Comprar sobres con cromos, pegarlos en su álbum y cambiar los repes en el patio del colegio constituía un protocolo casi obligado para cualquier niño de los años setenta u ochenta. Los más populares eran los de fútbol, que permitían inventariar las plantillas de todos los equipos de primera división, pero también gozaron de entusiasta aceptación colecciones como Vida y color, Animales y minerales o incluso algunas con títulos que hoy merecerían oportuna revisión, como Pueblos y razas.
En la actualidad, cuando los bienes tangibles han quedado en parte relegados por los digitales, el coleccionismo de cromos persiste sobre todo como pasatiempo de uppers. Y como los mayores suelen tener más dinero que los pequeños (no siempre), los fabricantes multiplican sus ediciones, lo que ha dado renovado vigor al negocio. Como dice Darío (56), coleccionista y periodista cultural madrileño que ahora trabaja como funcionario, "se ha convertido más en una afición para adultos que para niños".
Darío empezó a coleccionar cromos como todos: en el colegio. Cuando llegó a la edad de interesarse por otros placeres, abandonó aquella y otras costumbres de su infancia. A raíz de la pandemia de covid, ha revitalizado su interés por estas pequeñas tarjetas con imágenes. Mi tío, que es quien me llevaba de pequeño al Rastro a cambiar cromos y me compraba los sobres, nunca ha dejado de coleccionar", nos cuenta. "Hace un tiempo tomé la costumbre de acudir al Rastro con él, desayunar, dar una vuelta…, y luego él se iba con sus amigos de los cromos. Con esto del covid, su grupo se fue mermando y un poco por solidaridad empecé a acompañarle en su búsqueda de cromos, y volví a aficionarme".
Encuentra que este hobby es "bastante adictivo, muy relajante, relativamente fácil y hasta cierto punto económico". Y añade: "Como además es una actividad que puedes simultanearla con otra (mientras pegas los cromos puedes escuchar música, por ejemplo), te sirve para abstraerte y es una manera sencilla de revivir esas sensaciones de la infancia".
Aun así, hoy el coleccionismo de cromos se parece en poco al divertimento de antaño. Como explica Darío, !cuando éramos pequeños salía una colección en septiembre y con eso te tirabas todo el año". Los chavales nos gastábamos la paga en sobres hasta que completábamos el álbum, operación que requería el cambiar los cromos repetidos con otros niños en el colegio o en cualquiera de los múltiples mercadillos que salpican la geografía española (el más famoso, el Rastro madrileño, donde en su plaza del Campillo del Nuevo Mundo sigue practicándose el intercambio y la compraventa los domingos). Terminada la colección, empezábamos otra o, si era de fútbol, aguardábamos al inicio de la siguiente temporada balompédica para reanudar la actividad.
"Ahora el modelo ha cambiado", indica Darío. La principal editorial europea, Panini, ha imitado los hábitos de la estadounidense Topps, especialista en inundar el mercado con ediciones diferentes sobre un mismo tema. "Primero sacan la colección tradicional de adhesivos —continúa Darío—, y en dos meses se supone que debes haberla terminado porque empieza la de las fichas: los megacracks. Son cromos que no se pegan (traen información en el reverso), sino que se guardan en archivadores de hojas de plástico transparentes; después sacan colecciones que son a la vez juegos; más tarde ediciones limitadas que vienen en latitas, los adrenalyn, ediciones especiales, premium, con autógrafos… Con lo cual te tiras todo el año haciendo colecciones. Tú ahí ya decides cuándo cortar. Los chavales, cuyo nivel de concentración hoy en día es limitado, pasan de todo; en cambio, los adultos no".
"Los adultos ya no hacen como hacíamos nosotros de niños —prosigue—, que comprábamos cinco sobres, los abríamos en casa, los pegábamos, cambiábamos los repes… No. Eso se queda para los niños. El adulto dice: quiero un álbum, una caja de 50 cromos y las dos colecciones limitadas, del tirón. A veces la misma semana que ha salido el álbum lo tienes prácticamente terminado. Hoy más que coleccionar cromos, se coleccionan colecciones. A mí eso de gastarte de entrada cien pavos y hacer cambios casi al peso me parece que le resta mucho encanto. Ahora es casi una labor notarial".
Los más acaparadores deben recurrir al ingenio (y al dispendio) para saciar su voracidad. "Algunos llegan a extremos que…", dice Darío. "Existe una revista dedicada a cromos de fútbol, que edita Panini (Jugón!), que la gente compra solo porque en cada número viene un cromo de edición limitada. Es para completistas". Más fuerte aún: "Ahora han sacado una revista infantil, Panini Play, que trae pegatinas de My Little Pony, Ladybug, cosas así…, y un cromo, el primero de los cuales ha sido el de Gavi (la joven revelación del FC Barcelona). Te cobran cinco euros por esa revista, y el señor maduro se la compra porque lo que quiere es el cromo de Gavi".
El propio Darío y su tío están haciendo juntos una colección de dinosaurios que les va a llevar su tiempo terminar. "Durante un año, una revista mensual publicará un cromo; tienes que estar pendiente de la revista y del puñetero dinosaurio durante un año entero para que no se te escape uno. Y como se te olvide comprarla, olvídate. Con eso de sacar cromos en revistas hay gente que va por los quiscos y pregunta: ¿Cuántos ejemplares tiene? ¿Ocho? Pues deme los ocho. Y luego los vende. También hay especulación en estas cosas".
El actual modelo de negocio y la consiguiente dificultad de conseguir algunos cromos ha impulsado una red de compra y venta bastante compleja. Existen casas de tasación, donde se valoran los cromos como si fueran antigüedades u obras de arte (previo pago de las correspondientes minutas). La cotización de algunas unidades alcanza las cuatro cifras. "El primer cromo de Messi cuando llegó a La Liga se ha vendido por 1.500 euros, y era barato", dice Darío.
En su búsqueda por cromos de edición limitada, algunos coleccionistas acuden a los lugares de compraventa e intercambio báscula en mano. "Los cromos de edición limitada a lo mejor pesan un par de gramos más; pues hay gente que va con una báscula, pesa los sobres, y si uno pesa dos gramos más se lo queda: así detecta que contiene un cromo especial". Determinadas imprentas hacen su agosto editando colecciones a medida: "Eliges el tipo de álbum, el diseño, les mandas los cromos…, y encargas las copias que quieras; después puedes repartirlas entre amigos, venderlas… Son colecciones piratas", nos ilustra Darío.
El coleccionismo de cromos puede abordarse de muy distintos ángulos: hay quien se especializa en imágenes de un tema muy concreto. Es el caso de Rafael (53), profesor sevillano de cursos de acceso a la universidad para mayores, actualmente en paro, cuyo repertorio se centra casi exclusivamente en cromos del Real Betis Balompié. Unos 4.200 atesora, el más antiguo de la temporada 1921-1922. Pero asegura que el total de cromos publicados sobre el Betis ronda los 9.000: "Me quedan todavía muchísimos", afirma. Rafael también da fe de los precios exorbitantes que pueden alcanzar algunos ejemplares. "Los de Gavi los están vendiendo a 6.000 o 7.000 euros", dice. Lo sabe bien porque la primera vez que el internacional del Barça de 17 apareció en un cromo fue como jugador de la cantera del Betis. "También es difícil de encontrar el primero de Cardeñosa: puede valer hasta 300 euros".
Rafael descubrió esta pasión durante el Mundial de 1982 que se celebró en España. "Vi un reportaje en televisión sobre Maradona, y al mismo tiempo supe que mis amigos coleccionaban cromos. A partir de ahí, empecé a comprar los sobres el el quiosco, de álbumes indistintos. Me gustaba y me sigue gustando es que, sobre todos los antiguos, están representando una época desaparecida. Son trocitos de la historia". Al principio, ni siquiera le hacía ascos a los cromos de los jugadores del Sevilla FC, equipo rival. "Guillermo Campanal, máximo goleador del Sevilla en los años treinta, era vecino mío. Íbamos mucho a su casa y me enseñaba cromos antiguos", recuerda.
Su gusto por los cromos le ocupa tiempo, espacio y dinero. Cuando hablamos con él, aguarda en el patio de su casa la llegada de un paquete de Correos con un nuevo cargamento ("Es que el timbre de abajo está estropeado", dice). Despliega su colección en varias estancias de su vivienda, entre ellas el dormitorio y el salón. Sobre lo que invierte económicamente… "Estoy tan ensimismado que no me doy cuenta de lo que me gasto. Es una obsesión", explica.
Similar coyuntura afronta Cayetano (64), empresario alicantino que posee una papelería que surte de material a empresas. "En mi nave tengo un armario lleno hasta arriba; mi casa, también. Mi mujer me va a matar. En el mueble del comedor, en un rincón del sofá donde nos sentamos… Hay cromos por todas partes".
Cayetano se ha especializado en cromos de fútbol, aunque también los recopila de lucha libre americana o Marvel. Seguidor del FC Barcelona, no hace distinción de colores cuando se trata de cromos. "Tengo álbumes de ligas de los años cincuenta… Mi joya ahora mismo es un álbum en el que tengo a Kubala y leyendas del Real Madrid como Di Stefano, Puskas… Hoy serían prácticamente imposible de conseguir. Los hallé en un mercadillo en Alicante, y me costaron 3.000 o 4.000 pesetas de la época, hace muchos años".
"Para mí, el rato que estoy con esto es un rato de relax", dice Cayetano. "Se me va todo el estrés. Ese ratito, por las noches o los fines de semana, para mí es un placer. Se me pasan las horas sin darme cuenta". Sus dos hijas no han mostrado interés por compartir su afición. "Son de otra generación, y es otra historia", añade. "Cada vez hay menos niños que coleccionan. Tienen otras motivaciones. Los de nuestra generación cuando éramos niños no teníamos nada, y para nosotros era una manera de matar nuestro tiempo. Mantener vivo ese recuerdo es lo que hace de los cromos algo tan bonito".