Dice Alberto Rodríguez que la infidelidad surge para quien la busca. Y quien la busca es capaz de sugerir con una sola palabra, un único gesto -una mirada, a veces- que está disponible. “A partir de ahí, tiene que transcurrir sutil y, por supuesto, imperceptible”, explica este hombre de 61 años, casado, que accede a dar su testimonio a Uppers bajo la condición indiscutible del anonimato. ¿Por qué en una relación feliz y satisfactoria algunas personas sienten este deseo de ser infieles? “Cuando se tiene una buena relación en casa, la rutina puede ser muy dañina para el sexo y, en consecuencia, para la convivencia. Tener una aventura fuera ayuda a ser más feliz y, por tanto, todos salen beneficiados”, reflexiona.
Alberto ha descubierto que la edad es una ventaja. “Controlas mejor el tiempo, no te precipitas, no te arriesgas. Antes de los 45 o 50, hay mucha diferencia entre lo que buscan mujeres y hombres infieles, probablemente porque interfiere la posibilidad de empezar otra vida, de que surja el amor. Más allá de esa edad, el hombre se libera de la ansiedad del deseo físico y contempla el sexo con una serenidad similar a la femenina. La mujer, por su parte, se lanza a descubrir nuevos mundos liberada de la carga que supone el embarazo”.
Así le ocurrió a Laura Soto, una mujer que se define muy pasional, con necesidad de disfrutar de una sexualidad que no encuentra en su matrimonio. Durante muchos años ni se planteó la infidelidad. “Surgió en un momento de rutina y monotonía. Sin decidirlo ni planificarlo, apareció alguien que me hizo estar viva, ver que la sangre volvía a correr por mis venas. Sentirme de nuevo deseada resulta muy estimulante y excitante”. Esa primera relación le aportó sexo, pero también la posibilidad de sentirse especial, además de hacer realidad cualquier fantasía. “Fue un descubrimiento en todos los sentidos. Esa persona se dedicaba a mi placer y a mi disfrute en un momento en el que mi matrimonio había perdido el interés sexual”.
Laura llega a la entrevista con su libro ‘Las pasiones ocultas de Jade’ bajo el brazo, en cuyas páginas ha plasmado sus vivencias como mujer infiel. Su prólogo resume qué le lleva a los brazos de otros hombres: “Hay algo en mí que me empuja a vivir la vida de forma apasionada, como si un día sin pasión fuera un día no vivido”. Igual que ella, su protagonista ha descubierto el sexo y el placer y lo quiere gozar intensamente. El pseudónimo le permite escribir sin timidez, con frescura y llamando a las cosas por su nombre.
Una aventura llevó a la otra y esta otra a la siguiente, con la complicidad de Gleeden, una web de contactos para infieles que le aseguraba esa discreción que para ella es impepinable. “En ningún momento me he planteado romper mi familia ni la de nadie. Amo a mi marido y no quiero hacerle daño gratuito. Hemos llegado a un punto en el que, más que amantes, somos amigos, padres y compañeros”, aclara. Laura encuentra en su casa estabilidad, un compañero, un amigo y un apoyo incondicional. Fuera, el sexo que le falta. No es ajena al tabú de la infidelidad femenina. Tres de cada cuatro mujeres creen que se juzga más severamente que la masculina y hasta un 41% dice que jamás confesaría un desliz ni a su mejor amiga, según el último estudio realizado por Ifop para Gleeden a nivel europeo. Les costaría menos reconocer un problema económico, un despido o una enfermedad que hablar de un escarceo.
Sin embargo, cuando esta web de citas pregunta a sus usuarias qué les hace felices, la respuesta es casi unánime: un amante. “Aman a sus maridos, ni siquiera atraviesan una crisis de pareja, pero necesitan savia nueva para nutrir la relación oficial”, indican en su nota de prensa. La psicóloga estadounidense Deborah Taj Anapol, impulsora del poliamor, llegó a la conclusión de que la ausencia de sexo en la relación acaba acelerando el envejecimiento y perjudicando la salud, ya que, según sus conjeturas, la acumulación de tensión sexual debilita las defensas del sistema inmunológico. Definía el matrimonio como una simple institución reproductiva “sin cabida para experimentar el lujo del romanticismo y la pasión”.
¿Quiere esto decir que una canita al aire de vez en cuando podría salvar un matrimonio no demasiado bien avenido? “Cuando hay problemas graves, una infidelidad no va a salvar la pareja. Solo conseguirá que le pillen y entonces se romperá definitivamente”, señala Alberto. En su caso, asegura que disfruta de una relación estable y sus aventuras extraconyugales le aportan serenidad. “La tranquilidad de vivir como quiero y que no se me quedan deseos factibles en el tintero. Desde el punto de vista sexual, me permite variedad, novedad y placeres que no puedes tener en casa. Con mi pareja estable eleva mi deseo sexual y mi felicidad en general cuando estoy con ella”.
Según el neurofisiólogo Eduardo Calixto González, al aparecer un tercero o tercera en escena, la química del cerebro actúa igual que si hiciésemos puenting. La misma dopamina e idéntica sensación de placer, euforia y vitalidad. El deseo se impone a la razón y, además, es altamente adictivo. A pesar de esta embriaguez hormonal, Alberto aconseja cordura. Su primera recomendación es no enamorarse. “Segundo -continúa-, es importante ser muy prudente y, por tanto, no vivirlo con ansiedad. Otro factor es que tu amante esté en la misma situación, casada infiel. Yo tengo 61 y me relaciono con mujeres casadas cercana a esa edad, porque buscamos lo mismo. Obviamente, es esencial que tu pareja no sospeche, por lo que debes tener sexo con ella también”.
Sorprende un dato que arroja Ashley Madison, otra web de encuentros para personas casadas, en uno de sus sondeos: “el 48% de los usuarios creen que es posible seguir amando a tu pareja y considerarían estúpido romper una relación que funciona solo porque falla en un punto”. Si esta es la realidad, ¿dónde queda el matiz de la traición o el dolor con el que siempre hemos juzgado la infidelidad? ¿Acaso teníamos sobrevalorada la lealtad?
Alberto entiende la mala prensa de este modo de actuar, con mentira y traición: “La primera vez que eres infiel te corroe la culpa, lo pasas mal y tu pareja legal lo acaba sufriendo por una vía u otra. Con el paso del tiempo, nuevas experiencias te enseñan a aceptar tu infidelidad, te aceptas a ti mismo y ya no te sientes culpable. Estás engañando, claro, pero peor sería separarte o convertir tu relación de pareja en un infierno”. Piensa que lo que está sobrevalorado es la fidelidad. “Es muy difícil ser fiel durante 20 años, quizás podría aceptarse socialmente esta realidad y dejar de mentir para vivir en pareja con más complicidad”, argumenta.
Las siguientes cuestiones, para las que seguramente falta una respuesta convincente, serían cómo manejar el estrés, cómo hacer para capear la pena mientras uno de los dos goza del sexo extramatrimonial. No olvidemos que, de momento, el 95% de las parejas son cerradas.