No ha sido fácil. Pero muy pocas cosas importantes lo son. Ser homosexual en España ha cambiado mucho en los últimos cuarenta y cinco años. Sobre todo por la Ley de Matrimonio Igualitario de 2005, pero no solo por eso. La sociedad tiene cada vez más claro que el amor, como concepto soberano, es la clave que rige. Que debe regir. Aunque últimamente parece que la involución llama a la puerta. Por eso Carlos del Amo, periodista de 57 años, se ha decidido a contarnos cómo es, en primera persona, echar la vista atrás y hablar cara a cara con el gay que fue en cada década de nuestra historia. Por el camino, tiene la generosidad de mostrarnos la construcción íntima de una identidad orgullosa de ser quien es.
Pasar por un colegio de curas de provincias en los setenta mientras te enamoras por primera vez de un chico que juega a fútbol. Tener muchas novias a cambio. Que tu padre te lleve a ver el féretro de Franco y llore cuando Juan Carlos es coronado. Vivir la Movida hartándote de noche, drogas y rockandroll aún dentro del armario. Votar en el referendum de la OTAN vestido de militar. Enamorarte hasta el tuétano de un hombre y ver cómo tu madre llora (y no de alegría) al contárselo. La Expo, las Olimpiadas. Bowie, el Penta, Los Rollings. Casarte en la Plaza Mayor con ella delante en cuanto el derecho tiene a bien protegerte. Divorciarte, dolerte en la fisura. Que te hagan jefe en tu trabajo. Volver a la vida y al amor después de un cáncer. Hablar, contar lo tuyo, para que lo natural no se les haga difícil a otros nunca más.
"Me llamo Carlos, soy de Madrid y tengo 57 años. A principios de los 70 mi padre nos metió a mis dos hermanos, a mi madre y a mí y nos llevó a vivir a Orense. Como todo niño y adolescente de la época, me tocó estudiar en un colegio religioso. Allí descubrí mi sexualidad y cosas como que hasta tocarse era pecado. No pasé por las manos de ningún cura, aunque algunos de mis amigos sí cayeron.
Durante los ocho años que viví en Orense tuve varias novias, era lo que tocaba, y un solo amor verdadero, un compañero del cole que nunca sabrá lo que le quise. Vi morir a Franco, incluso mi padre aprovechó esos días vacacionales de luto nacional para traerme a Madrid a una gran cola para verle muerto en el Palacio de Oriente. También viví la muerte de dos Papas, cuando todavía era todo en blanco y negro, y la proclamación de Juan Carlos I en plena Transición: ese padre que me llevó a ver al dictador en su caja lloraba frente a la tele porque decía que con el rey por fin éramos libres.
¿Qué le dirías al Carlos de aquella época?
Al Carlos de los 70 tengo poco que decirle o reprocharle, creo que aprovechó muy bien lo que le ofrecía una ciudad pequeña de la época y aquel buen grupo de amigos. Me río mucho al recordar aquella fotocopia de carnet falso con la que se colaba a ver las películas clasificadas 'S'.
Uy los 80. Me volvía a Madrid con 18 años a estudiar periodismo en la Complutense y en plena movida madrileña. Tenía dinero, casa y coche y unas ganas locas de soltarme la melena. Conocí Rockola, El Marquee, El Penta, La Sal, Pacha y hasta estuve en Alcalá 20 el día que se quemó, incluso trabajé de relaciones públicas en un pub que se llamaba Presidium y como seguridad en grandes conciertos. Vi a los Rolling Stones, Bowie, Madonna, Frank Sinatra y todo lo que pasaba por aquí, eso sin olvidar a los nacionales, como Los Secretos o Radio Futura.
Conocí el mundo de las drogas y como algunos amigos se quedaron en el camino, y también el sexo. Sí, el sexo con hombres, el sexo en secreto, pero metidito en mi armario: no había llegado el momento de salir de él. Voté al PSOE de Felipe Gonzalez y fui con mi madre a la final del Mundial de Fútbol del 82. No no me gusta el fútbol, prefiero el tenis y el baloncesto. También hice la mili y voté vestido de soldado en el referéndum de la OTAN. En el ejercito me di cuenta de que sí, era mejor seguir en el armario, siempre había algún cazurro con mando que se lo hacia pasar fatal al que se mostraba diferente.
¿Qué le dirías al Carlos de aquella época?
Al Carlos de los 80 le diría que tendría que haber sido mas valiente y aprovechar la libertad que ofrecía el Madrid de esos años y, por lo menos, haber mostrado su realidad a los más cercanos. Es increíble que no lo hiciera.
En los 90 ya era fijo en la Agencia EFE, aunque durante cuatro años me fui de excedencia al gabinete de prensa de un Ministerio. Fueron años de revuelta estudiantil, fui a la Expo de Sevilla, estrenando el AVE, y viví como todos con un entusiasmo desmedido las Olimpiadas de Barcelona.
A mediados de la década conocí al hombre de mi vida, ese que para todos durante años fue mi mejor amigo, aunque dormía y me despertaba junto a el todos los días. El, nueve años más joven que yo, me obligó con mucho amor a salir del armario. Mi madre enloqueció y mi padre otro tanto, lo bueno es que para el resto fue una gran noticia, y eso que vivíamos en la España de Aznar. Viajé mucho por oriente y en el 2000 hicimos una de esas bodas falsas que se celebraban entre las parejas del mismo sexo y que estaban cargadas de amor. Eso sí, de pronto me hice homosexual oficialmente y salí con la bandera del arcoíris por primera vez el Día del Orgullo.
¿Qué le dirías al Carlos de aquella época?
Al Carlos de los 90 le regañaría, tardó 35 años en salir del armario. Pero como siempre hace todo, salió a lo grande y por todo lo alto.
La primera década del siglo XXI empezó con mal pie, sufrimos en Madrid los atentados del 11M, fueron días convulsos que finalmente convirtieron a Zapatero en presidente. Y hubo boda en 2006 (gracias a la ley aprobada un año antes), pero de las de verdad, de las oficiales con papeles, testigos y todo eso. Celebramos un bodorrio en toda regla. La ceremonia en la Plaza Mayor y con la concejala Trinidad Jimenez de oficiante. No faltó de nada, sonó el himno nacional -dio la casualidad que el ejercito celebraba una parada en la plaza-, hubo aplausos y 100 invitados.
Tuvimos el beneplácito de mi madre, hasta el último momento un poco reticente, y las lágrimas descontroladas de mi suegro. Recuerdo que mi hermano, que fue mi padrino, cuando subía las escaleras de su brazo y se escucharon los aplausos me dijo: "Tranquilo, piensa que estás entrando en la gala de los Óscar, pero que tu ya sabes que te lo vas a llevar seguro". Hubo banquete y baile, por supuesto. Pero no solo me casé, también me dio por escribir la biografía de Mecano, lo recuerdo como un poco pesadilla. Fue un período muy feliz, incluso me hicieron jefecillo en el trabajo.
¿Qué le dirías al Carlos de aquella época?
Me diría que qué suerte eso de haber rozado la felicidad durante tantos años.
Pues sí en esta década en la que estamos, me he dado cuenta de que eso de ser feliz no es tan fácil. Comenzó mal la cosa, porque los gays tenemos la suerte y la desgracia de casarnos, pero también de divorciarnos. Sí, me divorcié en 2013 y todo se fue al traste, y para rematar la faena se murió mi madre a los pocos días y de golpe.
Tantas malas emociones me convirtieron en un llorón andante y no todo acabó ahí, antes de que terminase el año, me diagnosticaron un cáncer de los malos, de esos que entras en quirófano a ver si te salvan o no, y me salvaron. Llevó ya casi seis años con la lucha, pero bien estoy bien, rodeado de grandes y buenos amigos, ya no se muere uno tan fácilmente de una cosa de estas.
Pero, bueno, no todo ha sido malo, de nuevo exploro la felicidad. Sí he conocido al otro hombre de mi vida, otro hombre maravilloso que me quiere y me cuida, y al que amo locamente -que bonita referencia a las Grecas, pedazo de dúo, si no que se lo pregunten a Rosalía-. Tenemos nuevo Rey, ahora se llama Felipe VI y es hijo del anterior, porque esto, como todos sabéis, es hereditario. Y ya no hay solo dos partidos que aspiran a controlar el gobierno de la nación, sino muchos y nunca se ponen de acuerdo. De momento nos gobierna Pedro Sánchez, pero, según están las cosas, puede pasar de todo.
¿Qué le dirías al Carlos de aquella época?
Que hay que estar muy despierto y combativo ante esta involución que estamos sufriendo con la llegada de la ultraderecha. No podemos permitir que se normalicen las barbaridades que dicen. Así que a sacar de nuevo la bandera de colores a la calle y mostrar lo orgulloso que estoy de ser homosexual, libre y de otra vez enamorado.