Nuestras entrevistas Uppers continúan con otro temazo para cualquier generación: la infidelidad. Casi todos los hombres y mujeres con los que hemos hablado (aquí arriba puedes ver el vídeo, que no tiene desperdicio) tienen pareja más o menos estable y coinciden en un interesante punto de partida sobre la fidelidad tradicional (ya sabéis, ese "juntos para toda la vida", "a las duras y a las maduras"y "hasta que la muerte nos separe"). Es decir: todos y todas tienen bastante claro que su modelo de relación es suyo y que lo que les vale a ellos dos no tiene por qué servirles a los demás. Generación Uppers: 1. Perdices old-fashion: 0.
La infidelidad no es nada nuevo. La web Ashley Madison (esa en que una persona se inscribe para encontrar gente casada o con pareja con quién ser a su vez infiel) tiene 39 millones de clientes y opera en 50 países. Vamos, que la cosa es bastante universal. En España, y contando con los datos de YouGov, la cosa está que arde: el 66% de las personas encuestadas han sido infieles en algún momento. Las mujeres, en mayor medida (o lo confiesan más): el 71% frente al 61% de los hombres. Eso sí: parece que, a partir de determinada edad, son más permisivos: solo una de cada tres personas mayores de 55 años dejaría a su pareja tras una infidelidad.
Así las cosas, nuestros Uppers entrevistados son bastante 'normalitos'. Todos ellos se mueven en una permisividad bastante alentadora, si es que la tomamos como prueba de la madurez de pensamiento, la seguridad en uno mismo y la tranquilidad de haber entendido cómo funcionan las cosas sin excesivos moralismos. Lejos les queda la posesividad y la exclusividad, por lo menos en teoría.
Uno de ellos es Mat, chef de 46 años, en pareja, que tira del tópico «ojos que no ven, corazón que no siente». Eso sí, siguiendo con los refranes, "no todo el campo es orégano". Es decir, que no todo vale: "No es lo mismo el engaño de un polvo loco en el baño de un bar que empezar a mandarte mensajitos con alguien", cuenta. Resumiendo mucho: calentón, sí; intimidad, no.
Más allá va David Cano, actor de 48 años, casado, que incluso dice que su pareja le señala "posibles ligues cuando salimos". Claro que también piensa que los heterosexuales son un mundo y los gays varones otro: "somos mucho más abiertos", explica. No tenemos datos que lo contrasten, pero una simple investigación de campo (preguntar a las parejas de gays que tenemos alrededor) parece que confirma esa opinión. Lo que sí parece claro, sea de uno de la tendencia sexual que sea, es que el sexo y la implicación emocional no tienen por qué ir de la mano.
"La fidelidad es una convención social", sentencia Merche (57), que ha estado casada tres veces. En este sentido, poco más o menos, va Mat: "yo no pido y no busco, pero si sucede…", dice, y deja ahí los puntos suspensivos. Elena, empresaria de 46 años que vive en pareja, y Manuel (60), que va por su segundo matrimonio, se sitúan en el extremo de los que no juzgan, pero afirman que "la cosa no es para mí" y prefieren ver los toros desde la barrera, aunque por diferentes motivos. "Una vez lo fui y la sensación fue horrible", explica Elena. "Yo no estoy por la labor, probablemente por mi educación, pero también porque me da pereza volver a hacer el pavo real", añade Manuel.
Pero todos ellos entonan un mantra de tolerancia, al menos teóricamente: "que cada uno haga lo que quiera", acaban diciendo antes o después. Resulta curioso también que, si bien todos tienen claro que "el sexo no es amor" y que con la edad se entiende mejor el concepto de la infidelidad —y casi todos se permiten explorarlo—, muchos siguen creyendo en el ideal del amor para toda la vida.
¿Cómo se conjuga esto, que podría parecer contradictorio? Con otro mantra moderno, pero que supone una diferencia sustancial de enfoque: "una cosa es la infidelidad y otra la deslealtad", explica David Farran, de 46 años y en una relación abierta.
"Necesitamos que el diálogo sobre la infidelidad abarque la complejidad del tema, que la tiene, y que en él haya espacio para que todos los implicados puedan ser más compasivos y más tiernos. Porque, sí, un engaño supone una ruptura de la confianza y es un acto de traición, pero hay muchas cosas que suceden en cualquier relación y la traición se puede presentar de maneras muy diferentes", explica la terapeuta Esther Perel.
Experta sobre este controvertido tema, ha desarrollado postura en 'The State of Affairs', un libro en el que, en resumen, propone una revisión, cada cierto tiempo, del contrato que tengas con tu pareja. O lo que es lo mismo: hablar, hablar mucho y llegar a acuerdos. Y no pensar que una sola conversación a lo largo de los años es útil eternamente. Lo que era válido al principio de la relación no tiene por qué serlo después: "Puede que al principio una infidelidad fuese causa de muerte segura para la relación en el pasado, pero es posible que no siga siendo así tras varios años juntos, ya que pesan más otras cosas construidas», explica.
Así que el secreto estaría en renovar contrato y en estar al día de los cambios en uno mismo y en el otro. Que no te pase lo que le pasó a David Cano: "Llegué a casa un día con la impresora, que me había costado un sueldo entero como regalo de cumpleaños para mi pareja, y me lo encontré en la cama con otro". Después de salir corriendo de ahí y dejar la relación, se replanteó qué era para él ser o no infiel, y llegó a la conclusión de que lo mejor era considerar las relaciones "abiertas" y disfrutar más. En esto de cumplir años, todo son ventajas: juzgamos menos y jugamos más.