Para estar mejor: cómo saber qué tipo de apego tienes con tu pareja
Redacción Uppers
Una mala relación de pareja puede deberse un apego tóxico vivido en la infancia.Getty.
El apego se da en todas las relaciones humanas; se trata del vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre madres e hijos
Según la teoría del apego, la capacidad de resiliencia de los adultos está influenciada por el vínculo formado en los primeros años de vida
Existen cuatro tipos de apego: seguro, ambivalente, evitativo y desorganizado
Las relaciones de pareja son tan complejas como intransferibles. Hay matrimonios que se pasan el día discutiendo y jamás han pensado en separarse, y otras, aparentemente modélicas, que un día anuncian su ruptura por sorpresa. Esto ocurre porque la manera de comunicarse de cada una de ellas es distinta. El apego que han generado tras años de convivencia va a hacer que la relación transite por la senda de la armonía o la del conflicto.
En principio, cualquier relación de pareja debería hacer felices a cada uno de sus miembros y hacer que lograran desarrollar lo mejor de cada uno. Pero no siempre es así, especialmente cuando los sentimientos van por un lado y la dinámica de la relación, por otra. Por ello, es importante saber diferenciar el tipo de apego que tenemos en nuestra relación.
El apego se da en todas las relaciones humanas. Se trata del vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida. Esta primera relación de apego básica se da entre madres e hijos. El apego en la infancia da bienestar y seguridad. El psiquiatra y psicoanalista infantil estudió los efectos de la relación entre el cuidador principal y el menor, en la salud mental de los menores y en su vida adulta. Después de realizar estudios con niños que habían cometido pequeños delitos y con niños que habían sido separados de sus madres a edades tempranas, el experto concluyó que la capacidad de resiliencia de los menores estaba influenciada por el vínculo formado en los primeros años de vida. En este sentido, el tipo de relación que se establece entre el bebé de pocos meses y su cuidador es determinante en la conducta y desarrollo emocional posterior. El estilo de apego establecido durante la infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del adulto, y en la manera de afrontarlos.
Así, si en la niñez se desarrolla un vínculo adecuado y sano, el apego del futuro también lo será. Por el contrario, cuando no es adecuado, se puede generar un apego tóxico, asociado a la inseguridad, la angustia y la baja autoestima, algo que tendrá implicaciones en la vida adulta y, especialmente, en la esfera más íntima, como es el ámbito familiar y de pareja.
De querer a evitar
Según los vínculos que se hayan creado durante la niñez, desarrollaremos un tipo de vínculo, más o menos saludable. Los psicólogos detallan cuatro clases de apego:
Seguro. Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: nos sentimos queridos, cuidados, aceptados y valorados. La persona que en su infancia ha disfrutado de un apego seguro, interactúan de manera confiada con el entorno. No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no les provoca miedo el abandono. Es decir, pueden llevar a una vida adulta independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.
Ansioso y ambivalente. Significa expresar emociones o sentimientos contrapuestos, lo cual, frecuentemente genera angustia. Las personas con este tipo de apego no confían en los demás y tienen un sentimiento permanente de inseguridad. Las emociones más frecuentes en este tipo de apego, son el miedo y la angustia exacerbada ante las separaciones. En la edad adulta, el apego ansioso-ambivalente provoca la sensación de no ser queridos realmente, algo que puede llevarles a la dependencia emocional.
Evitativo. Los niños con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Para protegerse del dolor, prefieren distanciarse. El niño desarrolla entonces una autosuficiencia compulsiva con preferencia por la distancia emocional. De aultos, se producen sentimientos de rechazo de la intimidad con otros y de dificultades de relación, con cierto rechazo a la intimidad.
Desorganizado. Mezcla el apego ansioso y el evitativo; es decir, se dan dinámicas contradictorias e inadecuadas. Para algunos psicólogos, remite a una falta total de apego en la infancia y suele darse en situaciones traumáticas, como el abandono de su cuidador. Suelen ser víctimas de explosiones emocinales de carácter negativo. En la edad adulta, suelen ser personas con mucha ira, a las que les cuesta trabar relaciones, con un fondo conflictivo constante.
Cuando somos conscientes de que nuestra pareja puede estar sufriendo las consecuencias de un apego malo, la relación cambia porque no le culpabilizamos, al menos no en la misma medida. En cualquier caso, cuando hay comportamientos inadecuados, los psicólogos recomiendan una serie de estrategias.
Disfruta de tu compañía. A menudo, idealizamos a nuestra pareja, creyendo que lo necesitamos para vivir. Pero el hecho es que si se produce una ruptura, la vida sigue. Hay que aprender a disfrutar de uno mismo y del círculo que se ha construido a lo largo de los años.
Practica el autocuidado. En los apegos negativos, se piensa demasiado en los demás y poco en uno mismo. Sin embargo, mantener una buena autoestima es básico para la salud mental. Una autoestima en buen estado protege de relaciones tóxicas.
En pareja, pero independiente. La pareja no es un todo; cada miembro de ella debe mantener su personalidad y su independencia. El objetivo de una pareja no es anular a nadie, sino hacer que florezca lo mejor de esa persona. Y si esto no ocurre y detectas algún comportamiento tóxico, busca ayuda profesional. También puede ser una buena idea realizar terapia de pareja.