Ana Rosa defiende "lo maravilloso" de tener camas separadas y baños independientes: ¿por qué es bueno para la pareja?
Ana Rosa Quintana ha confesado en su programa de televisión que prefiere no compartir baño con su pareja: "Es el mayor lujo, aunque no hay para más"
La propia Michelle Obama admitió hace tiempo que tener baños separados era una de las claves de la felicidad de su matrimonio
Ana Rosa Quintana ha confesado en su programa de televisión que prefiere no compartir baño con su pareja y se plantea si es mejor dormir juntos o separados, el famoso 'divorcio de camas'. Tras escuchar los testimonios de varios ciudadanos y de una experta, Ana Rosa es clara: "Me parece mucho más importante que tener las camas separadas. La auténtica intimidad es esa. ¿No os parece maravilloso que tengamos baños separados? Para mí, el lujo sería el tener dos baños que estén separados". A la presentadora se le escapa una sonrisa y fantasea con poder tener un cuarto de baño para ella y otro para su marido, el empresario Juan Muñoz. De hecho, le encantaría, pero "no hay para más", concluye.
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Garantizar la intimidad
Cuando se vive en pareja, el objetivo es compartir la intimidad. ¿Y hay algo más íntimo que compartir baño y colchón? Probablemente no, pero, como en todo, también en este asunto hay que poner límites. Antes que Ana Rosa, la propia Michelle Obama admitió que tener baños separados era una de las claves de la felicidad de su matrimonio. "Tener baños distintos puede ser útil, básicamente porque evita posibles conflictos o posibles situaciones de fricción según los hábitos que uno tolere o no tolere del otro. Si uno tiene más manías que el otro, es más difícil que las tolere. Mantener un lugar separado, con cierta intimidad personal puede llevar a una mejor convivencia", afirmaba Guillermo Fouce, profesor de psicología y presidente de la Fundación Psicología sin Fronteras, recientemente en Uppers.
En el mismo sentido, un estudio de 2017 realizado por la empresa alimentaria Honest Tea señaló que el 60% de los encuestados creían que los hábitos que cada miembro de la pareja desarrollaba en el baño influía en la calidad de la relación. Otros encuestados afirmaban que cuando el baño generaba algún tipo de discusión se estaba encubriendo otros problemas. Lo cierto es que cuando la pareja tiene problemas, estos se expresan en cualquier ámbito. Y el baño puede ser el mejor campo de batalla. Así lo confirma el psicólogo Guillermo Fouce: "No es extraño: en el baño compartimos modos de ser y hacer que pueden provocar molestias o tensiones".
¿Es bueno compartir los sueños?
Algo parecido ocurre con dormir en la misma cama. En las parejas mayores de 50, con una convivencia dilatada, compartir colchón puede ser una experiencia poco satisfactoria. A la idea romántica de compartir -literalmente- los mismos sueños les siguen otras derivadas: oír los ronquidos de la pareja o sentirse 'colonizado' por el otro, sin espacio para el descanso. Con tales incomodidades, mudarse a otra habitación puede ser una opción ¿sin consecuencias? "En mi experiencia, este divorcio de camas es muy mala señal. Si te divorcias de cama, puede haber divorcio de papel", explicaba también en Uppers la psicóloga y terapeuta de pareja Lara Ferreiro, para quien hay una correlación entre dejar de dormir juntos, la edad y los años de la vida común.
"Casi siempre ocurre entre parejas de larga duración. El divorcio de camas suele ser un divorcio de vidas. Se da más en personas en torno a 60 años. Igual no se divorcian, pero ya han perdido la intimidad de la pareja, ya son más compañeros de piso. En las parejas jóvenes ocurre menos porque al llevar menos tiempo le echan más ganas", señala esta experta. Para Ferreiro, de hecho, es impensable no dormir juntos en la fase del enamoramiento y de los primeros años de convivencia. "Se ha comprobado que en el enamoramiento y en la zona de confort se duerme juntos. A partir de las crisis, las parejas pueden dejar de hacerlo. Y una vez que se van, ya no vuelven a la cama común", advierte la psicóloga, para quien el sexo también se resiente de este 'divorcio de camas', especialmente en el caso de las parejas románticas, aunque no tendría por qué ser así: "Algunas parejas se han dado cuenta de que las relaciones sexuales no solo se tienen que reducir a la noche, incluso pueden mejorar las relaciones si ambos aceptan con normalidad la situación", señala esta experta.
Las bondades de no compartir baño ni cama
Tener baños o dormitorios separados, en realidad, es algo que debe decidirse según la dinámica y las circunstancias de cada pareja, pero suele verse como un paso atrás en los niveles de intimidad. Sin embargo, pueden ser medidas terapéuticas para su supervivencia, especialmente cuando hay tensiones o se vive en una zona de demasiado confort, donde nunca pasa nada. Incluso en este caso, cualquier disonancia en la convivencia puede erosionar la relación.
Si lo que queremos es, precisamente, esquivar las fricciones, los expertos recomiendan eliminar los escenarios y las circunstancias que las propician. A casi todos los que vivimos en pareja se nos ocurren unas cuantas. Sin ánimo de ser exhaustivos, aquí van algunas.
Tener agendas diferentes
Oír a modo de despertador el ruido de la cisterna o la cadena del baño, el chapoteo de la ducha, el sonido del secador, el abrir y cerrar de armarios y cajones no es agradable cuando un miembro de la pareja tiene un horario distinto al otro. Levantarse antes implica hacer ruido y, por tanto, molestar a la otra persona que duerme en nuestra cama. Disponer de otro baño o dormir en otra habitación parece sensato para que el otro miembro de la pareja pueda despertarse en su (mejor) momento.
Compartir a disgusto
Con el paso del tiempo, a muchas parejas no les gusta compartir espacio para algo tan personal como la higiene y el descanso. Es necesario disfrutar de cierta intimidad porque no podemos estar en modo 'social' las 24 horas del día, menos en nuestra propia casa. El caso del baño es aún más incómodo. Usar la misma la misma pasta de dientes, crema corporal, jabón de manos, jabón de ducha… O por el contrario tener los productos por duplicado, duplicando también la posibilidad de desorden... El doble baño hace que cada uno sea dueño y responsable de sus cosas, incluido el enigma de quién repone el papel higiénico. Ocurre por igual entre hombres y mujeres, y, más que mala idea, lo que hay detrás son prisas y despiste. Con baños separados, la responsabilidad es única y exclusivamente del usuario del baño.
Al fin libres
Si no tenemos la suerte de disfrutar de espacios grandes, ya sea en el dormitorio o en el baño, lo normal es que un miembro de la pareja 'invada' el terreno del otro. Esto es aplicable a las estanterías del baño, al espacio del lavabo mientras te lavas los dientes o a los centímetros de colchón. Algún matrimonio ha ganado bienestar cambiando un colchón de 1,35 por otro de 1,50. Con esos 15 centímetros se han evitado muchas guerras. Pero si es posible, mudarse de habitación y quedarse en otro baño puede ser bueno para la relación. Imaginemos una pareja libre de tensiones por el desorden, la falta de espacio o la enésima noche durmiendo mal.
Compartir la intimidad no siempre es sexy
Compartir baño y cama todos los días de la vida no es sexy. Con los años, los despertares y los hábitos van cambiando. Como señalaba Ana Rosa, mantener la esfera privada celosamente guardada en nuestro propio baño "es maravilloso". Solo así podremos custodiar el misterio que nos enamoró y con el que enamoramos. Las relaciones evolucionan y las mariposas en el estómago apenas duran unos años, pero también es bueno dejar que sigan viviendo, de manera apacible, en nuestro recuerdo. Ninguna de las antiguas mariposas sobreviviría entre ruidos, olores, desórdenes, incomodidades, manchas, ronquidos y rutinas inconfesables. Aunque pertenezcan a la persona más importante de nuestras vidas.