Shoshin, el método japonés del aprendiz que te acercará a la felicidad
Esta filosofía consiste en aplicar a nuestro día a día la mente del principiante, o ver el mundo con los ojos de un niño
Se trata de dejar de lado los prejuicios y estar abierto a las diferentes posibilidades de las cuestiones para alcanzar la felicidad
La única pregunta que debes hacerte para ser feliz, según un experto de Harvard
Desde la antigua Grecia, la búsqueda de la felicidad ha sido una constante en el ser humano, y quizás el mayor error sea ese: la búsqueda constante. A veces la sencillez y la simplicidad puede ser el camino más directo para alcanzar ese estado de plenitud en calma. Por eso es una buena idea mirar hacia Japón, país conocido por su filosofía de autoconocimiento sereno que puede conducirnos a ese ansiado estado de bienestar.
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Dentro de esa filosofía nipona, uno de los términos que más ponen en práctica en su vida diaria es el shoshin, un concepto del budismo zen y las artes marciales que consiste aplicar a nuestro día a día la la mente de principiante, o aprendiz. Robert Waldinger, profesor de la Universidad de Harvard y director del mayor estudio sobre la felicidad nunca realizado, lo explicaba así en su libro 'La buena vida': "El maestro zen Shunryu Suzuki defendió que era positivo abordar algunas situaciones vitales como si nunca las hubieras vivido. En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto hay pocas".
No es tan sencillo cuando se es adulto
Así, el shoshin es una mentalidad ante la vida que nos lleva a afrontar con apertura, entusiasmo y falta de prejuicios cualquier cosa o situación. Esto implica cualidades emocionales como la curiosidad, el entusiasmo, la creatividad, el asombro y el optimismo. Como si fuésemos niños, lo que nos hace vivir el presente como un momento único. En realidad, no es tan sencillo cuando se es adulto. Algo que los pequeños hacen de manera innata se torna más complicado a medida que crecemos y acumulamos conocimientos y experiencias.
Con los años tendemos a desechar automáticamente aquella información que no concuerda con la idea que tenemos de las cosas, y abrazamos aquel enfoque que confirma la posición que tenemos frente a algo. Pero si somos capaces de reencontrarnos con nuestro niño interior, conservaremos algo tan preciado como el asombro ante lo conocido, de modo que el miedo a la incertidumbre desaparece y nos resulta más fácil alcanzar la calma y, con ella, el bienestar.
Cómo tomar el camino del shoshin
El escritor James Clear, especialista en formación de hábitos de larga duración, propone una lista de cosas que puedes incorporar a tu vida para cambiar la mentalidad y tomar el camino del shoshin:
- No busques la productividad en todo: La sociedad en la que vivimos nos empuja a ser constantemente productivos, ejerciendo una presión constante que nos impide disfrutar simplemente de, por ejemplo, el valor de una charla. Una conversación trivial con alguien puede sorprenderte y quizás hasta puedas aprender de ella, solo por el mero hecho de saber más, no para aplicarlo a un bien mayor.
- No pretendas ganar todas las discusiones: No es bueno tener siempre la última palabra. Una discusión no debería ser una pelea, sino un intercambio de opiniones y argumentos que pueden ayudarte a abrir tu mente. Practica la escucha activa y no temas cambiar de opinión si los argumentos que oyes te convencen.
- No tengas miedo a preguntar: En ocasiones una buena pregunta puede ayudarte a descubrir algo que desconocías, abriéndote la puerta a un terreno sorprenderte. De nuevo, se trata de preservar la ilusión por aprender cosas nuevas, como si fueras un niño.
- Asume que no puedes saberlo todo: "Sólo sé que no sé nada" decía Sócrates, una frase que hoy pocos ponen en práctica. Pero olvidamos con mucha facilidad que el temor a mostrar ignorancia sobre algo puede hacer que no te abras a aprender de otras personas.
- No quieras sentar cátedra: en esta sociedad parece que todo el mundo tiene que dar respuesta a todas las cuestiones que se plantean. Pero muchas veces tú no eres la persona más adecuada para darla. Aprender a callar cuando en realidad no se tiene nada que decir y escuchar a los demás, puede darte la oportunidad de incorporar a tu propio saber los conocimientos de otros.