Consigue compañía y dinero extra: iniciativas seguras para compartir piso
Puedes alquilar una habitación eligiendo a tu inquilino y asegurándote el cobro
Los alquileres computan como ingresos de cara al cobro de pensiones no contributivas
También puedes compartir tu piso con un universitario mientras dure el curso
Con los precios por las nubes, llegar a fin de mes se hace difícil para muchos. Si tienes un piso y te sobra espacio, puedes aprovecharlo, sacarte un sobresueldo y conseguir compañía. Pero ¿cómo te aseguras que metes en casa a buena gente? Hay varias opciones que te aseguran ingresos extra, compañía de fiar, y si por lo que sea la cosa no funciona, volver como estabas antes.
Kuvu
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"Yo limpio inmuebles, pero con lo del Covid la cosa se puso mal y perdí algunos trabajos. Necesitaba ingresos y tenía un piso con dos habitaciones así es que decidí alquilar una, pero no quería meter a cualquiera. Quería un contrato, alguien fiable, y que pudiera echar a la persona de casa, si la cosa salía mal". Lo que buscaba Fernando a sus 59 años lo encontró en internet, se llama Kuvu, y es una iniciativa novedosa que soluciona dos problemas a la vez: de un lado proporciona ingresos, y por otro ofrece una compañía segura.
"Analizamos los perfiles y hacemos test de compatibilidad para que la persona que alquila la habitación se sienta cómoda con el inquilino. Hacemos un contrato que garantiza que si hay algún problema, la persona que alquila la habitación salga de casa. Y hacemos un seguimiento para que la convivencia vaya bien" explica a Uppers Eduardo Fierro, el emprendedor canario que ideó la Plataforma.
Kuvu cobra al propietario 35 euros al mes por la gestión, y al inquilino, el importe de una mensualidad. "El precio del alquiler lo pone el propietario, aunque nosotros procuramos que esté por debajo de los precios de mercado. De media nuestros propietarios ganan 2.900 euros al año y la media de alquiler de habitación está en los 240 euros al mes".
Está claro que el dinero no lo es todo en esta iniciativa. "Más del 20% de los mayores que entran en la plataforma son mayores, y ponen precios más bajos, porque lo que están buscando es, sobre todo, compañía, y también hay muchas mujeres que necesitan ingresos rápido y quieren seguridad", explica Eduardo.
Fiscalmente tributa como un alquiler normal, así es que computa como ingreso, lo que hay que tener en cuenta si se está cobrando una pensión no contributiva u otra prestación sujeta a un tope de rentas. "Hay muchas mujeres mayores que entran en la plataforma para ofrecer una habitación, porque con sus pensiones no contributivas no les llega para vivir, pero no pueden hacerlo porque si ingresan 200 euros al mes perderían la pensión", creemos que es muy injusto y habría que cambiar la Ley para estos alquileres sociales, se queja Eduardo Fierro.
Para Fernando, que lleva año y medio con gente en casa, es una buena solución. "Yo estoy contento. He estado seis meses con un chico muy majo que tuvo que irse por trabajo, y ahora llevo un año con Antonio, y nos llevamos muy bien. Cobro 300 euros por la habitación, menos lo que se queda Kuvu, y gracias a eso, llego mejor a fin de mes" explica Fernando.
Hogares Compartidos
A sus 70 años a Puri la vida le ha sonreído poco... hasta ahora. Un marido alcohólico que murió joven y una hija que transitó durante años por el infierno de las drogas, le pusieron las cosas muy difíciles. Cuando tocó fondo acudió a los servicios sociales de Valencia, a ver qué opciones tenía para vivir en algún lugar que pudiera permitirse con sus escasísimos recursos. La Administración no tenía nada, pero le hablaron de Hogares Compartidos, y aquello fue su tabla de salvación. "Desde que estoy aquí he rejuvenecido 10 años. Por tranquilidad, por seguridad, por compañía... Tengo más vida social de la que tenía antes. Aquí se organizan actividades, salidas o comidas en las que participa quien quiere. Ahora tengo ganas de vivir", nos cuenta Puri.
La iniciativa es un milagro de intervención social en un país en el que los programas contra la soledad son anecdóticos, y la carencia de viviendas para mayores con pocos recursos, total. La idea es simple, conseguir alquileres a bajo precio y ofrecerlos a varias personas mayores con escasos recursos y problemas de soledad para que los compartan. A partir de ahí, reconstruir la vida de esas personas, en un ambiente tutelado y seguro.
Cada uno aporta un porcentaje del alquiler en función de sus ingresos, y la organización proporciona soporte, ayuda para mantener el piso en condiciones y soluciones a los problemas que puedan surgir.
Las responsables del programa son dos mujeres con tanta vocación social como espíritu de resistencia, Pilar Pardo y Amparo Azcutia. Amparo es trabajadora social y cuenta a Uppers lo duro que ha sido sacar adelante el programa. "Estuvimos tres años sin cobrar, Pilar trabajando en otro empleo y yo cobrando el paro. La fianza del primer piso la pagamos de nuestro bolsillo. Luego hemos ido consiguiendo subvenciones y captando fondos como podemos, y así nos mantenemos. No montamos la ong por dinero, la satisfacción viene por otro lado", explica Amparo.
Por ahora el programa se desarrolla solo en Valencia, y beneficia a 48 personas. Tenemos más de 300 personas en lista de espera, pero queremos calibrar bien cómo queremos crecer", explica Amparo.
Sin ayuda de la administración
Pese a los grandes beneficios del programa, y a pesas de llevar 10 años poniendo en práctica la atención centrada en la persona tan en boga en la actualidad, los apoyos se hacen de rogar. "La administración no cede viviendas para este programa, así es que alquilamos a particulares a un precio solidario. Afortunadamente hay gente que priorizan el bien común a ganar más dinero. Los propietarios vienen a nosotros, son gente más bien humilde que entienden el fondo social del proyecto. El propietario se desentiende del inmueble, porque nosotros lo cuidamos y les garantizamos el cobro del alquiler".
Antonio tiene 70 años y llegó con lo puesto a Valencia tras separarse de su mujer. Su pensión de 710 euros le daba para alquilar una habitación y vivir muy justito, además las noches se le hacían difíciles y no quería estar solo. En Hogares Compartidos ha encontrado que "formo parte de algo, somos como una familia", explica Antonio. Comparte piso con Puri y otras dos personas y a menudo se organizan salidas o quedadas en las que participan otros compañeros de pisos compartidos. Lo que más valora es el contacto con otros. "Me siento como en casa, aquí estoy en la gloria, comemos juntos si queremos, charlamos, tomamos café... Paga 285 euros al mes más gastos de limpieza, y ni piensa en ir a otro sitio por nada del mundo "De aquí solo me sacan con los pies por delante", afirma entre risas.
De piso en piso
Otra solución para los problemas de vivienda está en Depisoenpiso.com. Esta plataforma web pone en contacto a propietarios con inquilinos. Como en las otras iniciativas hay mucha más demanda de habitaciones que propietarios que alquilen una.
La mayoría de gente apuntada son chavales que buscan habitación a precios reducidos. Los propietarios son casi todos mayores de 50 con vivienda en propiedad que buscan una forma de aumentar sus ingresos.
La plataforma se ofrece como lugar de contacto, pero no intermedia en las relaciones, así es que serán los propietarios e inquilinos los que lleguen a acuerdos de los que la plataforma se desentiende.
Convivencias intergeneracionales
Desde hace 20 años existen programas de convivencias intergeneracionales entre personas mayores y estudiantes universitarios. Los programas están supervisados por las universidades o los ayuntamientos, que gestionan las convivencias y solucionan posibles conflictos.
El funcionamiento es sencillo y se repite en todas las ciudades donde está en marcha el programa. Los mayores ponen la casa, y los estudiantes la compañía mientras duran sus estudios. De por medio, un equipo de profesionales que garantizan que la convivencia va por buen camino. Las universidades se encargan de informar a los alumnos, y los servicios sociales de las administraciones, (ayuntamientos o CCAA), a los mayores. Además, un equipo de profesionales, ya sea una ong, una fundación o un equipo propio de las administraciones, gestiona el programa.
Las normas son sencillas.
Para los mayores. Tener más de 65 años; que vivan solas; que se puedan valer por sí mismas; y que tengan una vivienda adecuada con una habitación para el estudiante.
Para los estudiantes. Convivir con la persona mayor un tiempo mínimo diario acordado; no llegar pasadas las 22 horas (la hora se acuerda entre ambos) excepto un día a la semana; aportar una cantidad para gastos generales que no suele superar los 100 euros al mes.
Es un programa que aporta muchos beneficios tanto a los mayores como a los estudiantes, pero su desarrollo es lento y no acaba de despegar. Se necesita un equipo que supervise las convivencias y es costoso de mantener.