Es una bebida que relacionamos, sobre todo, con los días festivos. Después de la súper comilona de Navidad, sacamos los turrones, polvorones y llenamos las copas de este líquido dorado, espumoso en su justa medida, poco dulce pero que consigue sacar lo mejor de nosotros. Ya seas de los que prefieren el champán francés o un cava español tenemos una mala noticia para ti. Los enólogos aseguran que lo llevas haciendo mal toda la vida y que estos espumosos maridan mejor con mariscos o quesos que con los dulces navideños, sobre todo hablamos de los brut, que son los que se encuentran en la mayoría de supermercados. Pero no te preocupes, hay muchos diferentes, con grados de acidez dispares y notas variadas, de brut nature a dulce. Te contamos cuál comprar en cada caso para quedar como un experto.
Se convirtió en el siglo XVII la bebida preferida de la alta sociedad europea y, desde ese momento, empezó a vivir su esplendor. Asociada a situaciones festivas y elegantes es una de las bebidas que no suele faltar en ninguna casa en Navidad. Sin embargo, elegir uno adecuado es realmente difícil. En función de su dulzor en boca encontramos los siguientes:
El champán es el vino espumoso que más se consume, a pesar de ser el más caro. Se trata de una bebida poco invasiva que es capaz de conseguir de aportar matices diferentes a los alimentos con los que se marida. El queso es uno de los mejores aliados. Los mas recomendados son los de pasta semiblanda como el brie o el camembert. También el de cabra semicurado que realza el aroma del champán. Por último los duros y curados funcionan también fenomenal con esta bebida en aperitivos o cenas.
Otra de las parejas perfectas son los mariscos y el pescado. Los langostinos, el salmón, los ahumados, las ostras, los percebes, la langosta, la lista es interminable. Ya sean cocidos o acompañados de una salsa ligera, maridan perfectamente con la champaña. Lo mismo ocurre con los embutidos, los frutos secos, el foie y las cremas o consomés.
Lo importante a la hora de escoger un espumosos es que sea capaz de resaltar los sabores de los alimentos con los que los combines. Por eso hay tres aspectos importantes a tener en cuenta. Lo primero, la cantidad de azúcar. El dulzor de la bebida no debe competir con el de la comida, deben complementarse. Por eso, si se trata de un postre bastante dulce, el elegido nunca debe ser seco para que no resulte demasiado amargo. La intensidad también entra en juego: si el dulce es potente, con un sabor intenso, necesitará de un vino igual de potente. Y en cuanto al grado de acidez pasa exactamente igual. Si elegimos uno muy ácido funcionará de maravilla con postres cítricos como la tarta de limón.
Para resumir, con los postres la mejor opción son los vinos espumosos semi secos y los dulces, en función de las tres variantes anteriores. Los prosecco italianos son una alternativa estupenda. Provienen de la región de Veneto, en el norte de Italia y es afrutado y de bajo costo. Su sabor tiene notas de manzana, pera, madreselva y flores. Otra opción son los champagne Demi-sec y Doux.
Una excepción a esta regla es el chocolate. Desde Vinos Cutanda explican que, "aunque el chocolate con leche marida de maravilla con vinos tintos y blancos, para los más arriesgados, tomarlo con un champagne brut será muy interesante".