Disfrutar de un buen vino es maravilloso, siempre con moderación por supuesto. En Uppers nos gusta probar nuevos caldos y nos los recomendamos entre nosotros. Pero nos surgen dos dudas: ¿cuánto tiempo dura una botella de vino cerrada en casa? Es decir, ¿cómo saber si el vino está caducado?
Aunque el vino es un alimento, como tal no está obligado a incorporar en la etiqueta de su botella una fecha de caducidad porque no existe un tiempo máximo a partir del cual su consumo podría afectar a la salud. Cualquier alimento o bebida tienen que informar obligatoriamente de esa fecha. Sin embargo, solo los vinos naturales la incorporan.
Otra cosa muy distinta es cómo el paso del tiempo afecta al sabor. La típica expresión del refranero: “Mejora con los años, como el buen vino”, podría ser real, pero hasta cierto punto. El tiempo juega a favor del vino, pero en su justa medida. Aunque no aparezca en la etiqueta una fecha máxima de consumo, cada caldo sí tiene un momento óptimo que conviene conocer para disfrutarlo en todo su esplendor, incluso el mejor Gran Reserva.
De este modo, lo recomendable es conocer los tiempos propios de cada tipo de vino con el objetivo de disfrutar de todas sus características en cuanto a sabores y aromas. De lo que se trata es de apreciar todo su perfil organoléptico, es decir, percibir con nuestros sentidos toda su personalidad.
Los productores de vino recuerdan que es un elemento vivo que se conserva en una botella, mantiene un equilibrio y unas características concretas, pero se encuentra en constante evolución. Su composición es lo que hace posible que ese perfil organoléptico perdure en el tiempo y se conserve, es decir, la mezcla de la uva y de los elementos que surgen durante el proceso de fermentación como los taninos, los sulfitos y los alcoholes.
Ya que los enólogos han logrado el objetivo de crear cada vino, nuestra responsabilidad será saber cómo almacenarlo en casa para preservarlo y no estropear el resultado. Hay unos básicos como estar pendiente del corcho para evitar la entrada de microorganismos o mantenerlo a buen recaudo del sol, ya que la exposición solar desencadenaría su oxidación.
Los vinicultores orientan sobre los tiempos máximos de descorche de los vinos tintos, que se establecen en torno al año de la cosecha que sí aparece en la etiqueta. En cuanto a los blancos, su longevidad es inferior por sus características. Sin embargo, en algunos de uva albariño, riesling o chardonnay su capacidad de conservación es muy superior.
Sobre todo, insisten en que hay que quitarse de la cabeza eso de que guardar un tinto crianza durante años en una bodega hará que se convierta en un reserva, porque lo más seguro es que en el momento de su apertura ya esté estropeado.
Además de saber en qué momento descorchar cada vino también debemos aplicar unas normas en cuanto a la temperatura a la que se tendría que servir para apreciar sus propiedades organolépticas en toda su plenitud. A temperatura ambiente o alta solo se percibe el alcohol y se enmascaran los aromas propios de la variedad de la uva y de la crianza. Lo mismo sucede si están demasiado fríos; las papilas gustativas se adormecen y no se reconocen ni matices ni sabores. Otro consejo de los entendidos es que la mejor forma de enfriar es con agua y hielo y nunca en el congelador.
La recomendación es servir los vinos blancos jóvenes a una temperatura de entre 6ºC y 9ºC y los de mayor maduración entre 10ºC y 12ºC. El punto óptimo de los espumosos oscila entre los 7ºC y los 10ºC. Por último, en los tintos varía de menor a más crianza entre los 13ºC y los 18ºC de los envejecidos en barrica.