En España viven solas alrededor de dos millones de personas mayores de 65 años, según la Encuesta Continua de Hogares del INE. Y por muy bien que se envejezca, esta población tiene más probabilidades de caerse o tropezar debido a la debilidad muscular y la fragilidad de equilibrio propias de la edad. Aproximadamente tres de cada diez adultos mayores sufren alguna caída en el hogar. Lo peor es que el 70% de los mayores de 55 años pospone la decisión de adaptar ese hogar hasta pasados los 70, influidos por el edadismo, según el 'Primer Estudio Nacional sobre la Vivienda a partir de los 55 años', impulsado por Leroy Merlin en colaboración con el Colegio de Arquitectos de Madrid. Y no hacerlo antes es un error que se podía evitar con cierta previsión.
Muchos profesionales de la arquitectura y el interiorismo consideran que falta información sobre las necesidades de nuestro hogar al envejecer, y que hay que ir más allá de cambiar la bañera por la ducha. En esta etapa vital, nuestro entorno -entendiendo no solo el hogar, también el vecindario y la comunidad- afecta directamente a nuestras condiciones de vida, por lo que también hay que tener en cuenta aspectos esenciales como el arraigo y el bienestar. Hablamos con la doctora y antropóloga Vânia de la Fuente-Nuñez, experta en envejecimiento saludable y edadismo, sobre las capacidades de las viviendas para responder a la evolución física, emocional, familiar y social.
¿Por qué es importante contar con una vivienda adaptada cuando nos hacemos mayores?
Porque nos puede permitir continuar viviendo en casa más tiempo y hacer frente a declives puntuales o permanentes en nuestra capacidad física o mental que podamos llegar a tener. Además, las reformas del hogar pueden facilitar tareas como cocinar si tienes una cocina más a medida o enchufes que no impliquen agacharse en exceso. También, reducen riesgos para la salud como las caídas. Esto es muy importante ya que las caídas son una causa sustancial de morbilidad, discapacidad e incluso mortalidad en la población mayor.
Danos tres claves a tener en cuenta para que nuestra vivienda nos permita disfrutar de un envejecimiento activo y saludable
Primero, creo que es importante que nos proyectemos en nuestra vejez. Esto nos permitirá pensar en qué modelo de vivienda necesitaremos para ser felices y tener bienestar en esa etapa de la vida.
Segundo, planificar para llegar a conseguir la vivienda que nos permita disfrutar de la vejez. Esto puede implicar hacer reformas en nuestra propia casa, buscar otra vivienda o modelos de vivienda alternativos como el cohousing o la convivencia intergeneracional.
Tercero, buscar ayudas y programas que nos puedan ayudar a llevar a cabo nuestro plan, y, si no existen donde vivimos, luchar por que se cambien las cosas.
¿Están las viviendas en España preparadas para responder a nuestras necesidades físicas y emocionales a partir de los 60?
En muchos casos no. Date cuenta de que muchas personas mayores habitan viviendas que fueron construidas hace mucho tiempo y tienen elementos potencialmente peligrosos como baños o entradas inaccesibles, mala iluminación o alfombras. Estos elementos se llegan a transformar en obstáculos para la independencia a medida que envejecemos o constituyen riesgos que podríamos haber evitado como una caída ocasionada porque nos hemos tropezado con una alfombra o porque la luz no era la adecuada.
¿A partir de qué momento deberíamos pensar en adaptar nuestra vivienda?
Yo diría que nunca es temprano. Piensa que una vivienda adaptada y accesible nos sirve no solo cuando somos más mayores sino también en otros momentos de la vida. Si vives en una vivienda sin ascensor y tienes un niño pequeño se te hará complicado subir y bajar el carrito y esto puede afectar a tu espalda. O si te rompes una pierna mañana quizá no puedas salir de casa sin ayuda de otra persona.
¿Qué tres adaptaciones deberían ser imprescindibles para tener un hogar cómodo y seguro?
En general, las adaptaciones que se suelen considerar cuando somos mayores son de tres tipos. Aquellas relacionadas con la accesibilidad física como la inclusión de elementos de ayuda para la movilidad (por ejemplo, barreras de sujeción en las duchas y cerca de los retretes), o la eliminación de obstáculos como escaleras de ingreso a la vivienda. En segundo lugar, están aquellas que nos aportan comodidad como la mejora de la eficiencia energética con la instalación de aislamientos para evitar que entre frio en invierno o mucho calor en verano. Y, por último, aquellas relacionadas con la seguridad como la mejora de la iluminación, o la eliminación de alfombras para evitar caídas.
Los problemas en el baño se acrecientan cuando nos hacemos mayores. ¿Qué aspectos habría que considerar a la hora de renovarlo?
Hay al menos tres cosas a tener en cuenta en el baño. La accesibilidad del sitio donde nos bañamos que nos puede llevar a reemplazar una bañera con un plato de ducha. También añadir barras de sujeción en las duchas y cerca de los retretes para ayudar en la movilidad. Y pisos antideslizantes que eviten caídas y aumenten así nuestra seguridad.
¿Las modificaciones en el entorno o en los hábitos del hogar pueden tener un impacto psicológico y emocional?
Desde luego. El desorden está relacionado con el estrés crónico, la ansiedad y la depresión. La cantidad de luz que tenga nuestra casa, el color de las paredes, o la falta de espacio también influyen en nuestro estado emocional o en nuestros patrones de sueño.
¿Qué importancia tiene el barrio en el que vivimos en nuestro envejecimiento?
El entorno en el que vivimos juega un papel muy importante en nuestro envejecimiento. Y ese entorno incluye no solo el hogar sino también el barrio en el que vivimos. De hecho, el barrio puede ser igual o incluso más importante que el hogar. Por ejemplo, podemos tener un hogar adecuado, pero quizá nuestro barrio ha sufrido un proceso de declive y se ha vuelto peligroso o se ha gentrificado o sufrido un proceso de turismo masivo y las redes y servicios comunitarios que precisamos han dejado de existir o ya no podemos pagar el precio de un alquiler que no deja de subir.
El barrio y el hogar en el que vivimos también determina a qué riesgos para la salud nos enfrentamos. Si hay espacios verdes, buena ventilación en nuestra vivienda, poca contaminación, buena iluminación; fácil acceso a centros de salud; todo influye. Hay estudios que demuestran que tanto la esperanza de vida en general como la esperanza de vida sin discapacidad varían en función del barrio en el que se vivió.
Por ejemplo, uno realizado en Inglaterra mostró que, de promedio, las personas que viven en los barrios más ricos mueren aproximadamente seis años más tarde y tienen 13 años más de esperanza de vida en buena salud que las que viven en los barrios más pobres. En Barcelona, la esperanza de vida de un vecino del barrio del Raval es seis años inferior que la de otro que viva en Pedralbes. Estamos hablando aquí de importantes determinantes sociales de la salud que tienen un impacto directo en nuestra vejez.
Fenómenos como el cohousing representan una nueva forma de vivir en la madurez ¿Qué beneficios puede reportar esta opción?
Este es un modelo de vivienda bastante popular en países como Dinamarca y que va cogiendo fuerza también en España. No es otra cosa que una vivienda colaborativa en la que habitan un grupo de personas. Estas personas comparten unas zonas comunes, pero cada uno tiene luego su habitación o apartamento, dependiendo del modelo. Muchas veces surge como un proyecto entre amigos o conocidos que se plantean una convivencia en el futuro. Es verdad que este modelo puede ayudar a hacer frente a la soledad no deseada y dar una serie de servicios, pero no necesariamente es para todo el mundo y generalmente requiere que las personas tengan un alto grado de independencia.