Opositar a los 50: "Ya no te pones nervioso, la edad ayuda a relativizarlo todo"
La situación actual ha animado a muchos uppers a buscar en el funcionariado la estabilidad perdida
Elena (52) y Eugenio (57), ambos opositores, nos cuentan las dificultades que encuentran y cómo las han solventado
Los expertos coinciden: la capacidad de aprender no se deteriora con la edad
Prepararse unas oposiciones a la Administración del Estado es una tarea ardua y exigente para cualquiera; pero a partir de los 50 años las dificultades se multiplican. En la edad madura, de los hábitos de estudio no queda más que un vago recuerdo; es posible sentir que las ideas ya no se fijan en el cerebro tan fácilmente como antes, y altamente probable que obligaciones familiares (hijos, padres a los que cuidar) y preocupaciones económicas enturbien la necesaria concentración. Claro que también hay ventajas: la experiencia de la vida nos ayuda a enfocarnos en lo esencial, los conocimientos adquiridos a lo largo del tiempo pueden resultarnos útiles y tenemos la cabeza más ordenada.
Según la plataforma OpositaTest, la edad media de las personas que se presentan a una oposición en España aumentó en 2020 de 34 a 39 años; los mayores de 50 años representan el 7%. En la última década, las academias especializadas han visto cómo sus aulas empezaban a acoger a muchas personas de más de 45 años, según reveló la Confederación Española de Empresas de Formación a El País. Tiene explicación: sucesivas crisis, EREs y ERTEs han mandado al paro a gran cantidad de uppers, que han optado por reinventarse, buscando en la estabilidad del empleo público el medio de pagar hipotecas y sacar adelante a sus familias. Estas personas han perdido un trabajo vocacional para ponerse a estudiar algo que quizá ni siquiera les gusta.
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"Lo coordino como puedo"
A Elena (52) la despidieron en 2017 del laboratorio farmacéutico en que trabajaba como asistente de dirección. "Emprendí la búsqueda de un nuevo empleo, pero cuando vi que el mercado laboral era muy cerrado para la gente de más edad, me vino a la mente la idea de prepararme unas oposiciones", explica. Actualmente aspira a un puesto en la Administración de Justicia.
Como no sabía por dónde empezar, se matriculó en una academia. "Fue de gran ayuda", señala. "Allí me aconsejaron que estableciera una rutina. Lo primero que hice fue buscarme un espacio para estudiar, porque mi casa no era adecuada. Escogí una biblioteca cercana. Iba todos los días en un mismo horario". Una serie de imprevistos pudieron arruinar su empeño. Primero, tuvo que dejar su casa e irse a vivir con su madre; después, la pandemia clausuró bibliotecas y tuvo que reubicar su lugar de estudio en el domicilio materno; se retrasó la fecha del examen (que a día de hoy no se ha reprogramado); por último, el covid, del que se infectó, la postró en cama un mes. "Me dio fuertecito", dice. "Me voy adaptando a lo que surge".
De modo que ha tenido que reaprender a estudiar al tiempo que se sobreponía a las vicisitudes. "Tardé un tiempo en centrarme y organizarme", admite. "Cuando tenía mi casa, debía ocuparme de la limpieza, de hacer las comidas… Al principio me costaba mucho concentrarme: hacía años que no estudiaba. Poco a poco fui acostumbrándome a estudiar cinco o seis horas al día, con descansos: hay que escuchar a tu cuerpo. No me ha ido mal, en el sentido de que he hecho muchos progresos".
En un primer momento Elena llegó a preguntarse si era demasiado mayor para volver a hincar los codos. "Se me olvidaba todo lo que estudiaba, y creía que era por mi edad. Pero cuando descubrí que a mis compañeros de la academia, todos más jóvenes, también les pasaba, se me quitó el complejo. No era por la edad, sino porque es así. Le ocurre a todo el mundo".
Con la edad no perdemos capacidad de aprender. Un estudio publicado en la revista científica PloS One en 2015 comparó la habilidad en el aprendizaje de dos grupos de personas: en uno la edad media era de 24 años; en el otro, de 66,5. Los investigadores de la Universidad de Iowa (EEUU) comprobaron que "los adultos mayores demostraron un rendimiento más bajo (tiempo de reacción más lento y menor precisión)", pero "mostraron tasas de aprendizaje similares en comparación con los adultos jóvenes". A resultas de lo cual, concluyeron que "la capacidad de adquirir conocimiento no se ve afectada en gran medida por el envejecimiento cognitivo".
La edad ha tenido un efecto mayor en Elena en el plano físico que en el intelectual. "Me canso más que de joven, pero a nivel académico no he notado mucha diferencia", dice. "A nivel corporal sí. Aguanto menos horas sentada. Lo compenso yendo al gimnasio dos o tres días a la semana, y, tras pasar el covid, caminando una hora al día. Las cargas familiares pesan: el año pasado perdí prácticamente dos meses cuidando a mi madre tras someterse a una operación de cadera. Pero son cosas inevitables. Lo coordino como puedo", asegura. La madurez aporta serenidad. "Ya no te pones nervioso por estas cosas. La gente de mi academia estaba verdaderamente nerviosa; sin embargo yo siempre he conservado la calma, porque la edad, el haber vivido muchas cosas, te ayuda a relativizarlo todo".
Esa oportunidad de aprender cosas nuevas Elena la encuentra enriquecedora. "Creo que me está aportando mucho —sentencia—, no solo por el posible puesto de trabajo que pueda tener el día de mañana; también por los conocimientos".
"Te cuesta un mundo volver a estudiar"
Toda la disciplina de la que hace gala Elena le falta a Eugenio (57), quien, básicamente, estudia cuando puede. "Soy un poco anárquico", reconoce. Periodista cántabro, siempre desarrolló su carrera profesional en Madrid, pero cuando hace dos años se quedó sin trabajo regresó a la casa familiar en Santander, donde se dedica sobre todo a cuidar de su madre. Sus hermanos le animaron a que opositase, y él, entre presionado y consciente de que no tenía muchas más opciones, recogió el guante.
"Por un lado tienes la propia experiencia de tus conocimientos vitales, pero por otro resulta más difícil", dice Eugenio. "El principal problema a la hora de opositar a partir de los 50 es que te cuesta un mundo ponerte a estudiar otra vez. Adquirir el hábito de estudio con estas edades se torna mucho más complicado, máxime cuando te presentas a una oposición que no está relacionada con lo tuyo, y lo haces porque tienes problemas para encontrar trabajo y no te queda otra".
Culturalmente inquieto —muy leído, cinéfilo, melómano, amante de la Historia—, a Eugenio, que opta a un puesto de administrativo, se le atraganta la rigidez de las materias. "Generalmente el temario es un coñazo", se queja. "El 80% de los conocimientos que debes aprender es irrelevante. ¿Qué es lo triste? Que tienes que empollártelo como si fuera la guía telefónica. Fíjate tú qué interés tiene eso: cero. La mayoría de temarios son plúmbeos, pastosos, intrascendentes y muy poco relacionados con aquello en lo que uno ha trabajado. Es diferente a cuando estudiabas de joven, porque no puedes hacerte resúmenes ni esquemas. En este caso, si una ley tiene 150 artículos, ¿qué vas a resumir?".
"Es muy cansado", continúa. "A la hora de adquirir conocimientos uno está más a gusto estudiando Historia, Filosofía… Ese tipo de cosas son mucho más gratas que un temario con leyes infumables, algunas con 150 artículos con sus respectivos desgloses. Si intentas entender las cosas puedes llegar a enloquecer, con lo cual al final lo único que te queda es intentar memorizarlo. Porque en el examen, las cuatro respuestas son muy parecidas, y solo varía un sustantivo, un adjetivo o una conjunción; un 'que'. Lo que se busca en las respuestas es la literalidad de la ley; que la hayas entendido o no es secundario. Eso es lo triste: no importa que entiendas el concepto, sino que te lo aprendas como un papagayo. Pero es la única manera de meter la cabeza".
Pese a todo, ampliar ciertos conocimientos es también para él lo mejor de prepararse para ser funcionario. "En la mayoría de oposiciones te obligan a estudiar la Constitución Española. Y te das cuenta de que fue un trabajo muy bien ensamblado, donde hubo implicadas mentes de diferentes ideologías, y que aunque tiene algunos flecos sueltos, está en general muy trabajada y debería ser obligatorio que todo el mundo la estudiara".
Cuidar de su madre, encargarse del mantenimiento de la casa, tratar de visitar a su hijo, que vive en Madrid…, son factores que impiden a Eugenio consagrarse al proyecto a jornada completa. "Estudio por la noche. Es cuando encuentro más tranquilidad. Trabajé muchos años como editor de cierre en varios periódicos, y estoy acostumbrado. Le saco más partido a la noche, también porque se ha acostado ya mi madre. Si por el motivo que sea dejo de estudiar una serie de días, regreso poco a poco; no puedes pegarte un atracón de cinco horas seguidas para compensar. Pero cuando retomas el ritmo, está claro que debes meterte jornadas de cinco, seis o siete horas si quieres dominar los temarios".
Como en el caso de Elena, la fecha de su oposición se ha pospuesto sine die por la pandemia, lo que supone un contratiempo adicional. "Eso influye en el opositor —dice Eugenio—, que inconscientemente puede caer en la relajación. Saber cuándo te vas a presentar viene muy bien para organizarte mejor. Además, durante la pandemia no puedes irte a estudiar a una biblioteca. A veces el problema que tienes es el pánico de dedicar tantas horas en tu propia casa. Venía muy bien hacerlo en una biblioteca donde estás más centrado, porque vas a lo que vas. Encuentras un entorno mucho más tranquilo y puedes estar cuatro horas seguidas sin que nadie te moleste".
La "superventaja" de los 50
Las dudas que un senior puede albergar acerca de su capacidad para superar una oposición no son sino trucos de la mente para curarse en salud. Fran Jódar, psicólogo del Departamento de Justicia de la Generalitat de Catalunya (fue el número uno de su convocatoria) y autor del libro 'Técnicas de alto rendimiento para aprobar una oposición', lo denomina el síndrome del opositor. Es común a una gran parte de aspirantes a funcionarios, sea cual sea su edad; los más jóvenes lo expresan de una forma, y los maduros apelando a una supuesta desventaja intelectual.
"Todos, independientemente de nuestra edad, siempre buscamos el camino fácil para conseguir las cosas", aduce Jódar. "Y para ello exploramos atajos, caminos para lograr resultados con el menor esfuerzo. En ese sentido, una persona de 50 va a tener las mismas dificultades que una que tiene 25: va a querer evitar la disciplina, el sacrificio… Para ello, se dirá que ha perdido memoria, que su cerebro ya no funciona como antes, que no va a tener tiempo… Lo que le sirve para boicotearse a sí mismo".
El psicólogo recuerda que los efectos visibles de la pérdida de memoria no empiezan a manifestarse hasta los 65 años, como ocurre también en la musculatura, la estructura ósea… Pero incluso eso se puede revertir. "Si cambias tu estilo de vida, mejora. De modo que la base para estudiar una oposición se puede cultivar con dieta, ejercicio físico… Este último está demostrado que aumenta la regeneración de neuronas en el hipocampo, lo que ayuda a la consolidación de información".
Tampoco es válida la excusa de que hemos perdido el hábito de estudio. "Sería exactamente igual que recuperar el hábito de hacer deporte", apunta el experto. "Actualmente la gente está más concienciada de la importancia de hacer ejercicio y cada vez encuentras más personas de mediana edad practicándolo o llevando dietas más saludables. Los cambios conductuales cuestan los tres primeros meses. A los seis, si has sido persistente en la consolidación de un hábito, se perciben los cambios de una manera notable. Si le das a tu organismo una práctica continuada, no va a ser difícil retomar el hábito".
Incluso las cargas familiares pueden convertirse en un acicate. Así lo explica Fran Jódar: "Son fuentes de sufrimiento, no hay duda, pero el dolor es una energía y si focalizamos esta hacia un plan de acción, ese sufrimiento es el motor para hacer un cambio en tu vida. Si comprendes que estás haciendo lo correcto para combatir esas fuentes de estrés, entras en un estado de calma propicio". Además, los jóvenes quizá no tienen que preocuparse de cuidar a hijos o atender a padres, pero tienen otras causas de desasosiego, "como la inseguridad o el llevar muchos años seguidos estudiando", añade el psicólogo.
De hecho, los uppers disponemos de lo que Jódar llama "una superventaja" con respecto a los veinteañeros: "A los 50 se posee serenidad en relación con las necesidades imperiosas que nos acometen de jóvenes: forjarnos una identidad, buscar reconocimiento social, encontrar pareja, divertirse… Esto, que lleva a tomar decisiones impulsivas e irracionales, boicotea mucho a las personas de entre 25 y 35 años. Una persona madura tiene la ventaja de que ya tiene consolidado su proyecto de vida. Le veo más ventajas precisamente por eso".
Todo esto se traduce en una serie de sencillas pautas que pueden poner al opositor maduro en el camino del éxito. Una de ellas es entrenar la mentalidad. A través de lo que se conoce como síndrome del experto, es posible que sintamos que estamos de vuelta de todo; que ya no nos queda nada por aprender. Craso error. "Para alcanzar el éxito hay que tener lo que la psicóloga estadounidense Carol Dweck denomina una mentalidad de crecimiento, que es lo contrario de la mentalidad fija". Es decir, abrir la mente a lo desconocido y recitar internamente aquello del "solo sé que no se nada".
También, y muy importante, congraciarse con la dureza del plan. "Hay que abrazar la incomodidad como estilo de vida", aconseja el psicólogo. "Debes mentalizarte de que durante todo el proceso nada va a ser fácil, aceptarlo y no quejarte ni ponerlo como excusa. Llevar a cabo una planificación de una manera férrea y estricta: solo tienes que sacar tres horas al día. Si tienes hijos, puedes sacar dos horas por la noche y una por la mañana, antes de que se levanten. Unas 20 horas a la semana, durante dos años, te lleva a 2.000 horas de estudio, con las que un temario de nivel A (cien temas) se puede aprender con solvencia. Eso implica renunciar a cosas que hacías antes: si sigues haciéndolas, evidentemente te va a costar trabajo. Pero, en realidad, está al alcance de todo el mundo".