Cuando seas más mayor es probable que desarrolles algún tipo de demencia. Le pasa al 20% de los mayores de 85 años y al 40% de los mayores de 90. La forma más común es el Alzheimer, entre un 60% y un 70% de los casos, pero también está la demencia vascular, la demencia por cuerpos de Lewy y otros tipos de demencias. El 85% de los afectados son atendidos en casa por sus familiares o por cuidadores formales e informales, y cuando esto ya no es posible, son internados en residencias. Pero esta solución no convence a todo el mundo, y están surgiendo nuevos modelos que proponen otra manera de hacer las cosas.
A 15 minutos en tren de Amsterdam está la ciudad de Weesp, una pequeña localidad que nadie ponía en el mapa hasta hace 10 años. Ahora se ha hecho famosa por albergar Hogeweyk, la primera comunidad diseñada para personas con algún tipo de demencia. Hasta 1995 Hogeweyk era la residencia del pueblo que funcionaba al modo tradicional, pero su equipo directivo decidió hacer las cosas de otra manera, pensando en cómo querían que fuesen atendidos sus familiares, o ellos mismos, si llegara el caso. Empezaron habilitando el acceso de los residentes a la cocina para que ayudaran a elaborar la comida, luego dividieron a los ancianos en diferentes grupos según sus aficiones y fomentaron todo tipo de actividades. Pronto comprobaron que bajaban los niveles de estrés y depresión y que, por tanto, no era necesaria tanta medicación.
"Desgraciadamente el deterioro cognitivo no tiene tratamientos muy eficaces para revertir el proceso. Lo más que podemos hacer es retardar el deterioro en lo posible, y para eso, lo único que está probado que funciona es mantener todo tipo de estímulos. La vida en comunidad y el seguir realizando las actividades que uno ha hecho siempre son un complemento necesario y tan importante como cualquier terapia de estimulación, porque las habilidades que uno pierde difícilmente se recuperan después. Las relaciones sociales, el ejercicio al aire libre y la organización de nuestro tiempo son la mejor gimnasia para el cerebro", argumenta el neurólogo de la Fundación Jiménez Díaz, Angel Martínez Pueyo.
A rebufo de los buenos resultados médicos, las transformaciones se fueron sucediendo en Hogeweyk, y doce años después, lo que era una residencia convencional, es ahora una pequeña comunidad a semejanza de un barrio holandés, con calles, casas, restaurantes, supermercados, teatros... Hoy la mini ciudad tiene 27 casas, con 6 o 7 residentes en cada una, agrupados según sus afinidades, todos con demencia moderada o severa, y con una media de edad de 85 años. Los 15.000 metros cuadrados del recinto están completamente cerrados al exterior. Los residentes pueden ir y venir libremente, hacer la compra, ir a la peluquería, incluso tomarse una cerveza en el bar. Cada residente maneja una cuenta personal que gestiona la familia, ellos no tienen dinero. No pueden salir solos del recinto, aunque sí con los cuidadores, que no llevan uniforme, y se comportan como un vecino más. Todos los trabajadores tienen formación en cuidado a personas con deterioro cognitivo, desde la tendera hasta el camarero del restaurante, y conocen a cada residente, controlando discretamente lo que pueden y no pueden hacer.
El modelo mejora lo que hay, pero no es perfecto. "Este experimento de residencia es sin duda mejor que un geriátrico convencional, los enfermos allí están más entretenidos y gozan de más libertad de movimientos, lo que aumenta los estímulos que reciben. No obstante, hay un aspecto que no se resuelve y es que se saca a la persona de su entorno vital. En este pueblo ellos hacen otra vida diferente de la que habían hecho antes. No se relacionan con sus amigos, con su familia, con sus vecinos, sino con otras personas con problemas cognitivos y con los cuidadores. En personas con este tipo de demencias cualquier cambio de rutinas puede ser traumático, con lo que debe tenerse mucho cuidado en el proceso de transición", explica Amelia Ramos, terapeuta ocupacional de la Fundación Alzheimer.
Pascual Sánchez Juan, director de la Unidad de Deterioro Cognitivo del Hospital Valdecilla de Santander, considera la propuesta fantástica. "Es la línea ideal de tratamiento, porque lo que se busca es mantener el mayor nivel de autonomía durante el mayor tiempo posible. Habitualmente, ante casos de demencia, las familias, en un afán por proteger al enfermo, lo liberan de ocupaciones y lo encapsulan, y eso es malo para el cerebro. Como ocurre con cualquier otro músculo, si no se usa se deteriora más rápidamente", asegura. Reconoce, sin embargo, que en España existen limitaciones importantes a la hora de aspirar a algo parecido. "Lamentablemente, a día de hoy todo esto suena aquí a ciencia ficción. Deberíamos hacer un esfuerzo por explicar a la sociedad que estamos ante una patología que ya supone más gasto que cualquier cardiopatía o cáncer", concluye Sánchez Juan.
El dinero es uno de los factores que más condicionan la puesta en marcha de modelos similares en nuestro país. "La administración está pagando a las residencias entre 50 y 60 euros diarios por la atención integral a una persona dependiente. Con estos importes es imposible dar una atención de calidad en grandes centros, que funcionan con economía de escala, cuando menos en grupos reducidos y con una atención personalizada como proponen estos nuevos modelos" explica Jose María del Toro, secretario general de la patronal de residencias CEAPs.
En Hogeweyk han podido hacerlo. El precio por vivir en este particular vecindario alcanza los 6.000 euros al mes. Lo que paga cada residente oscila entre los 150 euros y los 2.600 euros, depende de su pensión y situación económica. Al ser una residencia pública, el resto lo paga el Estado. Eso sí, las actividades se pagan aparte. Si uno quiere ir a la peluquería, tiene que pagar el corte de pelo a precio de mercado. El éxito del modelo se refleja en que año tras año hay una larga lista de espera para conseguir plaza.
En Dax, una pequeña localidad al sur de Francia, y tras algunos meses de retraso a causa del Covid 19, acaban de entrar a vivir los primeros 32 residentes de Villa Landais, una aldea que replica el modelo holandés. En este caso se han construido 16 casas de 300 metros cuadrados que albergan a 7 u 8 personas cada una. Se han estructurado cuatro barrios que se organizan en torno a una gran plaza. Hay un auditorio, un centro médico, una tienda de alimentación, una peluquería, una biblioteca, un huerto y una pequeña granja. La idea es proporcionar a los residentes la posibilidad de seguir realizando actividades, cada cual según sus capacidades.
En Landais los voluntarios juegan un papel importante, y está previsto que alrededor de un centenar participen en el proyecto realizando actividades tanto con los pacientes como con los vecinos de la zona. Como compensación, los voluntarios pueden utilizar las instalaciones del complejo para realizar otras actividades propias. El complejo da trabajo a más de 100 personas, ha costado 29 millones de euros y se ha financiado con aportaciones del Estado y de las administraciones regionales y locales. Tiene un presupuesto anual de algo menos de 7 millones de euros de los que 4 millones son subvenciones de diferentes administraciones que apuestan por este modelo y el resto, las aportaciones de los residentes, que pagan entorno a los 2.500 euros al mes.
El original modelo de Hogeweyk se ha convertido en un referente en el cuidado y bienestar de estos enfermos, ha recibido premios internacionales y se está exportando a otros países además de Francia como Canadá, Italia, Australia o Nueva Zelanda. En España, por el momento, tendremos que esperar.