Tres son multitud, suele decirse. O no. Los tríos son una de las fantasías eróticas más extendidas. Un 84% de los hombres ha sentido alguna vez el impulso de acostarse con dos mujeres, según un estudio de la Universidad de Quebec (Canadá); otra encuesta, realizada por el psicólogo social estadounidense Justin Lehmiller, del Instituto Kinsey (EEUU), la situó en el primer lugar del ránking de fantasías. Así que muchas parejas no se conforman con barajar la opción: la ponen en práctica. Y la edad madura, cuando se tiene más experiencia y las ideas más claras, se antoja una etapa óptima para disfrutar de esta variante, más normalizada en la actualidad que en tiempos pasados debido a una creciente curiosidad sexual (que abarca también la proliferación de juguetes) y el auge de escenas subidas de tono en películas y series de televisión.
Algunas parejas se decantan por añadir un invitado o una invitada a su cama como revulsivo. Es el caso de Blanca (48) y Nacho (50). Después de 18 años de relación, su vida sexual "había perdido intensidad", dice ella. "Como supongo le sucede a todo el mundo, pasado el furor de los primeros años habíamos puesto el sexo en un segundo plano. Sentíamos que, por dejadez o porque simplemente nuestra vida en común estaba llena de otras muchas cosas, habíamos renunciado a una faceta que nos gustaba y en la que nos entendíamos muy bien. El sexo nos unía mucho, y el dejar de practicarlo, o espaciarlo, nos estaba desuniendo".
Lo hablaron, y decidieron revitalizarlo. Resolvieron que había que salir de la rutina. ¿Cómo? Acordaron incorporar nuevos alicientes, y llevar a la práctica la fantasía del ménage à trois, que ambos tenían desde los treinta, fue uno de los modos.
"Al principio no me hizo mucha gracia", reconoce Blanca. "Compartir a mi pareja con otra mujer… Me parecía que era como consentir un adulterio, y además alentarlo y participar en él. Tras hablarlo mucho, cambié de idea. Me di cuenta de que no era así: suena mal decirlo, pero era como incorporar al sexo un elemento adicional, como podría serlo un juguete erótico. No habría vínculo con esa persona más allá del meramente físico. No tendríamos por qué volver a verla".
Una vez pactado, ¿cómo hacerlo realidad? No conocían a nadie a quien proponérselo y no era plan de ir preguntando en el supermercado. Se crearon un perfil en una app de citas exponiendo su deseo; no tardaron en obtener respuesta de varias candidatas
El resultado fue satisfactorio. Para Nacho fue satisfactorio: "Da mucho morbo, porque cada beso o cada caricia va destinada a provocar una reacción en tu pareja. Disfrutas doblemente". Blanca reconoce que, "contrariamente a lo que esperaba, me encantó". Pero ¿cómo puede gustarle a una mujer hetero mantener sexo con otra chica? "En realidad, no es exactamente eso; es una performance en la que amplias tus límites", aclara.
Si salió bien fue, según ellos, por dos factores: tan hablado lo tenían que sabían perfectamente en qué iba a consistir (no había espacio para las sorpresas) y convinieron no mantener con la invitada ningún tipo de contacto después de la noche de autos. "Desde entonces, lo hemos practicado una vez más, pero con otra chica", explica Nacho.
La psicóloga clínica y sexóloga Miren Larrazábal, directora del Instituto Lyx, opina que no es una medicina que deba aplicarse siempre que una pareja pretende recuperar la alegría. "Eso un terapeuta no lo pauta. Es decisión de ellos, y algunos sencillamente quieren explorar. Puede ser bueno o malo dependiendo de cómo se gestione. Hay mucha gente que va a esas experiencias sin estar preparada, y se generan situaciones de celos o de rivalidad. De modo que lo que al principio se había tomado como una novedad para alimentar su vida sexual se acaba convirtiendo en un conflicto".
Los beneficios, cuando los hay, son diversos: "Puede ser una ocasión de exploración sexual con tu pareja, y puede darte más complicidad a nivel sexual, fomentar la excitación sexual posteriormente, cuando se comente lo que más les gustó…”, señala la experta. Pero conviene tener en cuenta unos consejos para que ese y no otro sea el balance.
"Lo primero es que ponga encima de la mesa lo que está buscando. Y marcar el contexto en el que se va dar: si es algo que van a realizar con cierta periodicidad o no. Hay que trabajar los límites: qué es lo que sí y qué es lo que no. Es decir, la otra persona puede compartir con ellos las actividades sexuales pero nada de su vida social, ni mensajes de WhatsApp ni nada. Estas cosas si no están bien consensuadas pueden ocasionar problemas. Puede ser un desastre, según cómo se maneje", añade Larrazábal. "Se trata de cuidar a todos".
Cuando no se discute antes, la opción suele salir mal. Susana (53) recuerda cómo puso punto final a una relación de un año después de su expareja intentara aplicar una política de hechos consumados. "Estábamos una noche en su casa y de repente sonó el telefonillo. Le pregunté: '¿Esperas a alguien?'. Me explicó que había llamado a una chica para que se uniera a nosotros. De haberlo hablado previamente podía haber aceptado o no, no lo sé, pero mi reacción fue recoger mis cosas e irme. No volví a saber de él".
Las razones que pueden llevar a una pareja a probar experiencias nuevas son variopintas. Araceli (52) aceptó el trío cuando ya había decidido cortar la relación; fue una especie de colofón. "A él le hacía ilusión, y me dije: '¿por qué no?". Califica el episodio de positivo: "Estuvimos de cinco de la tarde a cinco de la mañana. Incluso partió de mí el repetir al día siguiente. Pero fue lo que fue: un hecho puntual. ¿Repetiría? Probablemente sí, pero pienso que con una pareja más estable, con plena confianza, sería mucho mejor", opina.