El humor es la razón cuando la vida se ha vuelto loca. La frase, que se atribuye a Grouco Marx, es tan mordaz como su autor, pero sostiene en pie a Paloma, matrona madrileña de 54 años, divorciada desde abril de 2021, después de 25 años de matrimonio. "Aunque fue una decisión de los dos, sentí una profunda pena", explica. Todavía estaría llorando si no fuese porque su grupo de amigos la rescató a tiempo. "Me organizaron una fiesta sorpresa el último fin de semana de julio, tres meses después de firmar el divorcio. Lo que yo creí que sería una especie de fiesta de fin de curso antes de irnos de vacaciones resultó una despedida de casada en toda regla. Una despedida de soltera, pero a la inversa".
Cenaron, brindaron con cava y bailaron casi hasta el amanecer con la música de un DJ amigo que contrataron para la ocasión. "Hacía tiempo que no nos reíamos tanto -confiesa-. Fue un momento lleno de significado que voy a llevar grabado siempre en el corazón. Además, tengo que reconocer que la cura fue más efectiva que llorar un mar de lágrimas al teléfono dándole la brasa a los amigos".
Marta Odériz Balaguer, directora de Kubalu Events, nos invita a conocer de cerca una fiesta de divorcio. "Realmente -dice- es muy similar a un evento particular común. Por ejemplo, un cumpleaños. Nos suelen pedir que busquemos un espacio donde poder llevar a sus amigos y familiares. Contratamos un cóctel o menú sentado y el evento termina con barra libre y música o DJ". Dada la peculiaridad de la situación, explica que para los clientes es importante contratar un espacio en exclusividad para garantizarse que tendrán intimidad. Esto permite además personalizar a gusto de quien contrata o acorde con la personalidad del protagonista. "Hay detalles que son significativos, como una decoración divertida. En este sentido, nunca falta un lazo de una esquina a otra de la sala. Normalmente detrás hay un pequeño escenario o photocall. El cliente lo corta en señal del fin del matrimonio. También se suele contratar repostería personalizada".
En Estados Unidos, Odériz sería una divorce party planner, algo así como el reverso del wedding planner (organizadora de bodas). En este país existe bastante tradición en este tipo de ceremonias, pero la figura de organizador de fiestas de divorcio la promovió la empresaria Christine Gallagher, autora de 'The divorce party handbook', un curioso manual para que la ceremonia acabe realmente bien. La idea de dedicarse a ello surgió espontánea, en 2003, con motivo de la ruptura tan abrupta que sufrió una de sus amigas a punto de pasar por el altar. "Comimos picante, contratamos a un profesor de salsa y encendimos una fogata que sirvió para quemar el trofeo de caza más preciado por su ex, una cabeza de venado. Fue catártico", escribe.
Tal fue el éxito de aquella primera vez que se le ocurrió dar un paso más creando su propio método y su propia empresa promotora. Reconoce que una noche de fiesta no soluciona los problemas que derivan de un divorcio, pero está convencida de que supone un gran salto adelante desde el punto de vista emocional. Bien pensado, es algo consustancial al ser humano. Desde el punto de vista antropológico, en todas las culturas los cambios que se van sucediendo a lo largo de la vida se acompañan de rituales y, cuanto más elaborada es la ceremonia, más importancia le damos. Ahí están, por ejemplo, las despedidas de soltero, el casamiento, los bautismos, aniversarios, funerales o la llegada del año nuevo. ¿Por qué no incluir también el divorcio?
Es verdad que nos falta tradición, pero quienes apuestan por este rito lo defienden como un modo legítimo de poner el punto y final a un proceso de duelo para permitir la apertura a lo que nos puede deparar la vida. "A mí me ayudó a pasar del caos emocional a tomar el control de la situación y rebajó los niveles de ansiedad que estaba sufriendo desde mucho antes de tomar la decisión de separarnos. La fiesta fue un modo de decirme que mi gente está conmigo y que me puedo sentir cuidada. Ahora me hablan de divorcio y presto más atención a ese momento que a todo lo malo que supuso la ruptura", justifica Paloma.
Odériz dice que la iniciativa de organizar esta celebración partió de los mismos clientes. "Estábamos enteradas de que era algo que ya estaba muy de moda en Estados Unidos. Incluso salía en alguna serie o película, pero desconocíamos que estuviese llegando también a nuestro país. Los clientes vinieron con la idea ya tomada y nos pidieron ayuda en la organización". Según viene observando en su agenda, el perfil más habitual es el de Paloma. "Hemos trabajado siempre con clientes a partir de 45 años y, de momento, siempre mujeres. Como peculiaridad diría que se nota que es gente muy divertida, que se toma la vida con humor".
Paloma lo confirma: "El humor es terapéutico y en nuestro entorno tiramos de él para todo. Tenemos una edad en la que, si nos lo proponemos, cada día tendríamos un motivo para llorar. El divorcio de uno, los cuernos de otro, un diagnóstico de cáncer, los disgustos de la nuera o los estresores que tiene un trabajo como el nuestro. Si no le ponemos algo de folklore a los problemas, la vida nos devora. Las risas que nos echamos por el grupo de WhatsApp nos permiten un respiro y nos ayudan a conectar. Al final, la fiesta de divorcio es solo un detalle más en esa actitud".
Un matiz que destaca Odériz es que, generalmente, la parte que celebra este tipo de fiesta "es la que ha salido ganando o se ha hecho más fuerte mentalmente después de un caso duro con su pareja. Es gente que ya lo tiene bastante superado". En cualquier caso, asegura que la fiesta de divorcio tiene ese poder de reparación. "Al final, estás acompañado de tus familiares y amigos en un momento así y eso, como en todo, resulta tranquilizador". El manual de Gallagher incluye dos reglas de oro que se respetan en cualquier fiesta de divorcio: no se admiten niños y no nos olvidamos del homenajeado un día después. Las razones son obvias. Por una parte, a los hijos les puede provocar mucha confusión un festejo de estas características. Por otra, la autora recuerda que eso de bailar, beber y celebrar es magnífico, pero el protagonista retomará su proceso de duelo al día siguiente y necesitará sentir cerca esa amistad.
La Ley del Divorcio se aprobó en España en 1981. Desde entonces, las demandas han ido aumentando de forma progresiva. En 2021, 93.505 parejas se separaron, divorciaron o pidieron la nulidad, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial. Las cifras permiten hacerse una idea de lo que puede dar de sí esta nueva tendencia.