hay mujeres que son capaces de llegar al liderazgo usando esa narrativa. Es muy serio, muy delicado y es algo que tenemos que trabajar siendo capaces de construir para la sociedad es para los ciudadanos soluciones desde una visión distinta, que es la visión del todo.
-En ese sentido, sigue pasando que las mujeres sufren discriminación en roles laborales por ser mujeres, por la posibilidad de quedarse embarazadas, y la falta de una legislación que permita la conciliación.
-Bueno, definitivamente eso te muestra cuánto nos queda por recorrer. Y eso me lleva al rol de los parlamentos, que tienen que llevar a la práctica política el acceso del hombre a la familia. Que las ventajas y facilidades existan, porque hay muchos hombres que están dispuestos a compartir. Que haya una una red de apoyo a la familia que haga que se pueda dejar los niños de manera segura, que se pueda optar entre dejar a los niños en un sitio o tener una ayuda en la casa. Y todo eso sólo se puede hacer si el Estado interviene. El Estado no puede estar ausente. Por eso es tan dramática esta visión del derecho de la mujer versus el derecho a la familia. Porque el derecho a la mujer y el derecho a la familia son lo mismo.
-¿Cómo ha sido en tu caso conciliar con la familia y cómo lo haces hoy?
- Yo he tenido la gran suerte de tener una pareja que es feminista desde el día cero así que eso me ha facilitado muchísimo, muchísimo, la vida. He tenido apoyo familiar, mi madre ha sido un apoyo muy importante. Y luego, logística: tienes que manejar los horarios, los tiempos, las reuniones. Sí terminaba pasando que me relegaba a mí misma. Y sí, las cosas que más me interesaban eran las que quedaban allá atrás. Pero este todo lo que hice lo hice con total convicción y lo he disfrutado.
- Hay muchos frentes abiertos en la agenda feminista. ¿Cuáles son las urgencias?
-Desde GWL Voices velamos muchísimo por los lugares donde están las mujeres menos favorecidas. Trabajamos muchísimo en visibilizar aquellos problemas. La tenencia de la tierra, por ejemplo. Este es un tema que no existe en España. La tenencia de la tierra es una de las grandes dificultades que tienen las mujeres en muchos países, sobre todo en África o en los países árabes. La mujer no tiene acceso al crédito, no tiene acceso a la posibilidad de desarrollarse. Te doy ese ejemplo porque me parece que suena como como de otro planeta, que la mujer no puede tener acceso a una cuenta corriente, a una cuenta bancaria, que la mujer no pueda salir a la calle sola, o que si sale a la calle sola tenga miedo de volver porque puede ser atacada y puede ser objeto de violencia. Eso pasa todos los días. Que la mujer sea mutilada sexualmente. Que la mujer no pueda educarse.
-¿Qué se puede hacer para combatir estas cuestiones? ¿Por dónde se empieza?
-Lo que lo que tenemos que hacer es visibilizar permanentemente esas cosas y hacer que se vuelvan inaceptables. Y que se vuelvan inaceptables no para las mujeres solamente, que se vuelvan inaceptables para las sociedades en las cuales están.
-Has fundado GWL Voices a tus 65. ¿Te preocupa el paso del tiempo o siempre se puede aprender y emprender?
-Es que todos los días hay que aprender, ahora más que nunca con la enorme velocidad de cambio que tiene el mundo. Es fundamental. Aprender todos los días significa no sólo reinventarse sino rejuvenecerse y usar las neuronas. Yo no siento el peso del tiempo, tampoco lo niego. No trato de parecer una jovencita que no soy. Creo muchísimo en la gente joven. Una de las cosas que nosotros tenemos, como GWL Voices, es toda una línea de trabajo que se llama Her turn, su turno y está dedicada a diálogo intergeneracional, a mentoring, a trabajo con chicas jóvenes. Si vamos a trabajar por un futuro mejor, tenemos que escucharlas y eventualmente ser escuchadas para aportar. Desde donde estoy hago todo el aporte que puedo que, obviamente, mucho de eso viene de mi experiencia, pero también reconozco ciertas limitaciones que la edad de repente te va a plantear como viajar mucho, por ejemplo. Por eso se necesitan los jóvenes, pero también los de mediana edad y se necesitan los grandes.
-¿Te gustaría que salga la próxima Secretaria general de la ONU de este grupo?
-Este grupo no está promocionado a ninguna candidata en particular. Nosotras hablamos de la próxima Secretaria General. Hay en este grupo mujeres que pueden aspirar a ese rol, sin lugar a dudas. Pero no somos un grupo de lobby por miembros de nuestro grupo. Nosotros somos un grupo que cree que la próxima secretaria general es lo que corresponde. Y vamos a trabajar para que así sea con profunda convicción.