La mayor parte de los líquidos que se consumen habitualmente como la leche o el zumo se comercializan en envases de un litro, bajan a los 33 ml en los refrescos o la cerveza o se incrementan directamente hasta 1,5 l o 2 l. El vino, cuando va envasado en vidrio, siempre lleva la contraria y se queda en los 750 ml. En Uppers hemos consultado a un enólogo por qué las botellas de vino tienen una capacidad de 750 ml y no de un litro.
Hay muchas teorías que responden a la pregunta y todas van ligadas a la historia de la humanidad y a la evolución del comercio del vino. Los arqueólogos han encontrado indicios del consumo de vino en la Edad de Bronce hacia el año 3.000 a.C. Miles de años antes ya se preparaban zumos a partir de las uvas de las vides, pero no era vino exactamente.
Se estima que la primera cosecha para elaborar vino se hizo en la antigua Mesopotamia (Oriente Próximo), en esas tierras tan fértiles gracias a que se encontraban entre los ríos Tigris y Éufrates. En esos años, el vino llegó al Antiguo Egipto para competir con la cerveza y formar parte de sus ritos religiosos y festividades paganas. Los alfareros se ocupaban de hacer las ánforas donde almacenarlo. Con las rutas comerciales, la vid llegó a la Península Ibérica antes que los fenicios en torno al 3.000 a.C.
En la Grecia clásica, hacia el 700 a.C., se seguía produciendo vino en cantidad para las celebraciones religiosas y los festejos paganos y sobre todo para el consumo de las clases nobles. Mucho después se extendió por Italia, en el 200 a.C., donde se llegaron a producir más de medio centenar de vinos que se transportaban en cubas de madera.
Lo habitual era que el tinto se sirviera en las tabernas populares y el blanco se destinara a las clases más altas. Hay constancia de que en esa época en Roma ya se utilizaban botellas de vidrio como envases que se rellenaban en los comercios. Supuestamente esas botellas eran bastante delicadas, redondeadas y de 750 ml, la cantidad ideal para que dos personas se bebieran tres vasos cada una, que se consideraba como el consumo medio en una comida.
Los expertos subrayan que el tamaño de la botella siempre ha dependido del soplado del vidrio que se hacía de forma manual. Los artesanos tenían una capacidad pulmonar como para hacerla de entre 700 ml y 800 ml soplando una sola vez. Así, el tamaño no era estándar y por ello el vino se comercializaba en barriles o cubas para después llenar las botellas y servirlos. Pero la venta como tal directamente en botellas no podía prosperar porque no se conseguía una estandarización en las medidas y además el material era muy frágil.
El cultivo de la vid se propagó por Europa, sobre todo por Alemania, Francia y España. Con la colonización del Nuevo Mundo se trajeron materias primas como el café o el cacao y el Viejo Continente exportó el vino. La invención del horno de carbón en el siglo XVII permitió trabajar a temperaturas más altas para fabricar un vidrio más grueso y oscuro, lo que, unido a una segunda invención, el tapón de corcho, posibilitó contar con un envase donde el vino podía envejecer, transportarse en la misma botella, que aunque delicada ya no lo era tanto, y colocarse de pie sobre la mesa en las casas.
Un siglo después los vinos franceses de las zonas de Borgoña, Burdeos y Champaña empezaron a hacerse famosos y cambiaron la botella más redonda por una parecida a la actual de forma más cilíndrica, alta y de hombros anchos. En el siglo XVIII se popularizó la botella de vidrio para el vino con unas medidas que empezaron a ser comunes.
Otra de las teorías está en la imposición de los ingleses en el siglo XIX a la hora de comerciar con ellos. Las bebidas alcohólicas las medían en galones, donde un galón equivale a 4,54609 l. El vino de Burdeos se transportaba en barco desde Francia hasta las islas británicas en barriles de 225 l, que corresponden a 50 galones. Con todo ello se podían envasar 300 botellas de 750 ml cada una.
e este modo se simplificaron las cuentas. Desde entonces se determinó la equivalencia de un barril con 50 galones o 300 botellas dejando como base más pequeña que un galón son 6 botellas. En la actualidad nada ha variado y el vino se envasa, se transporta y se comercializa en cajas de 6 o de 12 botellas del mismo tamaño de siempre.
La primera producción en serie de botellas se puso en marcha en la ciudad inglesa de Bristol. Era el año 1821 y su tamaño y su forma ya se parecían mucho a las actuales. Hace bastante poco, Estados Unidos estableció el tamaño estándar de 750 ml para la botella de vidrio con el fin de facilitar las relaciones comerciales y la Unión Europea hizo lo mismo en 1975.
Algunas bodegas se saltan la norma en ediciones especiales para vender tamaños diferentes que aportan el punto exclusivo al sector de la enología. Es posible encontrar botellas mágnum de 1,5 l, el jeroboam de 3 l, el rehoboam de 4,5 l, el mathusalem de 6 l, el salmanazar de 9 l, el balthazar de 12 l y hasta el merchor de 18 l. Dicen los expertos en vino que en estos grandes botellones se conservan mejor los caldos porque hay más cantidad de líquido y menos oxígeno, por tanto, “se produce una menor oxidación y un deterioro más lento”.