Síndrome burnout Es posible que lo hayas experimentado aunque no sepas a qué nos estamos refiriendo. Se trata de un estado de agotamiento mental, físico y emocional causado por el estrés laboral, que a su vez viene determinado por múltiples factores. Aunque al principio afecta durante en el desempeño de la actividad laboral, una de sus particularidades es que termina trascendiendo a las esferas de la vida privada, teniendo un gran impacto posterior en el estado anímico de quien lo padece.
Su prevalencia es tan común entre la población que incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha iniciado los trámites para incluirla en su lista de enfermedades. Según datos citados por El País, hasta un 10 % de los trabajadores lo han sufrido. Como ocurre con este tipo de patologías, ciertamente ambiguas y poco definidas, uno no sabe muy bien cuándo ha tenido una mala semana y cuándo está padeciendo el burnout.
¿Cómo diferenciar cada una de estas dos situaciones? Acudimos a Patrícia Tàpia, doctora en psicología por la Universitat Rovira i Virgili (URV) para que nos comente cuáles son los rasgos que pueden identificar este problema y cómo gestionarlo de la forma menos perniciosa posible para la salud mental.
El elemento diferencial es el estrés y la cronificación del mismo. Es a partir de aquí cuando podemos distinguir un posible síndrome del trabajador quemado de un cansancio laboral puntual. "En el trabajo, la fatiga está estrechamente ligada al entorno laboral, a las demandas que exige la tarea y, por supuesto, no hay que olvidarnos que las diferencias y situaciones individuales de cada uno también influyen", argumenta la psicóloga.
La ecuación es sencilla: una determinada situación provoca estrés, el trabajador no encuentra los recursos o la forma para afrontarlo y superarlo, el estrés se prolonga en el tiempo y se termina convirtiendo en crónico. Ello provoca "signos de agotamiento", como la fatiga laboral. "Cuando el contacto con este estresor se prolonga en el tiempo, es cuando puede aparecer el burnout, resume Tàpia.
Según la psicóloga, el burnout tiene tres rasgos muy identificables: "el agotamiento, la despersonalización y la falta de realización personal". Combatir y superar la fatiga, el sentir que puede terminar desembocando en un burnout, es esencial para no llegar a padecerlo.
El síndrome no aparece de la noche a la mañana. Es el resultado de un proceso caracterizado por etapas definidas y concretas, en una sucesión progresiva de estados mentales que terminan por desarrollar serios problemas a las personas. Esta clasificación tiene su origen en un estudio de los años 80 de los autores Jerry Edelwich y Archie Brodsky, referentes en la investigación de esta patología, citados por Tàpia.
Primera etapa: entusiasmo
"El trabajador está entusiasmado, apasionado y tiene una percepción y unas expectativas del trabajo que, normalmente, son irreales e idealistas".
Segunda etapa: choque de realidad
"El trabajador se da cuenta de que esta percepción y expectativas no se corresponden con la realidad. Sus necesidades personales, profesionales y materiales no se ven satisfechas y provoca sentimientos de desencantamiento".
Tercera etapa: frustración
"El empleado se siente frustrado y desmotivado. Empeora la realización de sus tareas en la empresa y, si esto se mantiene en el tiempo, conlleva sentimientos de irritación y de fracaso, actitudes cínicas, distanciamiento social".
Cuarta etapa: burnout
"El burnout ya se establece en el trabajador provocando apatía, desesperación, sentimiento de fracaso, pérdida de autoestima y de confianza en sí mismo".
Toda esta oscilación de estados emocionales, concluye Tàpia, genera "un alto coste emocional" en las personas.
Tengo burnoutEn el entorno laboral, se suele decir que uno no debe dejar el trabajo hasta que no tenga una alternativa. Pero en el caso de los trabajadores quemados, alargar la situación puede tener consecuencias muy perjudiciales. "Lo mejor sería detener la actividad laboral de forma inmediata e intervenir para que el profesional mejore", recomienda la profesional.
Aún así, lo mejor es no tener que afrontar el síndrome, sino detectarlo precozmente y atajarlo antes de que la fatiga se cronifique. Para ello, lo más importante es conocerlo bien y actuar cuando los primeros síntomas comiencen a aparecer.