Lo llaman efecto mariposa y, más que nunca, podríamos aplicar aquí ese proverbio chino que dice que el aleteo de una mariposa se puede palpar al otro lado del mundo. Lo que empezó en China como un simple indicio -parejas que al salir del confinamiento hacían cola en el Registro Civil para solicitar el divorcio- ya se siente en otros muchos lugares del planeta como un verdadero huracán. Las rupturas matrimoniales empiezan a sucederse en las principales ciudades europeas y del continente americano, obligando a los despachos de abogados de familia a prepararse para el 'repunte' que se avecina también en esto. Parece que la pandemia va a cambiar nuestra demografía familiar.
Era solo cuestión de tiempo que se reprodujese en España el aumento de divorcios poscovid-19 que vimos en China hace un par de meses. Las primeras alarmas en nuestro país saltaron recién estrenado el confinamiento, pero es ahora cuando la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA) tiene razones para confirmarlo: "En los despachos de abogados estamos notando un aumento de las consultas para iniciar la separación o el divorcio", dice María Dolores Lozano, presidenta de este organismo. Las nuevas rupturas se sumarían a la multitud de procesos de separación y divorcio cuyos trámites se habían iniciado inmediatamente antes del estado de alarma. Lozano teme que pueda producirse un embudo en el sistema judicial ante la falta de jueces.
La abogada Nuria Vargas, gerente del despacho Vilches Abogados, ya lo advirtió hace unas semanas: "Empezamos a recibir multitud de llamadas de parejas dispuestas a iniciar los primeros trámites en pleno encierro y telefónicamente. Muchas de ellas ya sufrían un serio desgaste que se ha agravado aún más por la dureza de la situación".
Lo que está ocurriendo, de acuerdo con estas expertas, es algo similar a lo que se vive después de las vacaciones de verano, pero esta vez incrementado debido a que esa convivencia extrema ha tenido una duración mayor. El repunte podría alcanzar en España el 50% esperado en el Reino Unido o Nueva York. También en países como Chile o Argentina las solicitudes han crecido ya un 30% con respecto a años anteriores en esta misma época.
España es el tercer país de la Unión Europea con más divorcios: el 57,2 % de los enlaces españoles acaba en ruptura, según datos publicados por la oficina de estadística comunitaria, Eurostat. Sin embargo, desde 2015 se viene repitiendo, de manera interrumpida, una tendencia baja. En 2019 los juzgados tramitaron 109.567 demandas de disolución matrimonial, un 1,9% menos que el año anterior. ¿Romperá la pandemia ese desnivel en la estadística? Dado el panorama económico que deja la pandemia, puede que todo se quede en un impulso y cualquier desavenencia acabe resolviéndose de manera pacífica. No obstante, ningún acuerdo va a impedir el atasco judicial después de dos meses de paréntesis en los juzgados.
Lo que sí es ya un hecho es que el divorcio afectará de manera mucho más acusada a la generación upper. Si hace 15 años la edad media para separarse era 40,2 años, hoy supera los 45,2, en el caso de la mujer, y 50,1, en los hombres, según el Instituto Nacional de Estadística. Pasados los 50, un 27,2% de las parejas están divorciadas.
Hablamos de una generación cada vez más preparada para afrontar la vida sin dependencia emocional cuando su relación se tambalea. El coste de volver a la soltería, incluso habiendo superado la quinta década de vida, es mucho menor, puesto que vivir sin pareja y reconstruir un proyecto de vida se entiende como una opción natural. Más aún si los hijos han alcanzado la mayoría de edad, ya que la ruptura no resulta tan traumática.
En matrimonios largos lo más complicado es el reparto de bienes y de patrimonio. "Por eso, la ruptura normalmente es una decisión muy reflexionada", indica Vargas. Aunque el confinamiento haya puesto finalmente la relación al límite, la separación más allá de los 60 o incluso 70 años no es novedosa. Tuvieron su eclosión inesperada a partir de 2005 y en diez años se triplicaron, pasando de 3.636 a 9.541. La mayor esperanza de vida y la nueva vitalidad en estas edades hace añicos la promesa de hasta que la muerte nos separe si el amor se tuerce.
El divorcio plateado de personas célebres, como Mario Vargas Llosa, no es más que un buen reflejo de lo que ocurre en las vidas anónimas. La sociedad ha cambiado y se ha aligerado el peso de la religión, los prejuicios o la percepción de la soltería. No hay miedo y sí muchas ganas de seguir disfrutando. Lo menos saludable es una relación hostil y así lo advierte un estudio publicado en Journal of Health and Social Behavior, que concluye que "la infelicidad conyugal dispara el riesgo de enfermedad y de obesidad".
Frente al desafecto conyugal o quizá como gota que colma el vaso, topamos con las ganas ardientes de los amantes, que están viviendo en la desescalada y nueva normalidad encuentros más efusivos que nunca. En los últimos días, el ritmo de conexiones y altas de la plataforma de encuentros extraconyugales Gleeden se ha mantenido en un incremento del 90% de media con respecto al año anterior.
Un 25% de los infieles ha aprovechado los primeros días de desescalada para encontrarse con su amante o con una nueva pareja localizada durante los días de confinamiento, en su mayoría hombres. Incluso un 20% reconoce haber tenido algún encuentro infiel aprovechando algún recado o con la coartada del trabajo. Asombrosamente, la mitad, según esta plataforma, no ha tomado ninguna medida sanitaria en sus citas.
Coronaboomers o coronnials. Así se ha bautizado a la generación que se cree que nacerá después de la pandemia y podría hacer abuelos a muchos uppers, si no padres directamente. Según algunos pronósticos, será bastante numerosa, aunque no hay muchos datos aún que avale esta hipótesis. Sí hay mucho folclore previo, que vincula fenómenos como el confinamiento, la victoria en un Mundial de fútbol o un apagón con el número de nacimientos nueve meses después. Lo que sí sabemos es que el consumo de pornografía ha llegado a límites inesperados.
Si trasladamos a España los datos de una investigación llevada a cabo por la Universidad de Florencia, en Italia, tendremos que más del 80% de las personas no han tenido ninguna intención de concebir durante la crisis. Es más, un tercio de los encuestados que antes habían previsto tener un hijo ahora lo descarta por la inseguridad económica.
El mismo trabajo ha encontrado que el deseo dentro de las parejas y la actividad sexual están viviendo sus horas más bajas, algo que nos corrobora la psicóloga Ana Asensio, fundadora de Vidas en Positivo, quien prevé, además, una crisis de confianza: "El confinamiento inhibe el deseo, sobre todo por temor a contagiar o a que nos contagien. Además, se trata de unas circunstancias que crean estrés, tensión y malestar. Es una olla a presión".
Este tipo de leyendas nació a partir de algunos apagones épicos, como aquel que dejó súbitamente a oscuras a toda la costa este de Estados Unidos el jueves 9 de noviembre de 1965. Casi 35 millones de ciudadanos se quedaron sin luz durante 13 horas. Hubo más, como los de 1977 y 2003. Los sucesos dieron mucho juego a la imaginación, pero poco más. Phillip Morgan, profesor de la Universidad de Duke, se ha dedicado a desmontar estas teorías que él resume en simple leyenda urbana consecuencia de una noche de aburrimiento.
En esta ocasión es el psicólogo David J. Ley quien se ha aventurado a desmentir la posibilidad de un baby boom poscovid. Su explicación es sencilla: la ansiedad y los ánimos durante la pandemia, por más que en algunos casos la ansiedad se calme con el sexo, no son las condiciones más idóneas en general para que el cuerpo se excite. Podríamos asistir más bien a un nuevo golpe al crecimiento demográfico por el número de fallecidos. No obstante, habrá que esperar hasta finales de 2020 y principios de 2021 para observar si las horas muertas del confinamiento tienen sus consecuencias directas en los paritorios de las maternidades.