Testosterona y líbido: cómo afecta a hombres y mujeres en la cama
Para tener una sexualidad activa es imprescindible esta hormona, pero hay muchos mitos a desterrar
No habrá molécula más denostada y magnificada al mismo tiempo. ¿Te sientes flojo? Culpa de la testosterona. ¿Eufórico? Culpa de la testosterona. ¿Duermes mal? Culpa de la testosterona. ¿Has tenido un traspié en la cama? ídem. ¿Demasiado agresivo? Más ídem. Unas veces por defecto y otras por exceso, nos hemos acostumbrado a hacer de esta hormona que liberan los testículos de los machos de todas las especies animales y, en menor grado, los ovarios de las hembras, la medida de nuestra vida.
Antes de entrar en cuánto de mito y cuánto de verdad hay en todo lo que nos han hecho creer, hay una realidad indiscutible: su presencia es obligada en una sexualidad activa. A los científicos les basta pronunciar la letra 'T' para saber que hablan de una hormona poderosa y muy influyente. Con la testosterona a hombros, el macho de muchas especies detecta rápidamente a la hembra, despierta su deseo sexual y defiende a muerte a su territorio. Además, marca el desarrollo de las glándulas sexuales masculinas antes de nacer y, en la adolescencia, los caracteres sexuales. Al llegar a la madurez, sus niveles hacen agua para dejar paso a otras hormonas, como la oxitocina o los estrógenos, que suelen atemperan el carácter. "La testosterona no alienta al verso", dice el escritor Carlos Ruiz Zafón.
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¿Realmente vale su peso en oro?
Dejemos que sea el psicólogo Cesáreo Hernández quien aclare esta cuestión: "Su papel es fundamental en la libido masculina, pero también en la femenina. De sus niveles depende no solo la intensidad del deseo sino también su orientación. Tanto en el hombre como en la mujer debe existir un equilibrio hormonal y un nivel determinado de testosterona para que se produzca una respuesta sexual. Pero hay que dejar muy claro el deseo sexual no depende solamente de los niveles de testosterona, sino principalmente de factores psicológicos específicos que provocan particularmente en cada individuo la libido y la excitación sexual".
Se puede decir, según el psicólogo, que es uno de los componentes psicofisiológicos que determinan el comportamiento sexual del hombre y, en algunas ocasiones, el atractivo sexual que tiene para la mujer heterosexual. Pero insiste en que lo que te excite o no de alguien tiene más que ver con factores psicológicos y sociológicos. También el comportamiento sexual masculino depende fundamentalmente de circunstancias psicológicas relacionadas con su desarrollo y maduración psicosexual. "Y estas son las que determinan, por ejemplo, cómo, cuándo y con quién se excita sexualmente". En la mujer no es la principal hormona que interviene en la respuesta sexual femenina, ya que esta depende más de los niveles de estrógenos y progesteronas, pero también está presente.
Entonces, ¿es un ingrediente esencial en el sexo? En la respuesta aparecen los mitos y hay que reconocer que la ciencia no ha ayudado demasiado a esclarecer dónde acaba la evidencia y dónde empiezan los bulos. La primera falacia contra la que nos advierte Hernández es creer que la testosterona define la masculinidad y heterosexualidad del hombre. "Aunque es un factor fisiológico fundamental para fijar lo masculino, existen hombres con un lado femenino psicológico muy desarrollado, obviamente no necesariamente homosexuales, una cosa no tiene que ver con la otra, con altos niveles de testosterona".
El segundo error deriva de su caída ineludible a medida que los hombres van cumpliendo años. El chasco de verse privados de testosterona en la cantidad deseada lleva a dejarse tentar por el aluvión de productos pensados para potenciar el rendimiento sexual. "Es fácil recurrir a ellos -reconoce Hernández-, pero la regulación normal de sus niveles depende de hábitos alimenticios y de comportamiento, así como de ciertos factores de maduración psicológica y desarrollo del carácter individual". Y estos no pueden ser sustituidos por el simple aporte externo de la misma.
Tampoco la testosterona es el maná si ponemos el foco en la satisfacción. "Esta depende de un proceso que va mucho más allá de una simple administración externa de testosterona, obviamente", sigue explicando el psicólogo. Habría que desterrar la idea de que la potencia sexual del hombre depende de ella exclusivamente. El ejemplo que él pone es muy esclarecedor: "Muchos hombres y mujeres con niveles justos de testosterona no se excitan ni rinden sexualmente con sus parejas, pero sí con las de sus vecinos. Es un hecho constatado clínicamente".
Rebecca Jordan-Young, investigadora de género y sexualidad en Barnard College, en Nueva York, y la antropóloga Katrina Karkazis, confirman en sus trabajos que, incluso con cantidades discretas, el hombre logra un funcionamiento sexual óptimo. Pero la tenacidad con que se le achaca a esta hormona cualquier hazaña sexual le arroja en busca de cualquier suplemento que prometa mayor vigor, resistencia, vitalidad y furor bajo las sábanas.
¿Y si la actividad sexual y la propia lujuria se encargasen de disparar naturalmente esa hormona? Las científicas neoyorquinas no tienen ninguna duda de ello y son muchos los estudios que confirman que no hay propulsor más natural que la propia práctica, incluida la masturbación, aunque en este caso su efecto positivo es más a corto plazo.
La testosterona, a pesar de ir bajando sus niveles a medida que una persona madura, encuentra sus propios modos de retrasar o incluso revertir el proceso: dormir suficiente y bien, dieta equilibrada, control del peso, actividad vital, ejercicio físico (sin llevarlo al extremo), reducción del estrés, vitamina D o exposición moderada a la luz del sol, grasas saludables, suplementos vitamínicos para corregir deficiencias (siempre bajo criterio médico) y una vida sin drogas y sin abuso de alcohol.
La terapia puede ser útil, según un informe publicado en Nature Reviews Endocrinology, cuando el cuerpo es incapaz de producir la hormona de forma adecuada naturalmente, pero siempre bajo prescripción médica y nunca en hombres sanos, ya que hay riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular isquémico o un infarto de miocardio.
También en la mujer
Aunque sea su faceta menos conocida, es también la hormona esteroidea biológicamente activa más abundante en el cuerpo de la mujer y puede ayudar a mejorar su vida sexual después de la menopausia. Una revisión de 36 ensayos con un total de 8.480 participantes, publicada por 'The Lancet Diabetes&Endocrinology', demostró sus efectos favorables sobre la libido femenina, los orgasmos y el bienestar en esta nueva etapa. Tiene, además, otras funciones que contribuyen a la fuerza muscular, el estado de ánimo, la función metabólica y la capacidad de pensar, recordar y razonar.
Los autores observaron que los beneficios sobre la función sexual no se limitan a aumentar el número de encuentros sexuales satisfactorios. Las participantes a las que se les administró testosterona mejoraron su libido, la intensidad de los orgasmos y también la imagen de sí mismas. Todo ello les permitía vivir su sexualidad sin las preocupaciones y angustias de otras épocas. Son cuestiones que aún está explorando a fondo la ciencia y se necesita más investigación, pero el objetivo sería dar con formulaciones exactas y personalizadas, evitando el riesgo de efectos secundarios indeseados, como niveles altos de colesterol y triglicéridos.
Todo ello parece justificar el culto a la testosterona tan discutido y a la vez expandido. Su interés científico ya ha servido para descartar que, incluso en dosis extremadamente altas, incrementan la hostilidad, la ira o el comportamiento agresivo. Todavía queda por conocer mucho más.