¿Por qué nos fascinan tanto las ficciones sobre ricos?
Cintas como 'Saltburn' y series como 'Succession' han puesto de relevancia una verdad irrefutable: nos encantan los ricos
Pero más allá del evidente factor aspiracional (o directamente, la envidia) también nos atraen sus dramas ¿Por qué?
¿Realmente nos proponemos tener un jet privado o un yate o ya nos valen como fantasías?
El éxito reciente de 'Saltburn' o la consagración de series como 'The White Lotus' y 'Succession' dicen mucho del interés del espectador por el universo de los ricos. Y lo mismo padecemos por el destino de un 'nepo baby' aristócrata cuyo principal virtud es ser guapísimo y bienintencionado, que suspiramos a bordo del jet privado de Christian Grey, que sufrimos por el cambio de manos de la fortuna de la familia Roy. Es decir, de episodios que quedan tan alejados de nuestra propia experiencia como las aventuras de los 'Guardianes de la Galaxia' o que por lo menos operan en el mismo plano de la fantasía.
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Tengamos en cuenta esto: probablemente una de las últimas grandes tragedias humanas la trajo la pandemia, pero no tuvo que ver con los millones de muertos que el Covid dejó a su paso, sino con los millones de dólares que se movieron para conformar un hecho sangrante, irrefutable y diáfano: mientras el mundo parecía colapsar ante el mayor desastre sanitario del siglo, los ricos se habían hecho aún más ricos. No son, digamos, un colectivo que genere empatía.
Los ricos son una 'otredad' para el 99 % de las personas. Cuando no un enemigo a batir. ¿Entonces por qué la ficción se empeña en demostrarnos, constantemente, que nos interesa lo que les pasa?
Empecemos haciendo una aclaración básica: hay una diferencia grande (muy grande) entre ser rico y ser pijo. La misma que puede existir entre salir en la revista 'Forbes' o en el video de 'Su primer Luisvi'. Bueno, los ricos de verdad tampoco salen en la revista Forbes, pero ya se entiende. Digamos, también, que pijo puede ser cualquier descastado hijo de vecino con cierta facilidad para evadir la más mínima responsabilidad social, pero ser rico es un privilegio al que pocos 'acceden' porque simplemente nacieron con el.
"El mundo no siempre daba a cual lo que merecía, y él era un buen ejemplo de ello" dice Patricia Highsmith sobre su talentoso Tom Ripley, el arquetipo del pobre fascinado por el rico, que es capaz de cualquier cosa con tal de acceder a su mundo. Pero esa lascivia de Ripley -compartida con el Oliver Quick de 'Saltburn'- por los ricos, no se agota en el dinero. Opera en ambos personajes tanto un deseo de ser como de poseer que los erotiza. Se trata, en suma, de una erótica del capitalismo disfrazada de psicopatía. Así, antes que un asesino o un loco, los personajes como Ripley y Oliver no serían más que hijos sanos de la sociedad de consumo.
Los ricos tienen otras necesidades
Tener para comer, llegar a fin de mes, comprar una casa o gastar dinero en ocio, forma parte de lo que entendemos como supervivencia y casi todas las personas que conoces de alguna u otra manera tienen que pensar en este tipo de cosas diariamente. Es más, en eso consiste, básicamente, nuestra vida. Es lo 'real'. Pero hoy otros, a los que no conoces, que no piensan en eso. Digamos que las personas nunca son tan reales como cuando la supervivencia no es una preocupación. De ahí que personajes como los de 'Succession' nos parezcan a menudo tan puros en sus apetencias y sus miedos, tan limpiamente malignos o retorcidos o cobardes. No hay nada 'real' que los empuje a ello.
¿De dónde viene esta fascinación?
Ya en el s. IV a. C Aristóteles decía que las tragedias más bellas eran siempre las que se centraban en 'casas ilustres'. Para el estagirita nada como hacer caer al héroe en la desdicha. Y si era por un error propio mejor. Los pijos que aparecen en series como 'The White Lotus' son un buen ejemplo de ello. Cada uno de sus personajes parece irremediablemente empujado a estropear su propio privilegio, a liquidar su suerte, a arrojarse al vacío. Desde el típico pijo de la camiseta de polo que no se conforma con una disculpa por parte de un empleado sino que quiere "hablar con tu supervisor", hasta el anfitrión incapaz de mantenerse sobrio para cumplir con su trabajo, pasando por la ricachona que juega con la vida de una fisioterapeuta pobre sin verla nunca realmente, más allá de una evidente exotización.
No, no hay empatía con los ricos, pero si, tal vez catarsis. Queremos verlos sufrir, caer, llorar y apuñalarse por la espalda, queremos ver sus casas derrumbarse hasta sus cimientos de la misma manera en que queremos que los Vengadores acaben con Thanos. En ambos casos sabemos que sus emociones son como las nuestras pero sus aventuras pertenecen a otros mundos.