Esta es la ciudad más fea del mundo según los internautas: "Una monstruosidad estética"
Los ciudadanos de esta metrópoli belga dicen que más que fea es aburrida porque nunca pasa nada
Su historia está ligada a la nuestra, ya que se fundó tras levantar la muralla bajo el dominio del rey español Carlos II
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La belleza provoca placer, un placer sensorial, intelectual o espiritual. Dicen los eruditos que aquello que carece de belleza es feo porque no tiene atractivo ni resulta agradable a la vista o al oído. Sin embargo, ambos conceptos opuestos son subjetivos, porque dependen de la mirada, que carga con su pasado y lo que está por llegar. Internet y las redes sociales se permiten muchos lujos y uno de ellos es calificar y posicionar. Así han hecho con los rankings para viajeros donde destacan cuál es la ciudad más fea del mundo según los internautas. En Uppers hemos querido saber de qué lugar se trata y por qué a sus ciudadanos les toca llevar esa losa de vivir en una urbe que tildan de fea.
Todo empezó en 2008, cuando De Volkskrant, el tercer periódico más importante de los Países Bajos, eligió a la localidad belga de Charleroi como “la ciudad más fea del mundo”. Con el paso del tiempo y la fuerza de las opiniones de los internautas, a este medio que sigue al pie de la noticia desde 1919, le han dado la razón. Charleroi ha pasado a formar parte del grupo de urbes menos agraciadas del planeta junto con Luanda (Angola), Amán (Jordania), Los Ángeles (Estados Unidos), Brazaville (República del Congo) o Ciudad de Guatemala (Guatemala).
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Charleroi está a 50 kilómetros al sur de Bruselas y es la gran metrópolis de la región de Valonia, la parte francófona de Bélgica. Su historia está ligada a nuestro país. Se fundó en 1666 a partir de la construcción de una fortaleza erigida bajo el dominio del rey Carlos II. De aquí su nombre, Charles Roy, y que todavía sus habitantes sean conocidos como “Carolos”.
Después, el lugar fue tomado por los franceses, por los austríacos y por los holandeses. La revolución industrial y sobre todo el carbón hicieron crecer a la ciudad hasta los inicios del siglo XX. Las minas de sus alrededores de donde se extraía el carbón la tiñeron hasta que se la conoció como “la ciudad negra”.
Consiguió sobreponerse de las dos Guerras Mundiales y más tarde incluso se convirtió en la cuna del cómic gracias a la revista Spirou, cuyo primer ejemplar salió a la luz en 1938. Dibujantes como Jijé, Franquin, Peyo o Morris nacieron en esta ciudad y sus personajes, Los Pitufos, Lucky Luke o Largo Winch, tomaron vida en esa revista para el disfrute de los ciudadanos belgas y los del resto del mundo.
Por qué dicen que Charleroi es fea
Actualmente, algunos califican a Charleroi como “una monstruosidad estética”. El río Sambre atraviesa la ciudad de punta a punta y el casco viejo conserva algunas casas típicas de la arquitectura belga con sus fachadas estrechas y alargadas de estilo Art-Nouveau, “pero poco más”, subrayan muchos internautas.
Al igual que les ha pasado a muchas otras urbes de provincia, su esplendor se ha ido apagando porque cada vez hay menos trabajo. El visitante se encuentra con fábricas abandonadas a las afueras que recuerdan mejores tiempos industriales, como unos altos hornos en desuso desde 2008; barriadas de casas de ladrillo que pocos cuidan; demasiadas superficies a merced de los grafiteros con más o menos arte; o viviendas de las que solo quedan los escombros.
Además, según publican distintos medios de comunicación, sus habitantes aseguran que el problema no es que sea fea, sino que es absolutamente aburrida. Insisten en que carece de dinamismo y que nunca pasa nada. Cualquier persona con inquietudes, con cierto nivel intelectual o social que quiera progresar no se queda a vivir aquí. Hace las maletas y se va a Bruselas.
Desde la década de los setenta las grandes empresas que daban brío a esta ciudad comenzaron a marcharse lo que se agravó aún más con la globalización. Eran compañías que mimaban a sus empleados con el acceso a escuelas, centros deportivos, piscinas… de modo que tras el cierre fueron perdiendo esos servicios. En 2016 echó el cerrojo la fábrica de Caterpillar de maquinaria industrial. El solar sigue vacío, aunque se está negociando la construcción de un parque de atracciones Legoland.
En la última década parece que están cambiando las tornas. Tal como publica la prensa, Google invertirá 500 millones de euros en la puesta en marcha de un centro de datos y, además, se está construyendo la mayor escuela de biotecnología de Europa. Las empresas están considerando instalarse aquí porque hay mayores incentivos fiscales en comparación con Bruselas. Es una ciudad cómoda, con un centro peatonal que ofrece ocio, restaurantes, comercios…
La población de Charleroi supera por poco los 200.000 habitantes, la mitad que antes de los setenta. Su cercanía a Bruselas la han aprovechado las aerolíneas de bajo coste que mantienen su aeropuerto en ebullición. Esa condición también la aprovecha el sector vacacional, una muestra es que la oficina de Turismo presenta esta urbe como “la cuna de lo insólito”.
Lo cierto es que cuenta con el mejor museo de fotografía de toda Europa. También destaca su arquitectura modernista y del Art Déco, con la Maison Dorée, la actual Casa de la Prensa, del arquitecto Alfred Frère; la Maison Lafleur, en el Paseo Solvay; o la Maison des Médecins, en la calle Léon Bernus, estas dos últimas construcciones del Art Nouveau.
También merece una visita el Ayuntamiento, ubicado en la Plaza Carlos II, la más antigua de Charleroi, construido en 1936, entre el estilo neoclásico y el Art Déco. Su campanario es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y tiene una altura de 70 metros, lo que le convierten en el mejor lugar donde contemplar una de las más bonitas panorámicas de la ciudad. En la misma plaza está la basílica de Saint-Christophe del siglo XVII, es de estilo barroco, pero también cuenta con una impresionante cúpula de cobre que se levantó tras la Segunda Guerra Mundial.
Está claro que unos pueden calificar a Charleroi como la ciudad más fea del mundo, sin embargo, siempre es posible encontrar la belleza donde otros no vieron nada. Todo depende del objetivo elegido con el que se mire.