Mario Vargas Llosa ya es inmortal. Así se les llama a los intelectuales, escritores y artistas que consiguen entrar en la Academia Francesa. Es el primer escritor no francés que logra la hazaña, en parte por su exhaustivos estudios sobre 'Madame Bovary', una de las obras cumbres de la literatura gala. Mucho se ha hablado estos días sobre la influencia de esta novela en la propia vida del escritor, convertido para algunos cronistas sociales en una especie de 'Monsieur Bovary', el hombre tocado por una historia de amor no tan idílica como parecía.
Pero el ingreso de Vargas Llosa ha generado otro interés. Entre los invitados personalmente por el escritor: Patricia Llosa, la segunda esposa, con la que ha estado casado más tiempo y madre de sus hijos. ¿Es Patricia Llosa el amor tranquilo tras la ruptura con Isabel Preysler? Si fuera así, estaríamos ante una relación intermitente o boomerang.
"Son relaciones de ida y vuelta. Lo dejan y vuelven. Lo dejan y vuelven a reconciliarse. Al final, es un sufrimiento prolongado en el que no entendemos que esa relación es tóxica o que no funciona. También se pueden llamar relaciones intermitentes porque siguen un patrón de ruptura-reconciliación. Hay investigaciones que apuntan a que este tipo de relaciones afectan a la salud mental. De hecho, son relaciones tóxicas basadas en un duelo que nunca puedes cerrar. He visto parejas que han roto y han vuelto hasta diez veces", asegura la psicóloga y terapeuta de pareja Lara Ferreiro, autora de 'Adicta a un gilipollas", libro en el que recorre la dinámica de muchas relaciones tóxicas.
Según la experta, estas relaciones se sustentan en un ciclo bien definido. La primera fase es la euforia, cuando comienza la relación y está en su mejor momento. La segunda es la subordinación: uno de los miembros de la pareja supedita su actividad a la del otro, incluso anula su personalidad para no perder a esa persona. En la tercera fase comienza el declive de la relación: empiezan las peleas y algunas situaciones de abuso o de demandas excesivas. La cuarta fase es la de la ruptura, aunque realmente la parte agraviada puede querer seguir con la relación. En la quinta es frecuente que se produzcan relaciones de transición que no terminan de satisfacer. En la sexta y última fase, se da la reconciliación. Normalmente la persona subordinada cree que la otra parte puede cambiar, pero no es la dinámica más frecuente. Y vuelta empezar. Las veces que el cuerpo o el corazón aguanten.
Aunque todos podemos romper con una pareja y volver con ella pasados los años, las personas que lo hacen de manera reincidente muestran un perfil concreto. "El perfil más habitual es de una mujer adicta emocional, enganchadas a relaciones tóxicas. Responden al tipo de lo que llamo 'la geisha sumisa', la consentidora, la mujer que consiente cualquier cosa con tal de que esa persona no la abandone. Son mujeres también muy crédulas y sin autoestima. Muchas de ellas tienen apego inseguro; para ellas, las relaciones sentimentales son como una droga. En el apego inseguro necesitas agarrarte a la otra persona y si no está disponible, también genera mucha ansiedad", explica Lara Ferreiro.
Pero lo más importante de este perfil es, precisamente, el perfil de la persona a la que se vinculan. "Suelen engancharse a personalidades narcisistas que se quieren a sí mismos por encima de todas las cosas. Su prioridad son ellos mismos. Algunos son psicópatas, otros son solo narcisistas... Este tipo de hombre petulante que se encanta a sí mismo y la mujer termina supeditada a esa relación", analiza la experta.
¿Puede aplicarse este esquema a la relación entre Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa? "Patricia era la mano derecha del escritor, estaba en un discreto segundo plano. Isabel es la reina de corazones, brilla con luz propia en mundos muy distintos. Patricia y Mario tienen mundos afines", explica Ferreiro.
La separación entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler ha hecho correr ríos de tinta. Una ruptura tan mediática ha dado lugar a que se hayan ido descubriendo aspectos inéditos de los protagonistas. Ahora, por ejemplo, se ha hecho público que antes de Isabel Preysler el escritor había sido infiel de manera reiterada a Patricia Llosa. ¿Por qué se mira a otro lado cuando esto sucede? "Hay varios motivos. Hay mujeres que piensan que es la única manera de retener a ese hombre; otras tienen la esperanza de que eso cambie, aunque se trate de un infiel crónico, un narcisista o incluso un psicópata. No se dan cuenta de que no importa el amor que ellas den, sino cómo es él. No hay nada que hacer, la persona que está viviendo ese tipo de relación va a sufrir mucho. Otras mujeres aguantan por los hijos, para salvar a la familia, pero la realidad es que las relación de pareja está rota, aunque la familia pueda continuar. Asumen un rol de salvadoras de la familia a costa de su anulación como mujer", señala la experta.
Por último, también hay mujeres que temen el cambio: cambiar de casa o de rutinas no va con ellas. Perdonan la infidelidad una y otra vez por la falsa seguridad de mantener su entorno o su estatus. "Hacen como que olvidan, pero la herida se abre una y otra vez", explica la psicóloga, quien también establece otro perfil: el de la mujer que prefiere ser la pareja oficial porque tiene idealizado a su marido. "Es el paradigma de la consentidora perfecta", afirma la experta.
Cuando la relación se retoma, ¿qué escenario espera a la (otra vez) nueva pareja? "Cuernos perdonados, cuernos multiplicados", asegura Ferreiro. "La infidelidad se hace crónica y comienza el ciclo de las relaciones tóxicas, un bucle sin fin", señala la experta. La oxitocina, la hormona del amor, se encarga de borrar los malos recuerdos. Se piensa que el amor lo podrá todo o que no le hemos dado a la pareja lo que necesita", afirma esta psicóloga, que se muestra a favor de tener un planteamiento práctico y realista de la pareja. "Lo que yo penalizo es el engaño. Si quieren abrir la relación, puede ser una opción. Pero lo que no puede ser es engañar a una persona una y otra vez", afirma.
Volver una y otra vez va minando la relación. "Se rompe la confianza y es complicado recomponerla. Hay desconfianza y celos fundados. Hay que distinguir esto muy bien: por un lado están los celos irracionales por traumas del pasado (hay que tratarlos en terapia), pero otra cosa son los celos racionales por vivir con un infiel crónico. Esos celos están mandando el mensaje de que hay que alejarse de ahí", asevera.
Cuando se da el paso de volver a reconciliarse, ¿cuál es el pronóstico? "Si se quiere reformular la pareja, hay que hacer un trabajo intenso de terapia y aún así el pronóstico es desastroso. La pareja puede seguir, pero es alargar la vida de una manera artificial porque la relación está en fase terminal. Especialmente, la persona que consiente, la adicta emocional está emocionalmente destrozada. No hay un apego afectivo maduro y feliz", advierte la psicóloga.
En opinión de esta profesional, las segundas partes casi nunca son buenas. "Solo merecen la pena si detrás hay una causa que se puede resolver, con unas normas claras. A las consentidoras les recomendaría que se leyeran 'Adicta a un gilipollas' y que trabajen esa adicción emocional porque, si no, van a acabar repitiendo la misma historia una y otra vez"