La sensación de mariposas en el estómago, la aceleración del pulso, las pupilas dilatadas y la sonrisa que nos nace cada vez que vemos o evocamos a la persona de la que estamos enamorados. El cine y la literatura se nutren de estas sensaciones que rodean el sentimiento amoroso sin que nadie sepa muy bien hasta cuándo dura la magia.
Quizá es exagerado decir que no se sabe. Cada vez más se están estudiando los procesos que surgen en el cerebro mientras nos enamoramos y qué podemos esperar de ellos. De hecho, algunos expertos ya han identificado las fases de las relaciones amorosas. "El amor es como un vídeojuego: la primera pantalla es la de la pasión y la efervescencia; suele durar, de media, un par de años. Luego está la pantalla dos, la de la tranquilidad. La tres transcurre a los diez años, cuando suele haber una crisis. La cuatro es la del amor incondicional y sucede en la edad madura. La última pantalla, la quinta, es la de la despedida", explica la psicóloga y terapeuta de pareja Lara Ferreiro.
Es importante saber que existen estas fases y que tienen una duración concreta para que las expectativas sean adecuadas. Si creemos que vamos a estar enamorados toda la vida, es probable que todas las relaciones sean insatisfactorias. Por otro lado, si al principio de la relación no hay esas mariposas en el estómago, quizá la relación no es la que necesitamos.
Pero, además, a esta cronología amorosa le sigue otra cronología hormonal. Saberlo también es de gran utilidad, especialmente cuando nos damos una segunda oportunidad sentimental después de un divorcio: ¿qué podemos esperar del amor? ¿Qué dice nuestro cerebro que podemos esperar?
Cuando entramos en una relación después de superar otra de muchos años, es frecuente que confundamos enamoramiento y amor. Pero son conceptos distintos, incluso desde el punto de vista fisiológico. En el enamoramiento se activan alrededor de 19 áreas cerebrales del sistema límbico, desde donde se genera el deseo por la otra persona y disminuye la actividad de la corteza prefrontal, la encargada de funciones ejecutivas como priorizar, posponer o elaborar estrategias.
Además, en el sistema límbico existen un grupo de neuronas llamadas área Tegmental Ventral, que se activa cuando nos relacionamos con alguien y secreta dopamina, la hormona de la felicidad, que, a su vez, activará otros circuitos neuronales, como el hipotálamo y la corteza cingulada, la parte del cerebro que conecta el consciente con el subconsciente. De esa manera, el enamoramiento revoluciona toda nuestra mente y todos nuestros pensamientos. Es como si nuestra parte lógica, la que nos haría ver a la otra persona de una manera objetiva, con sus defectos, quedara en segundo plano.
Cuando la dopamina recupera niveles normales, entre los 15 y los 36 meses, y la corteza prefrontal está nuevamente al mando, dejamos de estar enamorados, pero sí podemos sentir amor o bien decidir que esa persona no es para nosotros. Si el amor prevalece, se genera oxitocina, una poderosa hormona que favorece el sentimiento de cariño y protección. Es, de hecho, la hormona 'reina' en las relaciones entre madres e hijos, sobre todo entre los recién nacidos y los bebés. También facilita el trabajo de parto y se secreta en la lactancia materna, ayudando a construir el apego materno filial.
La oxitocina activa 12 áreas cerebrales, aunque muy poderosas. El sentimiento amoroso libera endorfinas y cannabinoides, es una especie de adicción cimentada por el amor pleno más la sensación de apego, de pertenencia, que se da en todas las especies
Según una investigación de la universidad de Colima, en México, este proceso varía en hombres y mujeres. En las mujeres puede ir de seis meses a tres años, y en los hombres, mucho menos: hasta seis meses.
Los estrógenos de las mujeres favorecen el tamaño del área tegmental ventral, el hipocampo, la corteza prefrontal y la corteza zingulada, que están más desarrolladas que las del hombre. Esto explicaría, por ejemplo, que las mujeres tengan más facilidad para generar recuerdos o para acordarse de fechas relevantes. También tienen más dificultades para cortar relaciones, ya que su tiempo de enamoramiento es mayor.
De hecho, el duelo de una ruptura en una mujer puede durar más de tres meses. En los hombres, los niveles de dopamina, la hormona predominante en en las relaciones amorosas, disminuyen en 28 días. Sus conexiones en el sistema límbico también son más pequeñas que las de las mujeres, lo que influye en su manera de gestionar tanto el amor como el desamor.