No hay saludo más certero que un apretón de manos. Con la mano blandengue revelamos un carácter indeciso y poco resuelto. Si la mano es firme, manifestamos determinación. Si la desplegamos sudorosa… mal asunto. El beso es otro cantar. El Ministerio de Igualdad lo ha incluido en su protocolo de prevención y actuación frente al acoso en el ámbito laboral. Y el dictamen es inequívoco: los besos, aunque sean protocolarios, se considerarán "no deseados". Existe además un nuevo movimiento sociológico, con reflejo en redes sociales y entornos laborales, para que, aprovechando los nuevos hábitos de distancia de la pandemia, se dejen de usar definitivamente en el trabajo.
Los besos no deseados, igual que los abrazos o el acercamiento físico excesivo se han incluido en este protocolo en la categoría de comportamientos que deberían ser denunciados. Para ello se ha propuesto un mecanismo confidencial que activará una investigación interna en la empresa. La instrucción estará en manos de un comité especializado, formado por miembros de la dirección y representantes de trabajadores, con el fin de prestar declaración y recabar pruebas o versiones.
El objetivo es que en 30 días las empresas resuelvan las denuncias que reciban por acoso. Si se determina que hubo tal y en función de su gravedad, se podría obligar al acusado al "traslado, desplazamiento, cambio de puesto, jornada o ubicación" e incluso la suspensión de empleo y sueldo, la limitación de ascenso o un despido disciplinario.
¿Cómo recibimos la medida en el país más besucón?
Los besos laborales están ya en desuso y la pandemia está ayudando a naturalizar otros tipos de saludo sin contacto. Es lógico pensar que de forma espontánea se va a quedar así. Pero no olvidemos que en tiempos prepandémicos éramos los más besucones. Para el 64% de los españoles era su forma de saludo en las reuniones de trabajo, muy por encima de nuestros vecinos europeos, de acuerdo con un estudio de London City Airport.
Los suizos, por ejemplo, se quedaban en un 9%, aunque en este caso su saludo se compone de tres besos. En España, el 9% lo hacía por costumbre y el 12% con la intención de crear un ambiente más distendido. El mismo porcentaje ya declaraba entonces sentirse incómodos con esta práctica. La encuesta destapó otros aspectos más detestables que los besos, como los malos modos, el mal olor corporal o la impuntualidad.
Hoy la prudencia con los besos va más allá de la higiene. ¿Nos acostumbraremos al apretón de manos? A Tomás, directivo de una marca de automóviles de 46 años, la idea le supone un enorme alivio. "Mi profesión me obliga al trato directo y continuo con clientes y colegas y el momento de saludo o despedida siempre es muy embarazoso. Tenemos la cultura del beso y enseguida arrimamos la mejilla. Ocurre con frecuencia que cuando uno acerca la cara, el otro ya ha extendido la mano. Si instauramos definitivamente el apretón de manos vamos a evitar más de un mal rato. Entiendo, además, que abandonar el beso social es una forma de reivindicar una igualdad real en la vida laboral y social".
Beso entre hombres en ambientes más liberales
Estela tiene 53 años y es abogada. "En nuestra profesión -explica- siempre hemos saludado con la mano o una leve inclinación de la cabeza, como los japoneses, sin que importe si estamos ante un hombre o o una mujer. Con la pandemia la costumbre es un simple gesto cortés o más o menos afectuoso, vivo o expresivo, según el contexto o la confianza con esa persona. En la abogacía la distancia corporal no es nada nuevo".
No obstante, reconoce que los españoles somos muy besucones, incluso entre hombres, sobre todo en ámbitos más creativos o artísticos. Pone como ejemplo a su hijo, de 23 años, diseñador de interiores. "Es otro modo de diluir las barreras de género y, dado el fuerte arraigo no debería castigarse, si no dejar que evolucione de forma natural, como está ocurriendo".
Cautela en los profesionales del Derecho Laboral
El abogado Enrique de los Santos, experto en Derecho del Trabajo y relaciones laborales en Labe Abogados, valora positivamente "las políticas que tienen como fin informar, sensibilizar, prevenir y atajar la desigualdad y la violencia de género en el ámbito laboral. Las empresas están muy sensibilizadas y la cultura en el ámbito laboral ha ido evolucionando de manera natural".
El texto permitirá precisar las conductas que se entienden como punibles, pero el problema, según indica, va a ser la prueba: "Habrá que identificar en cada caso si estamos ante una conducta de acoso o discriminación por razón de sexo. Si la única prueba del acoso es el testimonio de la acosada, generará dificultades procesales y probatorias. Va a ser complicado, aunque no creo que el saludo con dos besos, cada vez más en desuso, vaya a generar muchos conflictos en las empresas. Son muy poco frecuentes".
El texto, de cincuenta páginas, se ha presentado como una guía para las compañías, independientemente del número de trabajadores, con el objetivo de identificar las conductas constitutivas de acoso en sus distintas modalidades e implantar un procedimiento "sencillo, rápido y accesible de queja o denuncia".
En todo caso, De los Santos opina que será necesario valorar el contexto y estudiar "si hubo algún antecedente de insinuación sexual, proposición, hostigamiento, bromas o comentarios insinuantes u obscenos, teniendo en cuenta que cualquier comportamiento que tenga que ver con el hecho de ser mujer podría atentar a la dignidad de la víctima".
Por otra parte, al abogado le preocupa especialmente el respeto del principio de presunción de inocencia del supuesto acosador o acosadora, aunque teme que dicha presunción podría quebrantarse si, como advierte el mismo texto, "debe mantenerse un enfoque de género". Cree igualmente que habrá que ser muy cuidadosos en la protección de la intimidad y de los datos personales de las partes implicadas.