El beso de Singapur: la técnica sexual más enigmática que tienes que empezar a entrenar ya
Su origen es milenario y consiste en movimientos muy controlados de contracción y relajación durante la penetración
Requiere un entrenamiento del músculo pubocoxígeo que, además de aumentar el placer, fortalece el suelo pélvico y previene la incontinencia urinaria y problemas de disfunción eréctil
Las geishas desarrollaron esta técnica y la aristócrata Diana de Poitiers la usó con sus amantes, los reyes Francisco I y Enrique II de Francia
Las encuestas nos presentan contenidos en el sexo y poco implicados con la pareja. Quizás nos anime algo rescatar la figura de Diana de Poitiers, conocida como la amante de reyes, en el siglo XVI. Hija del conde Saint Valliers, se casó a los 15 años con un hombre 40 años mayor. Al enviudar, inició una jugosa leyenda de amores entre los que destacan Francisco I y Enrique II de Francia. Según las crónicas, su método para elevar a sus parejas al éxtasis es lo que hoy se conoce como beso de Singapur.
El placer es similar al del sexo oral
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No es un beso al uso en la boca, sino una compleja técnica con una gran carga erótica, siempre que se realice bien. La mujer repite durante la penetración unos movimientos específicos que son similares a los ejercicios de Kegel y generan en el hombre una sensación de succión y masaje muy estimulante. El resultado de esta sutil alternancia de contracción y relajación es un disfrute muy similar al sexo oral. En cuanto a la postura, el hombre debe permanecer tumbado boca arriba y la mujer sobre él. No obstante, lo principal es controlar bien estos movimientos e ir aumentando la intensidad de forma gradual. Su ejecución perfecta es garantía de un orgasmo mucho más intenso que la mayoría de las prácticas habituales en la cama.
El beso de Singapur tiene su intríngulis. Lo más aconsejable para practicarlo con éxito es preparar previamente el suelo pélvico con unos ejercicios de Kegel, tanto hombres como mujeres. Es importante encontrar una postura cómoda para no tensar el abdomen, glúteos o músculos y alternar pequeñas contracciones con otras más fuertes, a medida que se vaya dominando. Al ser una técnica pausada y rítmica, resulta especialmente placentera para quienes sufren disfunción eréctil o eyaculación precoz.
Tiene su raíz en el sexo tántrico
Su base es el pompoir o pompoarismo y deriva del tantra. En la India, durante siglos las mujeres transmitieron de generación en generación un modo de ejercitar su músculo pubocoxígeo para ofrecer y sentir mayor placer durante el coito. El método viajó a Japón y las geishas lo perfeccionaron con movimientos abdominales en un ritual cargado de sensualidad.
¿Sabemos dónde se encuentra el músculo pubocoxígeo?
El pubocoxígeo es el principal músculo del suelo pélvico. Tiene forma de hamaca y va desde el pubis hasta el coxis, rodeando la uretra, la vagina y el ano. Tonificarlo previene la incontinencia urinaria y garantiza una vida sexual satisfactoria. Antes de nada, conviene reconocerlo. Es el músculo que contraemos para detener el flujo de la orina. Hay muchos ejercicios de contracción para fortalecerlo y deben practicarse a diario. El más simple es contraerlo como si quisiésemos detener la orina y a continuación relajarlo rápidamente. Se puede hacer varias veces al día, porque es una actividad que pasa desapercibida. Una vez dominado este ejercicio, podemos añadir dificultad prolongando la contracción entre 3 y 10 segundos para luego relajarlo lentamente.
Licia Cacciari, fisioterapeuta e investigadora de la Universidad de São Paulo (Brasil), ha participado en un estudio sobre las ventajas derivadas de trabajar el suelo pélvico y los resultados confirman que el entrenamiento específico de la coordinación de los músculos de esta zona promueve una distribución más simétrica de la presión a lo largo del canal vaginal. Por eso, el beso de Singapur favorece la salud íntima de la mujer al exigir una buena tonificación y fortalecimiento de los músculos del suelo pélvico, tanto por el entrenamiento previo con ejercicios de contracción y relajación, como por la práctica sexual en sí.