Las alfombras son unos de los elementos que más visten una casa, aportan calidez, suavidad y son capaces de volver una habitación de los más acogedora. No obstante, su limpieza es fundamental, pues acumulan suciedad, gérmenes y pueden afectar directamente a nuestra salud. Los ácaros del polvo y otros alérgenos, invisibles para el ser humano, suelen esconderse en el interior del pelo.
Su limpieza es más que necesaria porque están en el suelo, se pisan continuamente y algunas de ellas se manchan con comida o líquidos. La verdadera importancia de lavar las alfombras está relacionada con la concentración de polvo, ácaros y bacterias que son perjudiciales para la salud respiratoria y que pueden causar dolores de cabeza, irritación de los ojos o la piel, así como alergias y producir enfermedades como el asma.
Para evitar que acumulen mucho polvo y la alfombra mantenga su color libre de manchas, lo suyo es lavarlas en profundidad dos veces al año. No obstante, el aspirado semanal es más que necesario para mantener un ambiente saludable, y más si se tienen niños y mascotas en casa. Aun así, la frecuencia de lavado se puede aumentar o reducir en función del tipo de alfombra.
Alfombras de pelo. Son las más utilizadas en salones y cuartos y tienen una alta capacidad para atrapar polvo. Se debe aspirar una o dos veces por semana y dos lavados en profundidad anuales.
Alfombras persas. Si están en una zona muy transitada de la casa su aspirado es necesario dos veces por semana, si no lo está puede pasarse el aspirado dos o tres veces al mes. La limpieza profunda de este tipo de alfombras se recomienda hacerla una vez al año, leyendo muy bien las instrucciones para no dañar el color.
Alfombras sintéticas. Es recomendable pasar el aspirador con mucha frecuencia, si es de manera diaria mejor que mejor.
Alfombra de vinilo. Como se suelen utilizar en las entradas de las viviendas suelen ser las eternas olvidadas, pero su limpieza no debe dejarse de lado, pues acumulan mucho polvo y suciedad pues son lo primero que se pisa al llegar de la calle. Se recomienda sacudirlas y aspirarlas tres veces por semana y hacer una limpieza profunda cada tres meses.
Alfombra de algodón. Requieren un lavado más delicado por estar hechas con un material mucho menos resistente. Se pueden meter en la lavadora o lavarlas a mano cuando llegue el momento de hacer el lavado en profundidad.
Así se hace el lavado a mano
Desde alfombras Hamid, una tienda de alfombras con mucha historia en Madrid, hacen algunas recomendaciones para el lavado a mano:
Aspirar, sacudir y lavar. Antes de lavar a mano una alfombra deberíamos eliminar toda esa suciedad que está por encima pasando la aspiradora. Tras aspirar deberíamos sacudir la alfombra.
Lavar tu alfombra en la bañera o ducha. Lo primero que tenemos que ver es si disponemos de un recipiente más o menos liso para lavar nuestra alfombra. Si esta es pequeña bastará con un barreño relativamente grande, aunque lo más probable es que tengamos que recurrir a la ducha o incluso a una bañera.
El agua para lavar nuestra alfombra. Una vez elegido el lugar donde lavaremos la alfombra, lo llenaremos de abundante agua templada. Esto también es crucial, ya que temperaturas frías o calientes pueden romper los tejidos exactamente del mismo modo que la lavadora. Entre 25 y 30 grados es una temperatura aceptable.
El uso de jabones para lavar una alfombra. Nuestro consejo es el de huir de los detergentes y jabones industriales pensados para lavadora. Hay que leer bien la etiqueta y evitar alcoholes, colorantes u olores. Nuestra alfombra no necesita oler bien para estar limpia.
Cómo lavar tu alfombra a mano. El mejor modo de lavar una alfombra es sumergirla al completo en el agua templada jabonosa que hemos preparado y, con las manos, ir poco a poco subiendo y bajando el tejido. Haciendo que el agua penetre en la alfombra sin brusquedad. Enseguida veremos cómo se oscurece el agua alrededor de la alfombra mientras la suciedad sale. Lo ideal es sacar la alfombra del recipiente, dejarla en un barreño mientras lo vaciamos, y empezar de nuevo el proceso. Tras dos o tres veces veremos que el agua en que lavamos la alfombra apenas sí se oscurece.
Aunque la lavemos diez veces el agua seguirá ensuciándose. Hay un momento en el que tenemos que parar el proceso, por lo que podríamos marcarnos un máximo de cuatro lavados con agua templada. Uno tras otro.
Enjuagar con abundante agua tibia. El último paso es uno de los más importantes, y requerirá mucha agua. Por eso la bañera es un lugar ideal. Es el aclarado, mediante el que vamos a retirar cualquier resto de jabón que pudiese quedar en el interior de la alfombra. De lo contrario podría acartonarse durante el secado.
Algo que suele funcionar muy bien es darle bastante presión a la ducha y abrir el chorro todo lo posible. Si se tiene regulador, claro. Si el chorro es concentrado, es mejor usar la caída del agua. Así evitaremos maltratar los tejidos.
Secado. El secado de la alfombra es un proceso que aconsejamos hacer al aire libre o, como poco, al aire. Sin secadores ni calor directo aplicado a la alfombra. Es decir, es un proceso que puede llevar incluso uno o dos días.