Los días de sol y temperatura agradable son el tiempo perfecto de la barbacoa y la nevera con una buena provisión de cerveza helada a los pies del maestro parrillero. Nada apetece más. A menudo se nos olvida que, para que la comida florezca mejor en el estómago, podemos regarla con maridajes que potencien su sabor y hagan de la experiencia gastronómica de la brasa, la carne en su punto y la deliciosa grasa en la boca algo a otro nivel.
Al igual que acompañamos la comida con el vino, una costumbre bastante extendida en nuestro día a día, con la cerveza se pueden maridar un buen montón de alimentos a la brasa. Esto sí es juntar o casar la sed con las ganas de hipercolesterolizarse y desoír los consejos de los nutricionistas. Hoy te hablamos de algunas combinaciones de sabores de carne y cerveza que te van a interesar.
Lo más importante de la combinación es elegir un tipo de carne que se ‘arregle’ con el sabor de la bebida, ahí está la clave para potenciar el sabor de ambos productos. A más sazonamiento de la carne, mayor cuerpo debería tener la cerveza (oscuras, por ejemplo); y si queremos limpiar la boca de especias (el pimentón de un buen chorizo a la parrilla), entonces cambiaremos a una más ligera.
Una carne roja a la brasa o a la parrilla siempre te va a funcionar con un tipo de cerveza ligera y de buena entrada en el buche: rubias y suaves, las mejores para ese chuletón o ese entrecot sangrante que cae del plato y desaparece en menos de lo que se tarda en dar el siguiente sorbo. A la carne de buey le va volada (prepara la saliva) las Pale Ale y las Lager doradas, sobre todo si la comida va servida con alguna salsa picante y el producto lleva su generosa ración de especias.
Y no te olvides del marinado: si te apetece un doble combo cárnico espumoso, puedes marinar la carne que os vayáis a comer un día antes, y acompañarla para beber de esa misma cerveza que toméis durante la comida. Trago profundo, mordisco y lengüetazo, y así hasta que anochezca.
Un plus: la carne asada se pone contenta con cervezas de fermentación elevada (Porter o Stout), amargas y con cuerpo suficiente.
Muy reconocible es esa lasca o película de grasa que se nos queda sobre los labios después de atacar una buena pieza de cerdo a la brasa, una carne que, si está bien preparada, es deliciosa además de relativamente barata de adquirir. Lo ideal es que podamos limpiar ese regusto a grasa sin romper el aroma, y por eso va bien acompañar la carne del animal del orgasmo interminable (mírate unos documentales y anímate) con una cerveza ligera y de gusto tenue. Ya lo has adivinado: Lager o Pilsen.
Hay que tener un poco de tiento para pillarle el punto a esta combinación. El sabor de la carne de ave es más suave que otras modalidades de maridaje, así que es ideal escoger una cerveza que no sepulte los sabores ni enmascare la textura del pollo, la codorniz o el animal que hayamos elegido para alimentar el estómago de la bestia. De todos modos, la combinación de pollo y cerveza no es la más recomendable según opinan los gastrónomos, ya que suele quedar muy enmascarada.
En el caso de un buen pollo asado, pueden polluelearle la Lager, la Brown Ale o una IPA para darle un punto extra de sabor, sin matar la textura jugosa y elástica de la carne.
El gusto ‘complejo’ del cordero recental en nuestro paladar siempre se abre paso por encima del de otras carnes. Se nota, y mucho, la intensidad del sabor en la mayoría de sus preparaciones y marinados, que lo intensifican todavía más.
Por eso a este tipo de carne, en su modalidad a la brasa, le funcionan, por ejemplo, las cervezas inglesas amargas y de cuerpo pesado. Una Porter o una Guinness serían una excelente elección.
Si se trata de seguir con la bacanal, la cerveza es una aliada poderosa de los dulces. Se nos hace la boca agua pensando en una combinación de una tarta de chocolate (incluso de cerveza Guinness) con una Stout negra o tostada y unas trufas. Triple orgasmo y muerte por sangre dulce.