En Japón, el país con más centenarios del mundo, es una práctica habitual. Pasear por un bosque de manera consciente, respirando sus aromas, contemplando los colores de la vegetación y, sobre todo, en silencio, tiene grandes beneficios para la salud.
El shinrin-yoku o baño de bosque es una experiencia sensorial de conexión con la naturaleza que promueve la salud y tiene como objetivo mejorar el bienestar, aliviar el estrés y fomentar el reposo al bajar la tensión arterial. En otras palabras, es una práctica terapéutica realizada a través de la naturaleza que beneficia la salud física, mental, emocional y social.
Si hay una época en la que el baño de bosque es particularmente gozoso es el otoño, el momento en el que se funde el esplendor de verano con los primeros indicios de la estación fría. Es una época de cambio en la que la naturaleza se muestra en todo su esplendor. Nuestro país está lleno de bosques idílicos donde poder darse un baño; entre ellos, apostamos por tres enclaves.
Entre Ávila y Madrid, se encuentra el bosque de Castañar del Tiemblo, que en otoño ofrece sus mejores colores, del dorado al marrón pasando por todos los tonos de ocre colándose entre la luz y la vegetación. Entre septiembre y noviembre, el bosque está tapizado por una alfombra de hojas donde se alternan castañas y otros frutos del bosque.
Hay que saber que está prohibido recogerlas del suelo para proteger a este bosque milenario. Si se recogen, el suelo no se regenera por la compactación de la tierra provocada por los paseos. Las castañas son también la principal fuente de alimento de los animales que habitan el bosque.
Pero el mayor atractivo de este castañar son sus árboles con varios siglos de vida; entre ellos El Abuelo, con una edad de más de 500 años, 12 metros de perímetro y 20 de altura. Su recogida imposibilita la regeneración debido a la compactación de la tierra que provoca el pisoteo, además de privar de alimento a los animales que lo habitan. Pero no solo hay que mirar al suelo, el castañar del Tiemblo cuenta con ejemplares con varios siglos de vida como El Abuelo, su gran joya, con una edad estimada de más de 500 años, un perímetro de más de 12 metros y 20 de altura.
Este bosque se encuentra en la localidad abulense de El Tiemblo, a 50 kilómetros de Ávila y casi 100 de Madrid, y durante los fines de semana hay que pagar una pequeña cuota para visitarlo. Cuenta con recorridos señalizados, como la send del Castañar, donde se encuentra el famoso Abuelo.
El bosque de Irati, en Navarra, contiene uno de los hayedos-abetales más grandes y mejor conservados de Europa. Son 17.000 hectáreas repartidas a lo largo de los valles de Aezkoa y Salazar, y, en menor medida, los franceses de Cize y Soule. En otoño, es todo un espectáculo que podremos disfrutar a través de sus numerosos senderos. La selva de Irati es un tesoro mediambiental en el que conviven ciervos, corzos y jabalíes y especies ornitológicas de gran valor; entre ellas, el dorsiblanco y el pico negro.
Para llegar a este bosque, hay que ir a Orbaizeta, en el valle de Aezkoa, y Ochagavía, en el valle de Salazar, a poco más de una hora en coche desde Pamplona. Una vez que hayas recorrido el bosque, se puede recorrer la arquitectura pirenaica de Ochagavía, los pueblos del valle cercano a Irati, las gargantas de Kakueta o la villa de Roncal.
El Hayedo de Montejo es el bosque madrileño más fotografiado del otoño. El recorrido más habital es la senda del río Jarama, un trazado que va paralelo al río Jarama y que está formado por álamos, matorrales y melojos, además de las mencionadas hayas.
El acceso es gratuito, pero es necesario solicitar una autorización previamente en sierradelrincon.org. Hay que tener en cuenta que para proteger el bosque, el número de visitas por día están limitadas y que siempre se realizan con un educador ambiental.
Para acceder a este bosque, hay que llegar a la Sierra del Rincón, al norte de Madrid y desplazarse a Montejo de la Sierra, cerca de Buitraho de Lozoya, localidad accesible desde la A-1 o carretera de Burgos.