Separarse de la pareja con la que pensabas compartir el resto de tu vida es probablemente una de las decisiones más difíciles que puede tomar una persona. Despertarse una mañana y darse cuenta de que la vida que llevas ya no es la que quieres, que los sentimientos que albergas hacia la persona que juraste amar ya no son lo que era y que, en definitiva, ya no puedes sentirte como en casa en la que fuera tu casa es una revelación bastante dura que puede hacer mella en nuestro ánimo y hacernos sentir tristes, solos y decepcionados con nosotros mismos. Pero así son las cosas, y a veces, aunque cueste aceptarlo, el divorcio es la única solución posible para alcanzar la verdadera felicidad.
En los últimos años, el número de parejas que se ha separado ha ido en aumento. Cada vez hay más divorcios. Según los datos de Eurostat, en 2019 se registraron aproximadamente 800.000 divorcios en la Unión Europea y alrededor de 1,9 millones de matrimonios, o lo que es lo mismo: el número de divorcios que se produjeron en un año fue casi la mitad del número de matrimonios. En España, la situación es semejante. Y es que según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), solo en el primer trimestre de 2021 se produjeron 25.387 separaciones, un 5,7% más que en el periodo anterior.
Poner punto y final a una relación de varios años siempre es complicado, pero resulta aún más difícil cuando hay niños de por medio. Y es que dependiendo de cómo se produzca el proceso, estas separaciones pueden acabar teniendo efectos desastrosos en los pequeños de la casa.
Por eso, para evitar posibles secuelas, muchos padres están recurriendo una solución innovadora que facilita todo el proceso de ruptura: el “birdnesting”, una alternativa con la que los niños pueden pasar tiempo con sus dos padres sin cambiar en ningún momento de residencia.
Cuando una pareja con hijos se divorcia, lo habitual es que los niños cambien de casa para pasar tiempo con sus dos progenitores. Con el birdnesting, sin embargo, el proceso cambia: son los padres los que rotan para vivir con sus hijos.
Esta alternativa consiste, básicamente, en mantener la residencia familiar como el hogar de los pequeños. Durante el tiempo de custodia acordado, cada progenitor vive en la casa como si fuera suya y después, cuando se acaba su tiempo, se va a otro lugar, dejándole la casa (y los niños) al otro progenitor. Es decir: ambos progenitores se alternan para hacer uso de la casa familiar y cuidar de los niños.
El objetivo de este método es que los niños puedan digerir con mayor facilidad la separación de sus padres y los cambios que se producirán en su vida familiar. Al no cambiar de residencia, se espera que el divorcio no afecte a su vida social, algo que suelen acusar muchos niños que se ven obligados a cambiar de un lugar a otro, y que, a la larga, no tenga consecuencias negativas en su salud mental.
Algunas voces críticas, sin embargo, han alertado que el birdnesting podría tener efectos negativos en los niños, que podrían tener dificultades para procesar la separación de sus padres. Asimismo, se cree que también podría afectar negativamente a los padres, que se verían estancados a la hora de superar la ruptura.
A pesar de ser una práctica relativamente común en Suecia, donde la custodia de los hijos se comparte por igual desde hace décadas, el birdnesting es un concepto relativamente nuevo a nivel mundial. ¿Qué implica esto? Que, de momento, no hay estudios que puedan confirmar sus efectos positivos o negativos. Lo que sí hay, sin embargo, es un creciente interés, principalmente entre las familias de clase media occidentales.
En Estados Unidos, Australia y Países Bajos, varios abogados matrimoniales han informado sobre el aumento de este tipo de “nidos”, y en Reino Unido un reciente estudio reveló que un 11% de las parejas divorciadas lo habían probado. ¿Logrará esta alternativa anidar en España?