El otoño es una época perfecta para hacer una escapada e internarse en alguno de los bosques de cuento de hadas de España y sus pueblos medievales. Tenemos la suerte de contar con multitud rincones absolutamente mágicos repartidos por toda la península. Hayedos, alcornocales, ríos de aguas rumorosas y un ambiente de retiro espiritual, se diría, protegido del ruido de las urbes. Todo suma en este viaje por los sentidos al corazón de la naturaleza.
Una elección perfecta para este viaje podría ser el Faedo de Ciñera, justamente bautizado como el bosque ‘mejor cuidado de España’. Silencio, retiro y magia.
A solo 40 km de León (45 minutos en coche siguiendo la N-630), en la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica. encontramos este enclave privilegiado. El Faedo es un hayedo centenario rodeado de peñascales calizos que concita bajo sus ramas gruesas la idea perfecta de los viejos cuentos de hadas al calor de la hoguera.
Este pequeño bosque ha sobrevivido casi intacto al implacable curso de los acontecimientos históricos y a la intensa actividad minera de otras épocas; una industria local que laminó y deforestó con sus desmontes muchos otros bosques y que, sin embargo, respetó el Faedo por un milagro. Lo mismo ocurrió con las líneas de alta tensión, con una tala planificada del enclave que nunca se ejecutó, para suerte de quienes aman este rincón repleto de leyendas.
En 2007, el Ministerio de Medio Ambiente y la ONG Bosques Sin Fronteras decidieron otorgarle un premio a su singularidad declarándolo el bosque mejor cuidado de España.
Dicen quienes lo conocen bien que esta estación, junto con la primavera, son las mejores para captar una idea de su encanto y su belleza particular. Pasado el cementerio de la localidad, comienza la ruta, que en un primer momento deja atrás la entrada a una antigua mina de carbón abandonada. Hoy hace las veces de museo de la cultura minera de Ciñera de Gordón, el pueblo más cercano. Después se llega a la casa abandonada, al arroyo de Villar, que pasa bajo el puente de piedra, y la explanada habilitada como zona recreativa que precede al enclave del hayedo.
La ruta, de dificultad baja, es recomendable para quienes aman las caminatas tranquilas. Apenas llega a los 6 km de ida y otros 6 de vuelta. Puede hacerse en menos de dos horas sin necesidad de apretar el paso, algo imprescindible si se quiere captar el bosque en toda su dimensión misteriosa: la luz, el viento entre las ramas, el sonido del agua. Aquí es necesario pararse a imaginar la voz de las leyendas de brujas y hadas que describen los carteles.
Hay tiempo de sobra para detenerse a admirar los ejemplares de hayas, reclamo principal para los visitantes Algunas llegan a los 30m de altura. Las más antiguas, llamadas ‘Fagus’, tienen aproximadamente 500 años y 6 metros de perímetro.
La ruta termina en un roquedal con dos puentes que hay que atravesar. Después, la parte más complicada: el desfiladero de las Hoces del Villar, que los mineros utilizaban para bajar a las viejas minas. Aquí murieron algunos, víctimas de los aludes, cuando el paso por un antiguo puente de palos (hoy ya no existe) era mucho más precario. Para suerte del visitante moderno, no hay verdadero peligro, más allá de un poco de vértigo.
La propina de belleza llega al final de la ruta. El Hayedo termina en las Marmitas de Gigante, unas piscinas naturales con torrenteras, cascadas y pozas para hacer un pequeño descanso.
Además de la majestuosidad de sus hayedos y las increíbles rutas que ofrece, este bosque también cuenta con una leyenda que está escrita en un panel junto al camino para que todo el mundo pueda conocerla. Lo que dice es que un demonio otorgó poderes a la bruja Haeda, pero solo para hacer el mal; si los utilizaba para hacer el bien, la bruja desaparecería. Con el paso del tiempo llegó al hayedo una familia que no tenía donde vivir y que utilizaba una de las cuevas del lugar para refugiarse.
Un día, volviendo de camino a la cueva, una gran nevada les impidió llegar hasta su refugio. La bruja, al ver tal situación, arrancó piedras de la montaña y les prendió fuego, para que con su calor la familia pudiera sobrevivir. Haeda repitió este gesto y muchas familias acudieron para resguardarse del frío gracias al calor de las piedras calientes de la bruja. Así se formó, sobre cenizas, el pueblo de Ciñera.
Tras estos actos, buenos actos, la bruja Haeda desapareció. Pero no del todo. Hoy en día es posible encontrar una figura representativa de Haeda en la haya más centenaria del bosque.