El patrimonio histórico de nuestro país es inmenso con vestigios culturales, arqueológicos o pictóricos desde que prácticamente los primeros hombres poblaron nuestras tierras. La dificultad llega a la hora de establecer con exactitud cuándo se fundaron los primeros pueblos y ciudades. Mahón, Úbeda, Cádiz, Huelva y Salamanca son las urbes catalogadas como las más antiguas, pero en Uppers hemos querido localizar cuál es el pueblo más antiguo de España. Habrá que buscar la oportunidad de visitarlo por eso de experimentar la sensación de revivir un hecho importante.
Los hallazgos encontrados sobre todo por escrito son los que datan el momento en el que se fundó un pueblo, la extensión geográfica que consiguió abarcar y la población qué agrupó. El Instituto Geográfico Nacional (IGN) de nuestro país define a la ciudad como aquel núcleo de población con un censo superior a los 10.000 habitantes. El problema está en que en los primeros siglos los pueblos y ciudades contaban con unas dimensiones muy distintas.
Hace dos años un equipo de arqueólogos de la Universidad de Granada afirmó en una publicación que el poblado de Los Millares, en el pueblo de Santa Fe de Mondújar, al norte de Almería, es la ciudad más antigua de España y no Mahón o Úbeda. Tras un extenso trabajo de investigación confirmaron que hace 5.200 años en ese terreno de Los Millares que ocupaba seis hectáreas llegaron a vivir 1.500 personas, “una cifra inédita en el contexto de la Edad del Cobre”.
A la hora de localizar el pueblo más antiguo de España nos referimos al concepto de primer ayuntamiento. Es decir, una localidad con entidad propia que dejaba de depender tan directamente del rey o del señor del castillo con sus murallas donde refugiarse ante las continuas invasiones.
Según los documentos encontrados hasta la fecha por los investigadores, el pueblo más antiguo de España es Brañosera. Se encuentra en la Sierra de Peña Labra, a orillas del río Rubagón, en el noroeste de Palencia y muy próximo a los límites con Cantabria. El pueblo de Brañosera está rodeado de bosques de hoja caduca y matorral y cuenta con una Reserva Nacional de Caza en sus alrededores conservando las costumbres de sus inicios. En 2018, el Instituto Nacional de Estadística censó la población actual con 246 habitantes.
En el año 824, cuando nuestro país empezaba a tomar forma, desde la ciudad de Oviedo, el rey Alfonso II el Casto concedió una carta fuero al conde Munio Núñez. A través de ese documento se dejaba por escrito que el conde y su mujer donaban esas tierras a los ciudadanos Valero, Félix, Zonio, Cristóbal y Cervello junto a sus familias.
La finalidad era crear un asentamiento en ese lugar donde los espesos bosques habían dejado un terreno despejado y abundaban los osos y otras especies. Así el nombre de Brañosera proviene de la unión entre las palabras “braña” o claro del bosque y “osera” o madriguera de osos. El mismo escrito dice además que era un territorio que su dueño utilizaba para la caza.
Aquella carta fuero convirtió a la localidad en el primer municipio de nuestro país con un ayuntamiento a nivel administrativo reconocido y documentado. El conde Munio Núñez dejó por escrito junto a su mujer los límites de la propiedad y que la intención era poblar aquel valle rodeado de montes, cauces de agua, fuentes, huertos y frutales. También otorgaba a las familias que se asentaran ciertos derechos y deberes, pero sobre todo hacía concesiones en cuanto al pago de tributos.
La propiedad del lugar quedaba en manos de tales personas para que pudieran cobrar por dejar pastar el ganado o la labranza de las tierras, entre otros. La mitad de la recaudación sería para el conde y la otra mitad para el concejo de Brañosera. Además, anunció la construcción de la iglesia de San Miguel Arcángel, para el refugio de sus almas, que hoy es una pequeña ermita que ha sufrido cambios, pero conserva una placa de consagración fechada con el año 1118. El conde escribió en el fuero que las tierras de labor que se encontraban a los lados de la Iglesia quedarían como propiedad de ésta.
El pueblo de Brañosera se encuentra en la ruta del románico, un estilo al que pertenece su iglesia actual, la de Santa Eulalia, construida mucho después de su fundación. Data del siglo XII y es austera como se hacían entonces a base de sillares rojizos de la zona. Lo más curioso de esta iglesia es que sobre la primera portada, hoy clausurada, se abrió un ventanal con una composición muy similar. Puerta y ventana son dos arcos de medio punto. En ambas la arquivolta está decorada con motivos vegetales y los capiteles que la sostienen presentan unos leones y unas hojas estilizadas labradas en la piedra.
El interés por crear esta localidad por parte del conde Munio Núñez se entiende por el momento que se estaba viviendo y los movimientos migratorios de la población cristiana que habitaba en la Península. En la primera década del año 700 los godos se enfrentaron a la invasión de los árabes. Los pueblos autóctonos se vieron envueltos en revueltas y años de hambre con lo que empezaron a dirigirse hacia las montañas del norte. Buscaban refugio en las tierras de Asturias y cántabras, pero se generó una superpoblación en muchos territorios.
Hacia el año 814 esas gentes volvieron a emigrar en sentido inverso para repoblar las tierras de Castilla según dejó por escrito un abad castellano. Dejaron atrás las montañas cántabras y asturianas para llegar a zonas de valles menos profundos a través de una antigua calzada romana. Empezaron a establecerse de forma dispersa y aleatoria hasta que los abades de las congregaciones religiosas y los nobles, como el conde Munio Núñez, entendieron que era necesario organizar a las nuevas familias. Habían llegado a sus tierras y les dotaron de derechos como súbditos con una carta fuero aprobada por el rey y creando los primeros ayuntamientos.