A la gente de nuestra generación se nos habló poco o nada de sexo, drogas , el lema con el que los hippies quisieron soliviantar las mentalidades de finales de los 60. Con tal de alejarnos del temido trinomio, nos educaron bajo los principios del silencio, la decencia y la castidad. Eran tiempos en lo que se decía que la masturbación traía flojera mental, acortamiento de la vida, esterilidad, obsesiones y desvaríos.
Y ahora viene el tirón de orejas. Realmente, los padres seguimos conversando igual de poco o nada con los hijos sobre sexualidad y drogas, menos aún en la adolescencia. El 80% de los jóvenes dice no haber recibido una educación sexual satisfactoria o no haber recibido ninguna. Y si no se habla, se corren muchos riesgos: frustración, violencia de género, abuso y todas las consecuencias que trae consigo seguir mirando hacia otro lado. Se consume el sexo sin ni siquiera apreciar lo que es un ataque o una conducta intimidatoria.
Nunca es tarde para iniciar esa conversación pendiente y, con ayuda del psicólogo Juan Moisés de la Serna y algunas investigaciones, como las de Nora Rodríguez o las de Carmen Orte y Luis Ballester, de la Universidad de las Islas Baleares, hemos elaborado este decálogo para empezar a responder a las inquietudes y curiosidades de los hijos.
Los niños suelen empezar a preguntar cuando ven a alguno de los progenitores desnudos y se dan cuenta de que su cuerpo no es el mismo. En la adolescencia las dudas las suscitan su propio cuerpo y las relaciones con el otro género. Responde sin pensar como adulto, ajustándote a esa duda. Es absurdo que te devanes los sesos pensando cómo le explicarás todo el funcionamiento del aparato reproductor o cómo se mantienen relaciones sexuales. Poco a poco, responde a las preguntas que vaya surgiendo.
Tratar a los pequeños como si fuesen adultos, contándoles todo con detalle, es tener poco conocimiento sobre pedagogía. Puedes empezar a armar su conocimiento con cuentos y metáforas. El diálogo debe ser tranquilo, tratando de contestar a lo que pregunta y sin necesidad de extenderte. Su curiosidad irá creciendo y a la primera pregunta le seguirá una segunda, una tercera... Con tus explicaciones irás saciando su curiosidad y él se irá formando como persona.
Es cierto que, aun en el limbo, los uppers salimos más o menos airosos en asuntos eróticos y flirteos con las drogas. Pero hoy los jóvenes tienen internet, el mayor causante de patrones muy negativos y de una idea del placer y del ocio muy atrofiada.
Las actitudes han dado un giro extraordinario, pero no significa que estén mejor preparados. Los niños se inician en la pornografía a los 8 y 9 años con los móviles. Casi sin buscarlo, le salen páginas pornográficas asequibles y gratuitas. Tus conversaciones serán el contrapunto necesario para configurar su modo de vida de acuerdo con relaciones afectivas y comportamientos saludables.
Hoy sabemos, por ejemplo, que la mujer es tan sexual como el hombre, que ser lesbiana no es un capricho y, como dice el neurólogo holandés Dick Swaab, "la idea de que la homosexualidad sería una elección equivocada, es errónea y sigue causando mucho sufrimiento". Sabemos también que existe el ciberacoso y la normalización de ciertas prácticas que no querrás para tu hijo.
El asunto de la orientación sexual no desaparecerá mágicamente por no hablar de ello. Habrá que tratarlo igual que otro tema. Si no pregunta, busca la ocasión de abrir un diálogo a partir de una noticia, una serie o un caso de alguien allegado.
No olvides valorar cómo será recibido en su entorno. En ocasiones algunos padres, aun respetando cualquier orientación o identidad sexual, aconsejan no decirlo públicamente para prevenirle de cualquier tipo de discriminación, dolor o estigmatización. Otros, por el contrario, deciden usar al hijo para tratar de cambiar la sociedad, con los riesgos que ello supone. Tu papel será siempre facilitar el desarrollo del menor de forma sana, ayudándole a que progrese como persona.
El placer es uno de los grandes ausentes en la educación sexual. Obcecados con el riesgo de embarazo y las enfermedades de transmisión sexual, nos olvidamos hablar del disfrute y del conocimiento del propio cuerpo, haciéndole ver que este es su aliado.
No vale con poner los filtros para menores que traen algunas aplicaciones y olvidarse. Los padres deben estar abiertos a comentar cualquier material que vea explicándole sobre lo adecuado o no de verlos. Su comportamiento y la idea de lo que es divertido van a estar influenciadas por sus semejantes, los influencers y la publicidad.
A menudo tendrás la sensación de que llegas tarde, pero él no cuenta con un criterio personal y le harás un gran favor si le ayudas a desterrar mitos y creencias falsas, como el elogio de la sexualidad falocéntrica que ensalza la erección, la duración, el número de parejas sexuales o el orgasmo televisivo.
Las drogas, legales o no, están causando serios perjuicios a los adolescentes. Quítale la idea de que lo habitual es probar porque la primera vez 'no pasa nada', 'seguro que con esta otra tampoco' o 'voy a probar y lo dejo'.
El problema es el componente adictivo y sus efectos en el menor en desarrollo. Incluso algunas, con un solo consumo, pueden tener importante consecuencias para la salud física y mental del menor. No puedes agarrarte a que esas cosas son propias de la edad como forma de justificarse tu falta de control. Infórmate y habla de ello con calma.
Puede que ni siquiera sepas el modo de iniciar una conversación compleja. Deja que sean en ellos en función de su curiosidad, comentando algo de clase o algo que le ha dicho un compañero. Para que esto ocurra, debes fomentar la comunicación familiar. Si no existe esta apertura al diálogo, difícilmente va a preguntar sobre su sexualidad o drogas.
Si no habla, saca tú conversaciones sobre noticias relacionadas con acontecimientos y deja abierto el tema para que él se exprese. De esa forma se le podrá informar de aquello que desconoce o que tiene erróneamente entendido.
Te sorprendería saber que es posible que tu hijo haya probado marihuana. La situación es muy común por su habilidad en el engaño y por la resistencia de los padres a creer algo así. Aquí el flirteo no vale. Debes hacerle saber que las drogas tienen consecuencias. No se trata de asustar, pero sí que conozca los riesgos antes de tomar una decisión. Hay que hablarle ajustándonos a su desarrollo para que lo pueda asimilar.
Confía en tu instinto cuando tienes la sensación de que pueda estar consumiendo algún tipo de droga. Habla con él y explícale tus inquietudes, pero desde una postura tranquilizadora. Habrá que buscar un momento cuando esté sobrio y calmado y exista privacidad. Conviene evitar la acusación directa o la culpabilidad y sí mencionarle los cambios que has percibido. Acentuar sus sentimientos de desprecio hacia sí mismos es contraproducente. No le hables desde el reproche, sino de los riesgos y de lo prescindibles que son esas sustancias con mensajes claros y consecuentes.