El lujo del oro y los diamantes para vestir una muñeca se queda obsoleto para quien su pasión es el exhaustivo control del tiempo que proporciona un cronógrafo allá donde se encuentre. En Uppers hemos recogido la lista de los relojes icónicos para hombre que marcaron un antes y un después precisamente por esa absoluta precisión en situaciones extremas.
Son relojes unidos para siempre a muchos de los hitos de la humanidad, ya sea en la primera travesía a nado en aguas gélidas, en la negra oscuridad de las profundidades del mar, a miles de kilómetros del planeta tierra o viajando por un desierto a temperaturas inhumanas.
Lo curioso es que actualmente los precios de los relojes más icónicos que creó en su día un maestro relojero, y se siguen fabricando ya perfeccionados, no tienen por qué ser exorbitados. Su funcionamiento es increíble y perfecto en una ciudad cualquiera, a bordo de un cohete, durante toda una carrera de velocidad o sumergidos horas bajo el mar, todo gracias al arte y a la tecnología involucrados en su mecánica y a los materiales con los que se han fabricado. Así, es posible atesorarlos en acero por importes que empiezan en unos 5.000 euros al igual que elegir sus acabados y detalles con tal nivel de lujo que el precio final resultante suma tantos ceros que marean. De este modo, un coleccionista puede llegar a cumplir su sueño a lo largo de su vida de abrazar en su muñeca los relojes más icónicos sin necesidad de vestirlos de alta costura relojera.
Estos son los relojes icónicos para hombre que marcaron un antes y un después:
En 1953 la casa Rolex presentó el Rolex Submariner, el primer reloj de pulsera hermético que además podía ser utilizado para sumergirse a 100 metros de profundidad. Es cierto que gracias a los avances tecnológicos es posible seguir controlando el tiempo o el oxígeno disponible mientras se baja hasta los 300 metros, pero sus características iniciales siguen presentes en los modelos más innovadores: el bisel giratorio graduado, la visualización luminiscente, las agujas y los índices de las horas en gran tamaño o la caja Oyster, una palabra que en inglés significa ostra y suponía una solución revolucionaria en esas primeras décadas del siglo XX.
Rolex patentó la caja Oyster en 1926 que proporcionaba la hermeticidad necesaria para que la maquinaria pudiera seguir midiendo el tiempo a pesar de permanecer horas bajo el agua y en elevadas profundidades. Una ostra “puede vivir en el agua por un tiempo ilimitado sin sufrir ningún daño en su organismo”, lo mismo que la nueva caja de la casa Rolex logró para sus relojes, ampliando los límites en la utilidad de los cronógrafos.
La presentación del cronógrafo Speedmaster por parte de la prestigiosa casa Omega también supuso un hito en la historia relojera. Tras su lanzamiento en 1957 el fabricante estuvo trabajando junto a la NASA para que fuera utilizado en las expediciones lunares. Y así fue: el modelo Omega Speedmaster fue el primer reloj que llegó a la luna en la expedición que se hizo en julio de 1969. Cuatro años antes la agencia aeroespacial estadounidense lo eligió y le dotó de la cualificación necesaria junto a Omega para que fuera usado en todas las misiones espaciales tripuladas. El álbum este cronógrafo ya suma seis alunizajes, motivo suficiente como para que se haya ganado el apodo de ‘el Moonwatch’.
Uno de los últimos modelos, el Speedmaster X-33 Marstimer se ha fabricado en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA) y su precio según la web de la marca no supera los 8.000 euros. La caja es de titanio de grado 2 y puede mostrar la hora solar real en cualquier lugar de la Tierra o de Marte gracias a un nuevo microcontrolador, desarrollado y programado para aplicar la ecuación del tiempo para los dos planetas. También incorpora una brújula solar que funciona en la tierra y lo haría en Marte.
El Breitling Navitimer fue otro de los relojes que sentó precedente. Primero, tras su lanzamiento en 1952, se convirtió en el preferido de la aeronáutica porque permitía que el piloto pudiera controlar por primera vez el consumo de combustible, la velocidad del aire y la distancia en los viajes. Así, las casas relojeras entraron en su propia “guerra espacial”. Antes de que el Omega Speedmaster llegara a la Luna en 1969, los expertos de la casa Breitling trabajaron junto al astronauta Scott Carpenter para que les guiara en las funciones y las características que debía tener un cronógrafo para ser útil lejos de la atmósfera terrestre.
En 1962 Carpenter recibió un prototipo de Breitling diseñado en exclusiva para un astronauta. En mayo de ese año se lo puso para cumplir con la misión Mercury-Atlas 7 a bordo de un cohete Atlas. La cápsula espacial a la que llamaron Aurora 7 debía orbitar alrededor de la Tierra. La misión fue un éxito y Carpenter regresó aterrizando en el Atlántico con el Breitling Navitimer en perfecto estado de funcionamiento.
Tras la celebración de un partido de polo británico uno de los jugadores mostró cómo había terminado su reloj tras recibir un golpe. El cronógrafo quedó totalmente destrozado. Este suceso le sirvió a la casa relojera Jaeger-Le Coultre para crear en 1931 su modelo más icónico, el Reverso, que supuso un verdadero éxito.
La esfera del Jaeger-Le Coultre Reverso podía girar sobre sí misma sin la necesidad de desabrochar la correa y quedar oculta mirando a la muñeca. De este modo quedaba protegido de cualquier golpe. Esta solución permanece presente en la marca y a lo largo del tiempo ha ido sumando prestaciones o haciéndose más sofisticada.
En la década de los sesenta la casa TAG Heuer tomó la decisión de vincular sus diseños al mundo del motor probablemente para despuntar en otra rama que necesitaba innovación igual que sucedía en el sector aeronáutico o el aeroespacial. En 1963 se presentó el TAG Heuer Carrera en honor a una de las competiciones del motor más importantes. Se trataba de la Carrera Panamericana con coches de rally, una larguísima y peligrosa ruta de 3.000 kilómetros que enlazaba El Paso (Texas) con Guatemala y que solo pudo organizarse desde 1950 a 1954. Después, en 1988 se volvió a reactivar en México y actualmente se sigue celebrando.
El TAG Heuer Carrera se inspiró en la que se considera la competición más peligrosa del mundo y cada una de sus funcionalidades cumple una necesidad de los pilotos profesionales. El objetivo era la sencillez y una fácil lectura, además de precisión y fiabilidad. Los primeros modelos que se comercializaron desde 1963 hasta 1970 tenían unas llamativas asas angulares y unas esferas que incluían pulsómetro, minutos decimales y escalas de taquímetro.