El concepto 'nueva normalidad' nos va a acompañar más de lo que nos gustaría. La pandemia ha marcado un antes y un después en innumerables aspectos de nuestra vida y, también, en la forma en la que entendemos las grandes urbes. Estas ciudades han sido las más afectadas por la pandemia y son las que presentan una desescalada más lenta. Hablamos con Carlos Lahoz, profesor del Área de Urbanismo de la Universidad CEU San Pablo, para que nos explique las medidas y propuestas que se podrían implementar a corto plazo y cómo deben evolucionar a medio y largo.
Cuestiones de gestión a parte, como puede ser la limitación de aforos, la regulación del comercio, el uso obligatorio de mascarillas o la existencia de mamparas en espacios cerrados, lo que está claro es que la ciudad tiene que reconvertirse para favorecer la distancia social. "Es importante, por un lado, ampliar el espacio disponible para los peatones, por ejemplo, mediante la reducción de carriles dedicados al tráfico motorizado y, por otro, plantear un cambio referido al transporte público que pase por aumentar el número de tránsitos y limitar la capacidad de vagones”, explica Lahoz.
Es precisamente en este último donde se dan las mayores aglomeraciones sobre todo ahora que volvemos, poco a poco, a la vida. Para evitarlo, la solución no puede pasar por el transporte privado convencional sino por la promoción intensa del transporte individual de carácter no contaminante. "Fomentar los desplazamientos a pie o en bicicleta quitando espacio a los espacios destinados al vehículo privado y al estacionamiento para ensanchar las aceras y los carriles bici”.
Para conseguirlo y dada la inmediatez de la necesidad, Lahoz propone peatonalizaciones temporales y reversibles de algunas calles para incrementar puntualmente el espacio de uso deportivo y recreacional. Para lograrlo se pueden utilizar simplemente conos, cintas, bolardos y vallas hasta que un análisis más pausado recomiende la transformación de esas posibilidades en definitivas.
Esta pandemia ha impulsado dos ejes principales: por un lado, el teletrabajo y por otro, el comercio electrónico. Ambos influyen de manera directa en el modo en el que están distribuidas las ciudades y que poco a poco deben ir cambiándose y adaptándose mediante normas legales a la nueva situación. "Es el momento de ahondar en el concepto de Smart city o ciudad inteligente, mediante una aplicación intensiva de las tecnologías hacia la manera en la que se gestionan o crean espacios en las ciudades", apunta el profesor.
Además, este concepto de Smart city no se refiere solo al teletrabajo o al comercio digital, se expande también a una aceleración de la digitalización de la administración pública y a una implantación de la teleeducación. "Esto tendría que convertir el acceso a internet casi en un derecho fundamental", asegura.
Otro de los conceptos que empiezan a resonar a medio plazo es el del cronourbanismo. Implantado en París busca pensar la ciudad en torno a los tiempos que la vivimos. "Se prevé que los núcleos urbanos se empiecen a construir alrededor de las zonas residenciales y no en el centro financiero como ocurre actualmente. En este nuevo escenario van a parecer más bares en zonas residenciales, comercios de cercanía… La idea es convertir el espacio alrededor de la vivienda en la zona en la que se va a desarrollar la vida y que no se tarde más de 15 minutos en desplazarse para hacer todo lo necesario para la vida", explica el experto.
La transformación de los espacios urbanos existentes debe ser otra dinámica imprescindible a medio plazo. Las reconversiones provisionales apuntadas por el corto plazo que resulten exitosas serán fijadas como definitivas en el medio. Asimismo, es esperable la reorientación del uso de edificios actualmente dedicados a las actividades más afectadas como el retail, oficinas sin ubicación prime o los apartamentos turísticos.
El objetivo del largo plazo es evitar que la ciudad sea caldo de cultivo y vehículo de propagación frente a una nueva pandemia. Por eso la arquitectura de las grandes urbes deberá cambiar tipológicamente. "Probablemente ocurra que la normativa llegue a posteriori e implicará cambios en los usos de algunos edificios, nuevas dotaciones más distribuidas. Ahora mismo transformar los espacios públicos es muy complicado, debemos evolucionar hacia los espacios de calidad".
Además de estos espacios públicos, también veremos una evolución en los edificios privados. "Antes del covid-19 en nuestro país solo teletrabajaba el 15% de la población activa, ahora ronda casi el 70. De ahí que sea importante buscar un nuevo uso al espacio sobrante de oficinas para o desperdiciar el patrimonio construido", asegura Lahoz.
Por otro lado, hay que pensar en un rediseño de la vivienda y las zonas comunes. Los hogares tendrán que convertirse en espacios flexibles, adaptables, y seguramente más grandes. Además, se tendrá que repensar su relación con el exterior, por ejemplo, facilitando la presencia de terrazas haciendo que no computen edificabilidad.
Los edificios residenciales también se transformarán. Es previsible la aparición de nuevos espacios comunitarios como locales de reunión que complementen el teletrabajo casero o cubiertas habitables de dominante verde. Asimismo, se prevé la aparición de edificios mixtos que acojan lugares de trabajo junto a la residencia de una forma reglada. En cualquier caso, los expertos piden que todo esto se haga acompañado de una apuesta por la sostenibilidad que nos ayude a frenar o solo epidemias, también la otra gran lucha, la del cambio climático.