La brecha salarial entre hombres y mujeres es un asunto que sigue generando mucho debate. Las nuevas masculinidades (forma de vivir la masculinidad diferente a tradicional) cuestionan la masculinidad hegemónica y entre sus propuestas quieren dejar atrás el malestar causado en los hombres por ganar menos que sus mujeres. Los profesionales nos explican más en profundidad qué suponen estos conceptos y una pareja y su hijo comparten cómo están trabajando por un cambio de mentalidad en ese sentido.
El pasado año se publicaron desde el INE a través de la Encuesta Anual de Estructura Salarial los datos del 2021 reflejando la brecha salarial por sexo: los hombres ganaron de media 28.388,69 euros y las mujeres, 23.175,95 euros al año.
En nuestro país hay más mujeres que hombres con un salario anual menor o igual que el SMI (Salario Mínimo Interprofesional). Ellas representan un 25% frente al 10,7% de ellos. Asimismo, el 3,9% de los hombres percibieron sueldos al menos 5 veces superiores al SMI, y un 2,2% las mujeres. Tan solo en una de las 18 secciones de actividad, la de industrias extractivas, son ellas las que perciben más dinero que los hombres: de media 41.919,95 euros al año frente a los 33.557,99 euros de ellos.
Según un informe de la red social LinkedIn y el Foro Económico Mundial, en nuestro país, las mujeres tienen un 65% menos de posibilidades de escalar puestos. Todo esto deja patente la necesidad de seguir trabajando. La Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres no ha podido hacer mucho ni subsanar la irregularidad salarial.
Héctor y Lola tienen 58 y 59 años respectivamente. Él es cocinero y ella funcionaria. Su hijo, Xavier, de 19 años, quiso explicarle a su padre lo que suponían las nuevas masculinidades para que eliminase algunas ideas muy arraigadas. “Sigue habiendo mucho machismo, pero algunos nos implicamos para que se erradique. Junto a mi novia, nos informamos de los que son las nuevas masculinidades a través de nuestro grupo de amigos y yo quiero que mis padres interioricen algo”, explica Xavier.
Nos comenta que las nuevas masculinidades apuestan por el acuerdo e ir a la par en la pareja. “Me crié donde era normal que la mujer se quedase en casa. Era mi padre quien tenía la cartera y mi madre le pedía cuando lo necesitaba. Pensar en que mi mujer gana más que yo o tiene un puesto más importante, me ha hecho sentirme “menos hombre”. Esto es por lo que nos han inculcado, que el hombre provee a su familia o que ha de resaltar por encima de la mujer y no al revés”, señala Héctor.
El padre entiende que los tiempos han cambiado y le gusta escuchar a su hijo y a su nuera y saber que puede mejorar, incluso dejar de sentirse mal. “No infravaloro a mi mujer. Ella es muy válida en todo, pero ese hecho ha mermado mi autoestima y he creído que mis amigos pensarían que era un mantenido”, afirma.
La incursión de la mujer en el ámbito laboral provocó que las familias y la sociedad, comenzasen a cambiar su funcionamiento y organización. “El que la mujer trabaje más horas, pase más tiempo fuera de casa y, en ocasiones, gane más que el hombre, afecta a las parejas”, destaca Mario Olea, psicólogo.
Indica que las nuevas masculinidades se basan más en la colaboración y relaciones simétricas basadas en el respeto y no buscan la competencia como en la tradicional, que genera estereotipos y prejuicios, como que los hombres no lloran. El profesional identifica algunos de los motivos por los al hombre puede afectarle que su mujer cobre más que él:
Puede existir frustración o incomodidad y adaptarse a nuevas situaciones de organización familiar, laboral y económica en la pareja, puede -como aclara Olea- llevar un tiempo. Para un mejor ajuste a asumir que la mujer reciba más ingresos, este psicólogo recomienda 5 tips a poner en práctica:
En el caso de que la situación afecte a nivel personal y no se alcancen acuerdos conjuntos, el experto aconseja solicitar la ayuda de un psicólogo especializado en terapia de pareja.
Sigue existiendo esa mentalidad machista compartida por hombres y mujeres, acerca de que la identidad masculina se sustenta sobre el pilar de trabajar y mantener a la mujer y los hijos.
Anastasia Téllez Infantes, profesora de Antropología Social y directora del Observatorio de las Masculinidades de la Universidad Miguel Hernández de Elche, cuenta que eso es lo que han podido comprobar en proyectos de investigación, como, Análisis de la identidad de género en relación con el trabajo, en contextos de crisis y desempleo en el sur de la provincia de Alicante, llevados a cabo por el grupo de investigación de su universidad.
En la década pasada, tras la crisis inmobiliaria de la provincia en Alicante (boom del ladrillo), cuando muchos hombres que trabajaban se quedaron en paro y algunas de sus mujeres trabajaban, en la economía sumergida (cuidando niños, personas mayores, limpiando casas), se vieron como dependientes durante años.
“Sintieron truncada su identidad masculina por el sentido más machista y patriarcal en el que fueron educados y en el que se sigue todavía socializando en gran medida a través de medios de comunicación, entorno familiar, religión, nuevas tecnologías...”, sostiene la profesional.
Eran considerados menos hombres. A partir de esos proyectos de investigación con muestras de hombres de 45-65 años, se conoce que en ellos sucedían: taquicardias, insomnio, problemas de ansiedad y en muchos, depresión; también adicciones como el alcoholismo o la ludopatía. “Del 2012- 2016, las cifras del suicidio masculino eran de un 78%, algo muy relacionado con la falta de empleo. Además, evitaban acudir al médico de cabecera porque representaba un signo de debilidad”, expresa.
“Las nuevas masculinidades no necesariamente son igualitarias, ya que existen muchas formas de ser hombre. En conversaciones entre hombres y mujeres se sigue evitando hablar de profesiones y sueldos porque todavía causa irascibilidad por muy a favor de la igualdad que se esté. Si se expresa hay un toque de broma, lo cual evidencia que sigue existiendo un tabú”, resalta.
Para Téllez, para que esto converja de ese modo, influyen: el entorno, las normas sociales y culturales, amistades, la autoestima, el éxito profesional, la competitividad, si está vinculado su valor como hombre o el poder frente lo que gana.
La experta en Antropología Social destaca que esa manera de entender la masculinidad sigue existiendo en todas las edades porque se sigue trasmitiendo a nivel representaciones hegemónicas-ideológicas sobre género, trabajo y poder. “Un caso claro acontece cuando al hombre mayor de 65 años le queda una pensión y a ella no y es él quien controla todo”, concluye.