En España el precio de la vivienda se mantiene estable, a pesar de la actual caída de la actividad residencial, que atraviesa registros de descensos de más de un 10% en las operaciones de compraventa y las hipoteca. Gracias a estos precios locos del mercado inmobiliario, son muchos los futuros inquilinos los que apuestan por una vivienda prefabricada. Es muy común el sueño de tener una “guarida” donde refugiarse en vacaciones, lejos de edificios, calles asfaltadas, contaminación y ruido de motores. El primer paso es encontrar un terreno, como ese de las películas, rodeado de pinos o al borde de una playa infinita. Después, viene la decisión más difícil: construir casa o comprar una casa prefabricada.
La elección puede bascular hacia la segunda opción por el precio. En Uppers hemos comprobado que muchos expertos aseguran que es más barato construir casa prefabricada que una de hormigón y de ladrillo al modo tradicional. Es más, ese coste inferior es uno de los bastiones publicitarios de las empresas que comercializan las viviendas prefabricadas que actualmente se instalan en nuestro país, ya sea de madera o modular en base a bloques de hormigón.
Este sector crece, pero todavía muy despacio, arañando poco mercado al método tradicional. Por poner un ejemplo, centrándonos en la construcción modular, según la Plataforma para la Industrialización de Viviendas (PIV), en España “tan solo representa un 1%, frente al 9% de Alemania, el 50% de Holanda o el caso paradigmático de Suecia, donde el 90% de las viviendas unifamiliares se construye ya con sistemas prefabricados”.
Lo habitual en España era destinar las casas prefabricadas a ocupar una parcela de un camping; modelos de madera o de PVC que no se fijan en el suelo con vistas a cambiarlas de ubicación en un futuro. Después, más aún tras la pandemia, ya se buscan mejores materiales para fijarlas al terreno, ya sean de madera o de bloques de hormigón o de estructuras reforzadas con acero, con vistas a convertirse en viviendas vacacionales o primeras residencias, sobre todo cuando la zona dispone de todos los servicios (colegio, banco, farmacia, supermercado, centro de salud, wifi…).
A su vez, la investigación va dando sus frutos y se presentan nuevas técnicas de construcción prefabricada que ya son capaces de soportar incluso parte de los desastres naturales. También van mejorando sus sistemas de aislamiento frente al ruido y las temperaturas extremas.
Este tipo de viviendas ya disponen acabados comparables en calidades a la obra tradicional, muchas presumen de una calificación energética A y además ofrecen la posibilidad de entrar a vivir en plazos de tiempo muy reducidos.
En la plataforma inmobiliaria Fotocasa publicaron un estudio que precisamente comparaba los costes que implica construir una casa prefabricada frente a una casa de obra, fechado en mayo de 2022. En primer lugar, partiendo de que todo depende de los materiales seleccionados y de los acabados finales, este portal inmobiliario apunta que, sin contar el coste del terreno, una vivienda prefabricada de 100 metros cuadrados tiene un coste medio de 700 euros el metro cuadrado, por tanto, supondría una cifra de 70.000 euros. Por su parte, apunta que el precio del metro cuadrado para la construcción de obra de una vivienda unifamiliar suele rondar los 1.500 euros el metro cuadrado, lo que se traduciría en una inversión de 150.000 euros, esos mismos 100 metros cuadrados, pero en ladrillo y hormigón.
Desde la sección de fincas y casas de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) también han hecho una comparativa entre ambos tipos de viviendas. Según publican pidieron presupuestos para la edificación de una casa prefabricada unifamiliar en un municipio de Madrid, sin embargo, concluyen que no hay grandes diferencias ente los costes medios de la construcción ordinaria, una casa de madera y otra modular.
En ambos casos, antes habría que añadir los gastos de la compra del terreno, el estudio geotécnico y el topográfico, la contratación del arquitecto para la dirección de la obra, la licencia del ayuntamiento y los impuestos correspondientes, además de la construcción de los cimientos sobre los que después se asienta la casa prefabricada o de obra.
Un factor importante también es la durabilidad de la vivienda. En cualquiera de las dos opciones, los años de vida útil de la casa dependerán de los materiales básicos empleados, al igual que del mantenimiento. Bien construida, con materiales de calidad y manteniéndola en buen estado, llegan a superar los cien años.
Sin embargo, una de las ventajas que anima a los futuros propietarios a decantarse por una casa prefabricada, ya sea de madera o modular de bloques de hormigón, son los plazos de finalización del proyecto. En un periodo de 4 a 6 meses ya es posible entrar a vivir en una de ellas a diferencia de los 11 meses y hasta 2 años que puede tardar en quedar terminada una de ladrillo. Una puntualización es que en ambos casos el tiempo se reduce o se alarga en función del estado inicial del terreno base, del diseño, del tamaño y del número de plantas de la edificación.
A todo ello se añade otra puntualización. Los proyectos de residencias prefabricadas no dan pie a modificaciones una vez se han firmado. En cambio, en una casa de obra se diseña a la medida con todo tipo de antojos y detalles. No hay modelos estándar ni catálogo disponibles. Siempre es posible adaptarse a nuevas ideas que van surgiendo, como ampliar el porche o construir un trastero aprovechando un hueco mayor de lo esperado bajo la escalera, aunque encarezca el precio final.