Las parejas LAT (Living Apart Together, en inglés) o 'vivir separados juntos' apuestan por tener una relación íntima y no compartir espacio, algo que puede resultar un tanto espinoso en algunas circunstancias. Pese a ello, los expertos dicen que puede evitar el desgaste de la convivencia. José María y Lucía lo saben. Su relación ya se inició viviendo en ciudades distintas por tema laboral y parece que ahora lo conciben como una opción de vida y no como una traba. "Discutimos menos", afirman convencidos. ¿Vivir en modo LAT es siempre positivo?
En España hay un 8% de parejas LAT. Apuntan valorar su independencia y autonomía, pero también quieren mantener un compromiso real con su compañero de vida. En Reino Unido o Estados Unidos la cifra asciende al 10%. Los expertos hablan de una tendencia que va en aumento entre las personas que superan los 45 años, que no están en su primera relación y que tienen un nivel socioeconómico medio-alto.
Profesionales como el doctor Robert Riordan afirman que si las dos partes están de acuerdo puede salir bien y que esta modalidad “cada vez resulta más intencional". "Las relaciones LAT respaldan con éxito una conexión romántica viable, al tiempo que ofrecen mayores niveles de satisfacción en la relación”, asegura el experto.
Las parejas LAT no contemplan la cohabitación como una necesidad, y es que -como se dice- el roce hace el cariño, pero también incrementa las discusiones. Esto es lo que creen José María y Lucía, de 47 y 49 años, quienes mantienen una relación desde hace 12 años. Ella es peluquera y él, funcionario del Estado.
“Nos conocimos en nuestra ciudad de origen Yo estaba de vacaciones, pero en ese momento ya trabajaba en otra provincia y me quedaban muchos años allí para poder tan siquiera plantearme o solicitar el traslado. Mi novia, con la que me casaré en unos meses, ya tenía un negocio propio y no quería mudarse”, relata José María.
Se propusieron intentar estar juntos en la distancia y tanto el uno como el otro visitaba a la otra persona y pasaban días juntos. “Los dos tenemos nuestras casas y cuando nos visitamos convivimos unos días y hacemos planes como cualquier otra pareja”, aclara él.
Con los años vieron que era una opción totalmente válida y que a ellos les compensaba en determinados aspectos. “Por un tema de puntuación, con los años tan solo podré acercarme donde vive mi pareja”, sostiene, antes de compartir la razón más importante para vivir así: "La chispa continúa. Estamos constantemente en contacto y nos contamos todo. Estar separados hace que no nos sintamos atosigados. Cada uno tiene la casa a su modo y discutimos menos, tipo: 'No has limpiado' o 'Tienes todo tirado por ahí”. Cuando llevamos varios días conviviendo, el cuerpo ya nos pide espacio”, explica.
Aseguran que uno puede hacerse a ese estilo de vida. “Por ahora no nos planteamos tener hijos, pero de tenerlos, vivir así no nos impediría seguir siendo una familia”, afirma convencido.
En los últimos años puede observarse un cambio sobre cómo se dan las relaciones de pareja. El matrimonio ya no se concibe generalmente a una temprana edad ni obligatoriamente con convivencia y procreación como antes. María Banda Márquez , psicóloga sanitaria-forense y sexóloga, destaca que cada vez es más frecuente que la gente se case especialmente entre los 40 y 50 años y en un alto porcentaje por exigencias socioculturales.
“Muchos jóvenes enfrentan largos años de estudios y perfeccionamiento profesional, lo que retrasa su entrada al mundo laboral y, en consecuencia, su vida personal. Surgen, además, nuevas formas de relacionarse, como el poliamor y las relaciones abiertas. Entre ellas destaca el LAT”, comenta. La psicóloga sanitaria asegura que las parejas que deciden vivir en hogares separados pueden beneficiarse de algunos aspectos sin renunciar a su independencia. “En estas edades, muchas personas ya cuentan con una economía sólida, un trabajo estable, y en algunos casos, hijos. Probablemente dispongan de una mayor claridad sobre lo que esperan de la relación pudiendo formalizar su compromiso en sus respectivos espacios”, confirma.
Para Banda, entre los efectos positivos del modelo LAT destacan una menor monotonía y una vida sexual más satisfactoria. Por otro lado, también habla de riesgos asociados; entre ellos, el peligro de caer en el hedonismo o en la falta de compromiso compartido en la gestión del hogar y la resolución de conflictos.
“Un aspecto interesante que se ha notado en terapia de pareja es que, a menudo, las parejas que se separan pueden regresar a una relación sentimental sin necesidad de cohabitar. Este fenómeno ha llevado a algunos terapeutas a proponer la opción de seguir juntos, pero viviendo en diferentes lugares, como una forma de evitar el desgaste que a veces conlleva la convivencia”, resalta esta profesional.
Banda revela que en terapia cuenta con cinco parejas en esa situación: tres han decidido continuar viviendo separadas y están satisfechas; otra pareja ha optado por volver a convivir y ha reexperimentado conflictos previos, y la última, ha retomado la convivencia y está bien.
Respecto a si el modelo LAT otorga una independencia excesiva a cada miembro de la pareja, la experta lo deja en el aire, pero alude a que lo idóneo en la pareja es compartir una visión respetuosa sobre su proyecto de vida en común.
“Ahora ya no vemos las relaciones de pareja como un todo, sino como un aspecto más de nuestras vidas personales, y este es el motivo por el que muchas parejas toman la decisión de vivir en hogares diferentes y mantener su autonomía personal”, indica Lydia Parrilla Muñoz, psicóloga y sexóloga, quien lo encuentra un estilo de vida totalmente funcional. Según Parrilla esta situación puede sostenerse en el tiempo siempre y cuando se trabajen aspectos donde se discrepe más. “Si la visión de ambos es la misma... ¿por qué no? Hemos de ser conscientes de que existen tantos tipos de relaciones de pareja como parejas, y todas ellas son totalmente válidas si hay consenso entre los integrantes”, refiere.
La abogada Uxía de Andrés Blanco recuerda que el Código Civil español establece en su artículo 68 el deber de convivencia para los matrimonios, es decir, se espera que los cónyuges vivan juntos. De manera explícita, señala que "los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente”. “Este deber forma parte de las obligaciones del matrimonio en España y, en teoría, es uno de los compromisos legales asociados a la unión matrimonial", argumenta.
Sin embargo, apunta que, en la práctica, el deber de convivencia no siempre se impone de forma estricta. “En casos de circunstancias laborales o acuerdos, el derecho español suele priorizar la autonomía de los cónyuges y su libre acuerdo, siempre y cuando esta decisión no afecte a otros deberes matrimoniales, como la manutención o la atención a hijos comunes”, refleja la experta.
La abogada también expresa que el Código Civil español no impone sanciones específicas por la falta de convivencia. Jurídicamente, esto se conoce como ‘deber incoercible’ e implica que no se puede obligar a los cónyuges a convivir ni existiendo sanción por la no convivencia. Es decir, no existe la figura de abandono del domicilio familiar ni se considera delito.
“El mayor desafío para las parejas LAT con hijos en común es que hayan hecho un documento previo, a modo de convenio regulador, por si llega una separación. En el ámbito educativo o emocional es fundamental instaurar una comunicación clara y constante para coordinar actividades, horarios y decisiones importantes sobre la educación y bienestar de los hijos, e incluye decidir los tiempos de convivencia con cada progenitor y el manejo de situaciones cotidianas", resalta.
Para la letrada, los progenitores han de asegurarse de que las responsabilidades de cada uno están bien definidas y no generar confusión en los niños. En el aspecto económico subraya que puede establecerse un sistema de apoyo financiero para cubrir las necesidades de los pequeños.