A Pilar (93) no le gustaba vivir sola. Jacqueline (35 años) necesitaba un lugar seguro y barato donde vivir mientras se sacaba el doctorado. Voilá! Ambas se apuntaron a un programa de convivencia intergeneracional que en seis meses ha cambiado sus vidas de una manera que no imaginaban. "Al principio me costaba, ahora no quiero que se vaya", dice Pilar. Hablamos con ellas para que nos cuenten la letra pequeña de su experiencia.
La aventura empezó cuando Pilar confesó a su hija que ya no se sentía cómoda al estar sola en casa. A sus 93 años las noches se hacían largas y surgieron miedos donde antes no los había. Aunque tiene el apoyo cercano de sus hijos, había que ir un poco más allá de la ayuda a domicilio y la teleasistencia. Una opción que ofreciera compañía y seguridad en el hogar, pero sin renunciar a la independencia, y sin que costara un ojo de la cara.
Encontraron una opción que parecía ideal, un programa de Solidarios para el Desarrollo que proponía a los mayores que se sienten solos compartir su casa con un estudiante universitario. Y además, gratis. "Me lo propuso mi hija y me pareció bien. No tenía miedo de meter en casa a una extraño, porque vimos que el programa venía de una entidad solvente. Fue muy rápido, no tuve mucho tiempo para pensarlo, pero he tenido mucha suerte con Jacqueline", explica.
Los programas de alojamientos compartidos entre estudiantes universitarios y personas mayores que viven solas, surgen hace 25 años para buscar una solución a dos problemas muy presentes hoy en día: romper con la soledad no deseada de personas mayores, y proporcionar un recursos de alojamiento barato y seguro para los estudiantes.
La mecánica es simple y se repite en todas las ciudades donde está en marcha el programa. Los mayores ponen la casa, y los estudiantes la compañía mientras duran sus estudios. De por medio, un equipo de profesionales que garantizan que la convivencia va por buen camino. Las universidades se encargan de informar a los alumnos, y los servicios sociales de las administraciones, (ayuntamientos o CCAA), a los mayores. Además, un equipo de profesionales, ya sea una ong, una fundación o un equipo propio de las administraciones, gestiona el programa. Las normas son sencillas.
Para los mayores
Para los estudiantes
Desde hace 25 años el programa ha tenido sus altibajos, pero se ha extendido y hoy está presente en casi todas las comunidades autónomas y universidades del país. El más veterano es Convive, que gestiona la ong Solidarios para el Desarrollo, con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid y varias universidades madrileñas. "Hemos llegado a tener más de 170 parejas en el programa. Ahora nos estamos recuperando tras la pandemia, y tenemos 120", explica Jose Luis Pol, técnico del programa.
"Buscamos que las parejas sean compatibles, hacemos un seguimiento semanal y actuamos enseguida si hay algún problema. Nos preocupamos mucho de que las convivencias sean exitosas, y muy pocas veces hemos tenido que buscar parejas nuevas por conflictos de algún tipo. De hecho hay varios mayores que han repetido experiencia hasta cinco o seis veces", afirma José Luis.
Jacqueline estudiaba Comunicación desde su país, El Salvador, pero quería sacarse el doctorado en Madrid en la Universidad Carlos III. "Nos llegó un correo de la universidad y me pareció una forma segura, económica y tranquila de vivir mientras acabo mis estudios. Las mujeres tenemos un poco de miedo de compartir vivienda con personas desconocidas, más si vienes de un país como el mío, El Salvador, que es tan violento", cuenta Jacqueline, que está encantada con la experiencia.
"Pilar es un amor, pero no solo ella, es que su hijo está pendiente de mi, su hija está pendiente de mi, una sobrina está pendiente de mi, los nietos... A mí no sólo me acogió doña Pilar, me acogió su familia completa", añede.
"Me está encantando la experiencia. Primero porque he encontrado una familia aquí. Y luego porque gracias a Pilar estoy conociendo una España diferente. Estoy aprendiendo la historia de España a través de sus experiencias, por sus memorias, y estoy viendo una parte distinta de España, muy diferente a los estereotipos negativos que muchas veces nos cuentan en hispanoamérica", explica.
"Yo creo que es ideal para estudiantes de doctorado o estudiantes maduros. A la gente más joven le puede costar más, entender a la persona adulta, sus costumbres sus tiempos, el tema de los horarios".
Como en toda convivencia, lo importante es la actitud. "Al principio nos costaba entendernos por el tema del lenguaje, que es igual, pero diferente. Doña Pilar me decía que había que pasar la mopa, y yo no sabía qué era eso, o el aspirador, que en mi país no se usa. Pero luego todo fue bien", explica Jacqueline.
"Al principio cuesta, porque no conoces a la otra persona, pero luego fuimos entendiéndonos. A mí me gusta tener mi independencia, mis espacios. Gracias a Dios tengo una casa amplia, y hemos encontrado cada una nuestros sitios para la intimidad", reconoce Pilar.
Pese a que los resultados suelen ser positivos, tanto para los mayores como para los jóvenes, hoy los programas de convivencia no pasan por su mejor momento. La crisis del 2008 y la eliminación de las obras sociales de las cajas de ahorro, les hicieron mucho daño. Y tras la Covid, hay mucha gente que no se atreve. "Tenemos muchos más estudiantes que mayores en lista de espera. Creo que es porque la gente lo conoce poco. Necesitamos dar a conocer mejor el programa entre los mayores". No obstante, el programa sigue activo en la mayoría de las ciudades españolas donde existen sedes universitarias.
Cuando acaban los estudios, los estudiantes deben dejar el programa. Aunque aún le queda un año por delante, Pilar no quiere ni pensar en ello. "No quiero pensar en cuando Jacqueline se tenga que ir. Pero bueno, a mi edad no estoy para hacer muchos planes", reconoce con una sonrisa.
"Si quieres tranquilidad y poder sacarte los estudios de forma económica y segura es una buena opción. Yo he tenido mucha suerte y he encontrado una amiga y una familia", concluye Jacqueline, que reconoce que aquel mail anunciando el programa, le cambió la vida.