Al ir cumpliendo años, el hombre ha aprendido a mantener un aspecto saludable gracias a sus hábitos y a los avances médicos y nutricionales. Sin embargo, la función natural de la piel se ralentiza como fenómeno inevitable. Disminuye la producción de colágeno y elastina, la dermis se vuelve más fina y, por tanto, se deshidrata más fácilmente, y la pérdida de elasticidad es cada vez más visible. Esto se aprecia, sobre todo, en la frente, el contorno de ojos y el surco nasogeniano, que es esa arruga que se forma desde el final de la nariz y desciende de forma oblicua hacia ambos extremos de la boca. En estas áreas empieza la pesadilla del hombre con sus arrugas. Su primera gran pregunta es recurrente: ¿cómo puedo combatirlas?
A este interrogante inicial le siguen otros en los que expone su incertidumbre y también sus recelos ante los productos que pueda encontrar. ¿Es necesario invertir mucho para que una crema sea eficaz? Cuando dicen que funciona, ¿significa que elimina las arrugas o simplemente tendremos que conformarnos con mejorar su aspecto? ¿Qué podemos esperar de la cosmética masculina en la lucha contra el envejecimiento? De antemano, cualquier profesional asegurará que ninguna crema hará desaparecer arrugas marcadas, pliegues o surcos. Otra cosa son problemas como la sequedad o las líneas incipientes causadas por una deshidratación de la piel que se corregirá con un producto que permita la recuperación de los niveles de agua de las células.
Esto no significa que la industria cosmética no haya avanzado de manera muy significativa en el retraso del envejecimiento cutáneo y el mantenimiento de la calidad de la piel, aportando fórmulas magistrales para que la piel luzca sana, hidratada y lo más firme posible. Hablamos sobre todo de fórmulas ricas en antioxidantes, filtros solares y otros principios que actúan contra la acción de la gravedad, principal responsable de que los tejidos pierdan densidad y el óvalo facial comience a descolgarse.
La oferta cosmética disponible crece imparable. No es extraño que, sin asesoramiento, nos podamos equivocar y nos dejemos guiar más por reclamos de marketing que por criterios de calidad. Gema Herrerías, farmacéutica y especializada en Dermofarmacia, nos da el primer consejo y, seguramente, el más sabio: "A pesar de que podemos encontrar productos de calidad tanto en la farmacia como en otros canales, lo más importante realmente es el asesoramiento del experto que sepa detectar las necesidades de la piel en cada caso y aconsejar los productos adecuados, así como la combinación correcta dentro de los cuidados de la piel".
Lo que queda claro es que no hay una sola crema ideal contra el envejecimiento, sino que, dependiendo del fin deseado y las características de la piel, buscaremos aquellas que contengan unos principios concretos para cada función. Herrerías nos ofrece las primeras pistas:
Si lo que queremos es difuminar las líneas de expresión más finas y mejorar el aspecto de una piel rugosa o con imperfecciones, falta de luminosidad, alteraciones de la pigmentación y, en el caso de las pieles más maduras, manchas seniles, buscaremos productos que contengan alfahidroxiácidos, polihidroxiácidos y retinoides. Los primeros son moléculas hidrosolubles que ayudan a exfoliar la piel, eliminando las células muertas, e impulsan una renovación epidérmica.
Ejemplos de estos activos son los ácidos glicólico, málico, tartárico, cítrico, láctico o mandélico. Aportan hidratación y luminosidad, estimulan el colágeno y ayudan a vencer la flacidez. Recordemos la leyenda que habla de los baños de leche de burra como uno de los secretos de belleza de Cleopatra. Al margen de extravagancias o mitos, es indudable su contenido en ácido láctico, ideal para fortalecer la epidermis. También el vino añejo, rico en ácido tartárico, formó parte del ritual de belleza en la corte francesa.
Los polihidroxiácidos (gluconolactona, ácido lactobiónico y ácido maltobiónico) son hidratantes, actúan como antioxidantes y refuerzan la barrera cutánea. Con el tiempo se han conseguido fórmulas menos irritantes que las que salían al mercado hace solo unos años. Por último, los retinoides, derivados de la vitamina A. Su pequeña estructura molecular permite penetrar profundamente en la piel y tratar las capas debajo de la epidermis. Han dado resultado en un elevado número de procesos cutáneos y, gracias a las innovaciones en su estructura y en su formulación, se van ampliando sus indicaciones de una forma efectiva y seguridad.
En este caso, lo ideal son productos que combinan ceramidas, niacinamida y ácido hialurónico. "Son eficaces mejorando la función barrera de la piel, evitando la pérdida de agua transepidérmica y la sequedad cutánea", indica la experta.
Cuando ya existen arrugas muy acentuadas y flacidez en las capas más profundas de la piel, hay que añadir a la rutina retinoides y alfahidroxiácidos, péptidos y nuevas formas hidrolizadas del ácido hialurónico.
También son importantes los ingredientes que actúan contra la glicación, que es el resultado de la reacción del organismo a los azúcares. Este deterioro varía en función de la dieta y tiene lugar en la capa más profunda, alterando la estructura y función de las moléculas e incrementando el estrés oxidativo. La carnosina es uno de esos ingredientes que contribuye a retrasar el envejecimiento celular por este motivo.
Otro fenómeno que acelera el envejecimiento es la inflamación relacionada con la edad, debido tanto a elementos externos como internos, como cambios hormonales, fármacos o agentes contaminantes. El extracto de magnolia es, en este sentido, un ingrediente muy efectivo para proteger la piel.
A modo preventivo están indicados los antioxidantes, como la vitamina C, el ácido ferúlico, la vitamina E, superóxido dismutasa o resveratrol, entre otros. El ácido ferúlico empieza a encontrarse ya en gran cantidad de marcas y productos cosméticos por su capacidad para incentivar la producción de colágeno y crear una barrera adicional en la piel protegiendo ante la degradación de los rayos solares.