Cuesta y hace desconfiar, pero ya hay voces que se hacen oír. Los hombres se van liberando del corsé del machismo y han entendido que la pelea para transformar definitivamente actitudes y comportamientos que aún frenan la igualdad les compromete también a ellos. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. En 2020, la ONG Catalyst preguntó a 1.500 hombres sobre el sexismo en el trabajo y, aunque el 86% respondió que desearía acabar con un comportamiento sexista cuando lo vieran, solo el 31% se sintió confiado para poder hacerlo. La investigación identificó tres obstáculos principales: ignorancia, apatía y miedo a ser juzgado y a perder el estatus entre ellos o la consideración en el trabajo.
Si nos centramos en España, el 46% se declara abiertamente feminista, pero solo el 1,2% trabaja para que haya cambios que garanticen la igualdad, según el informe 'El feminismo en España, ¿realidad o burbuja?', realizado por la agencia de investigación 40dB y dirigido por la psicóloga Belén Barreiro. Los hombres mayores de 55 años son, junto a los jóvenes de entre 18 y 24, los más partidarios de utilizar un lenguaje más inclusivo, aunque la resistencia aún es grande, y la mayoría reclama cambios legislativos para garantizar la igualdad salarial. Siguiendo con este informe, el 34% de las mujeres y el 21,9% de los hombres califica a su padre de machista, pero solo el 15% considera que su pareja (hombre) lo es.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, hemos recogido el testimonio de tres hombres que sí tienen superado los roles y estereotipos y promueven la igualdad en cualquier ámbito de su vida, incluida la profesional. Les preocupa la brecha salarial, la ausencia de mujeres sénior en los puestos de poder, la violencia contra ellas, la conciliación o la feminización de los cuidados.
Están dispuestos a reparar cualquier grieta, aunque, como confiesa Javi Royo, viñetista y colaborador de Uppers, a veces tienen que soportar la censura de algunos hombres, que les ven como traidores, y de algunas mujeres que no están de acuerdo con que hablen de masculinidades diferentes o feminismo. "El debate -zanja- siempre es positivo. Hay que hablar y hay que sumar. Siempre".
Su postura siempre ha sido firme desde que llegó a este deporte y fue uno de los primeros entrenadores que apostó por el boxeo femenino en este país. "Solo hay que fijarse hasta dónde hemos llegado -señala-. El combate más importante de la historia del boxeo español lo ha hecho una mujer, Miriam Gutiérrez 'la Reina', en el Campeonato del Mundo unificado por los cuatro organismos. Jamás ningún boxeador o boxeadora lo había hecho. Miriam ha hecho historia".
Jero fue, además, un pilar fundamental para que Miriam se levantase de los golpes que le dio la vida y ganase su combate más duro, el de la violencia de género que sufrió en sus propias carnes. Además de fundar la Escuela de Boxeo y popularizar el boxeo femenino como forma de empoderamiento, impulsó la Fundación de Ayuda a la Integración a través del Deporte, lo que le mantiene en lucha activa contra el acoso escolar y la violencia de género.
No entiende este Día Internacional sin la implicación masculina. "Me parece imprescindible que los hombres se involucren en la igualdad, es básico que estén en esta batalla, más que necesario". Cree que caer en el etiquetado de un feminismo u otro es una actitud retrógrada que no nos beneficia. "La etiqueta -dice- baja la autoestima, uno se tiene que valer por lo que es, no por lo que dicen que es".
Ha publicado varios libros en los que visibiliza el machismo, cuyos tentáculos, según dice, están presenten en cualquier rincón. 'Homo Machus. De animales a hombres' y 'Laborachismo' son dos de sus títulos, aunque su compromiso está presente en buena parte de sus viñetas y también en su discurso. "El feminismo -explica- es una cuestión que nos interpela a todas y todos como sociedad. Aunque es una lucha liderada por mujeres, donde son las mayores perjudicadas a todos los niveles, si los hombres no damos el paso de alinearnos y luchar a su lado (no delante ni detrás, sino a su lado), no habrá cambios. La sociedad es diversa y plural, e incluye a mujeres y a hombres. Y el feminismo es, aún a fecha de hoy, la gran revolución pendiente".
Cree que en ocasiones el hombre prefiere callar porque teme, en primer lugar, "la pérdida de unos privilegios que nos han sido dados por el mero hecho de ser hombres. Y luego por un ridículo sentimiento de tener que pertenecer a un grupo de hombres donde las reglas siguen siendo las que heredamos de otros hombres (y también mujeres), que tradicionalmente son machistas y nada igualitarias. A nadie le gusta que le quiten privilegios".
Desde el punto de vista de Royo, hay mucho por hacer y al hombre habría que explicarle de otro modo qué es el feminismo para que se una a ello. "Habría que hacerle pensar que lo que se busca es un beneficio colectivo que repercutirá en su beneficio particular como hombre. Si se alcanza la igualdad plena, se alcanzarán más niveles de libertad en todos los ámbitos, de los que nos beneficiaríamos todas y todos". Piensa, además, que hacen falta referentes masculinos feministas para los niños y hombres jóvenes que ahora mismo hemos olvidado. "Creo que, si no se trabaja esto, si no transmitimos modelos en esa época de adolescencia, donde se están formando los caracteres, y no mostramos formas de relacionarse diferentes, no ayudamos. Necesitan referentes para sentir que existen otras formas de feminismo en los hombres".
Royo reconoce que asume este compromiso en su día a día y en muchos planos. "Desde lo cotidiano, en las tareas domésticas, en mi trabajo como ilustrador y humorista, en la relación con las mujeres y otros hombres, en la forma de comunicarme o promocionando mujeres allá donde puedo. Existe mucho talento que tradicionalmente hemos solapado y ninguneado, y es necesario empoderarlo. Es una actitud. Esa idea de ir por la vida con las gafas moradas. No se es feminista de repente, como si te das una ducha y ya lo eres. Hay que serlo siempre".
Lo tiene tan claro que ha dedicado un capítulo de su ensayo sobre longevidad, 'Sénior, la vida que no cesa' (Diëresis), a la mujer invisibilizada. En él reclama que ese equilibrio intergeneracional y de respeto entre jóvenes y sénior debe trasladarse al hombre y a la mujer. "Deben centrar su visión en una relación de excelencia humana entre sexo y edad, de equilibrio sin excepciones".
Considera que, si el edadismo tiene consecuencias graves entre las personas mayores, es especialmente evidente cuando se trata de una mujer. "Existe un millón más de mujeres que de hombres a partir de los sesenta y cinco años en España, pero una parte de la sociedad te castiga si eres mujer, sénior y viuda. Te invisibiliza, te anula. No solo eso. Cuando los laboratorios prueban ensayos clínicos, siempre se prueba más en el hombre joven que en la mujer. No se tienen en cuenta las especificaciones de la mujer".
Domínguez se define un hombre humanista y, como tal, defiende la necesidad de comprensión entre ambos sexos. "Precisamente la ignorancia y el edadismo centrada en esa falta de criterio humanista y social impiden avanzar".