Las enfermedades que puedes detectar por cambios en tu pelo: "El cuerpo deja de priorizar el cabello"
Tener buen pelo no es sinónimo de buena salud; sin embargo, un cabello deteriorado sí puede ser síntoma de algunas enfermedades
Antonio Leone, médico y cirujano capilar: "El pelo puede mostrar alteraciones tiroideas, anemias o déficits nutricionales"
Helena Rodero, farmacéutica y experta en cuidado capilar: "No sabemos lavarnos el pelo"
Tener una melena fuerte, rica y brillante es un objetivo largamente acariciado. Estamos dispuestos a gastar tiempo y dinero en lograrlo. Según datos de la plataforma Medihair, en 2023 la industria del cuidado del cabello generó unos ingresos superiores a los 90.000 millones de dólares. El mayor gasto del cuidado capilar se lo lleva el champú. ¿Y qué privilegiamos a la hora de comprar el champú? El daño capilar es la mayor preocupación que influye en las decisiones de compra, según cita el 27% de los consumidores.
Nos preocupa cómo esté nuestro pelo, fundamentalmente, por razones estéticas. Sin embargo, es mucho más que apariencia: un cabello muy deteriorado puede ser la consecuencia no solo de un problema capilar, sino de alguna enfermedad subyacente. De todo ello hemos hablado con el doctor Antonio Leone, cirujano de Hospital Capilar.
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El pelo es un atributo físico muy demandante. ¿Un buen pelo es indicador de un buen estado de salud?
No necesariamente. No obstante, un empeoramiento de la calidad del pelo sí puede ser síntoma de alguna enfermedad como hipotiroidismo, anemia o déficit nutricional. También existen patologías exclusivas del cuero cabelludo hormonales o inmunológicas que no están relacionadas con el estado de salud general de la persona.
Para que el pelo tenga buen aspecto, ¿qué procesos fisiológicos demanda? ¿Cómo ‘fabrica’ nuestro organismo un pelo sano?
Dentro de los nutrientes necesarios para tener un pelo saludable destacan: aminoácidos azufrados, zinc, magnesio, ácido fólico, vitamina B12 y B6, hierro y omega 3.
La fabricación del pelo es un proceso fisiológico natural de nuestro cuerpo en el que las unidades foliculares, presentes desde el nacimiento, generan de forma diaria un crecimiento del tallo y del cabello, que mientras que se cumplan las condiciones de óptimas de homeostasis, producirá un cabello sano.
¿Cómo le afecta al pelo el estilo de vida? ¿Importa cómo gestionemos el estrés o la calidad del sueño?
El estilo de vida sí juega un rol importante en la calidad del cabello, siendo importante una dieta equilibrada y un descanso adecuado. El estrés altera el cortisol que puede generar un efluvio telógeno. Esto se debe a que el cortisol provoca un empeoramiento de la microcirculación, lo que produce una peor absorción de nutrientes por parte del cuero cabelludo alterando el ciclo fisiológico de crecimiento del folículo piloso, lo que deriva en un efluvio. En todos estos casos la caída capilar es reversible siempre que se solucione la causa subyacente.
El cabello se considera un anexo, como las uñas, y frente a un déficit nutricional o a un estado de estrés excesivo por enfermedad o cualquier otra causa, el cuerpo siempre privilegia los órganos nobles como corazón, cerebro, etcétera. Entonces, lo primero que se deteriora son los anexos para mantener en buen estado los órganos vitales.
Como experto, ¿cuál sería el cuidado capilar perfecto?
Dieta equilibrada, respetar el descanso y actuar sobre aquellas posibles patologías que se puedan detectar propias del cuero cabelludo, además de recibir el tratamiento adecuado en caso de alopecia. La alopecia más común es la de tipo hormonal, conocida como alopecia androgenética, y produce una caída irreversible del cabello. Para frenar su avance, existen tratamientos médicos efectivos tanto orales, como Minoxidil y Finasteride, como infiltrados como el Dutasteride o el Plasma Rico en Plaquetas. Estos tratamientos son de prescripción médica por lo que es necesaria una valoración previa por parte de un profesional.
Tras un cabello débil, ¿qué enfermedades no capilares puede haber?
Alteraciones tiroideas, anemias, déficits nutricionales de oligoelementos y vitaminas, en particular la B7, zinc y magnesio, consumo de fármacos crónicos por enfermedades como antidepresivos y neurolépticos, pacientes oncológicos en tratamientos quimioterápicos, consumo de tabaco y alteraciones ginecológicas que predisponen a alteraciones hormonales como puede ser el Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP), entre otros.