Pablo (57 años) cuenta que la primera vez que se llevó un Tinder a la cama decidió que nunca más. Sin embargo, rompió su promesa a los tres meses con bastante mejor fortuna. Jaime (53 años), a quien pillaron sus pretendientas pelando la pava con varias al mismo tiempo, reconoce que la avaricia rompe el saco. Seis años después, no le importa seguir siendo avaricioso y busca incesantemente sin saber bien qué. Montse y Jesús (53 y 61 años) se casaron en 2019. En su ceremonia civil alguien gritó: "Lo que internet ha unido no lo separe nadie". La carcajada fue sonora. Su historia puede sonar pastelera, pero es auténtica. Vayamos por partes.
Antes de nada, hay que destacar que esta conversación entre usuarios de aplicaciones de búsqueda de pareja difícilmente se habría podido conseguir hace solo unos años. Por pudor, timidez, reparo por el qué pensarán… Desde sus inicios, la red dio un vuelco a nuestro modo de ligar y de conocer gente, pero solo en los últimos años hemos perdido la vergüenza para hablar de ello e incluso compartir curiosidades, éxitos o meteduras de pata. El balance no puede ser más positivo: casi la mitad de las parejas nacen de una inteligencia artificial, según un estudio de la Universidad de Stanford (California), y su solidez es mayor.
El primer testimonio es el de Pablo, un abogado malagueño que encontró a su pareja actual en el apartado de citas homosexuales de Meetic. Se inició en esto con Tinder, donde disfrutó de varias aventuras. Pero si hay una digna de rememorar es la primera. "No recuerdo -cuenta- si pasé más horas frente al espejo o entre fogones. Quería una noche al rojo vivo y no escatimé detalles: velas, marisco y una botella de vino blanco con crianza en barrica. La ocasión lo merecía. Virtualmente, todo había ido sobre ruedas. Solo faltaba saltar al mundo real. Cuerpo a cuerpo, el encanto se desvaneció. Él estaba muy nervioso y parecía que había tomado lo suyo antes de la cita. Se acercó al baño tambaleándose, tropezó y dio de bruces contra la grifería del lavabo. La noche acabó en urgencias. Esperé hasta saber que todo estaba bien y desaparecí".
Es uno de los riesgos de la búsqueda de pareja mediante aplicaciones virtuales: idealizar a esa persona a la que atribuyes un montón de cualidades a partir de una foto. La decepción puede ser brutal. Jaime, nuestro segundo testimonio, lo confirma y añade algunos matices. En su caso, tiene idealizada la idea de estar en pareja como el estado perfecto. Se separó en 2014 y desde entonces está "en busca permanente y disfrutando de cada buen momento que me brindan las diferentes webs por las que voy pasando, lo que me ha obligado a revisar al menos diez veces mi manual de seducción. No puedo evitar la sensación de que, al escoger a una persona, pierdo otra que podría ser aún mejor".
Jaime se entusiasma con cada primer encuentro. Fantasea, se crea expectativas y se viste de punta en blanco. "Lo primero que me sorprendió fue la lista casi infinita de candidatos. No parecía difícil que mi interés por una determinada mujer fuese correspondido”. Aurelio Conde, love coach de Ourtime, valora positivamente ese cosquilleo en el estómago propio del enamoramiento y las ganas de deshojar la margarita tengas la edad que tengas. "Por fin hemos perdidos esos viejos prejuicios del tipo 'si necesitas esto para ligar, malo'. Los contactos te ayudan a poner de nuevo el corazón a tono y a apostar por la magia. Si la cosa no cuaja, en la mayoría de los casos habrás creado vínculos que pueden ser auténticos y duraderos, aunque no sean de amor", explica este experto.
Distinta es la historia de Montse y Jesús. Los dos llegaron de matrimonios fracasados, pero sin intención de hipotecar su futuro por historias pasadas. Ambos hicieron un uso prudente de Ourtime. Sin prisa, pero con el claro propósito de encontrar un amor maduro y estable. "Nos gustamos en la primera cita. Hubo flechazo y nos ajustamos a la regla de una hora que aconsejan los que entienden. No pasamos del beso de saludo y de despedida, pero inmediatamente después de llegar a casa seguimos hablando y conociéndonos. Así, hasta que decidimos formalizar la relación", relata Montse.
Estas aplicaciones tienen también sus detractores. El terapeuta alemán Christoph Joseph Ahlers las llama "basura sexual" y asegura que empiezan a crecer las consultas psicológicas y psiquiátricas a causa del vacío y la frustración que provoca su abuso. En su opinión, son más generadoras de aventuras sexuales esporádicas que de amor sincero y están pensadas para generar en el cerebro una respuesta de recompensa química muy similar al comportamiento adictivo. Jaime asiente: "He llegado a tener épocas de auténtica dependencia que me han provocado tristeza y ansiedad. Es como si siempre estuviese esperando el milagro que nunca va a llegar".
La periodista francesa Judith Duportail describió su experiencia en Tinder en su obra ‘L’amour sous algorithm’. Dice que se trata de una nueva forma de capitalismo sexual, un supermercado a la carta con más de 60 millones de usuarios que confían sus deseos románticos a un algoritmo. "Este decide con quién te acostarás basándose en prejuicios sexistas y discriminatorios según el tipo de tarifa escogida". Después de 870 fracasos y con el corazón hecho trizas, se decidió a descubrir la verdad. No rechaza las aplicaciones, pero sí aconseja cautela e informarse bien sobre la privacidad de datos en cuanto a intimidad, confidencialidad y elaboración de perfiles.
Con su lista de pros y contras, las apps de ligue forman parte de nuestra vida y lo hacen con extraordinaria naturalidad. No hay guion, pero sí un uso correcto que se logra con recomendaciones como las que enumera el psicólogo Esteban Cañamares: