Para los Incas, el Cuzco -Qosqo, en quechua- era el 'ombligo del mundo'. El centro del universo. Y el universo conocido era lo que denominaban Tawantinsuyo: el imperio de los cuatro suyos, o regiones, un territorio que comprendía lo que hoy conocemos como Ecuador, Perú, Bolivia y parte de Chile y Argentina. No es de extrañar que alrededor de ese 'centro' el Inca, hijo del sol, tuviera distintos emplazamiento para su solaz. Mismos que tras la llegada de los invasores, fueron escondidos u 'olvidados' y pasaron a ser parte de la leyenda.
De todas esas ciudadelas hoy convertidas en monumentos arqueológicos, la más célebre, por esas latitudes, es sin duda Machu Picchu, el imponente complejo arquitectónico ubicado en pleno Valle Sagrado del Urubamba, en el noreste del departamento de Cuzco. Cualquiera que haya estado allí puede dar de la maravilla que supone ascender la montaña y llegar a la célebre ciudadela que parece suspendida en el tiempo y el espacio. El problema es que Machu Picchu es visitada por un promedio de un millón de turistas al año - en realidad es poco, si se considera que la Sagrada Familia es visitada por casi cuatro millones de personas al año- lo que para algunos puede entorpecer o restarle profundidad a la experiencia.
Afortunadamente, para el viajero en busca de nuevos desafíos, hay alternativas muy cercanas que siendo mucho menos concurridas pueden ser igual de sobrecogedoras.
Se llama Choquequirao y quiere decir 'cuna de oro'. Los guías turísticos y lugareños suelen describirla como “la otra Machu Picchu” o “la hermana olvidada de Machu Picchu”, por tratarse de un complejo similar, construida con piedra del lugar y con la característica pericia arquitectónica que aún sorprende al tratarse una civilización con una tecnología muy distinta a la occidental. Al no ser tan explotada como Machu Picchu, el acceso a Choquequirao es más complejo. Para hacernos una idea, la distancia entre ambos monumentos arqueológicos es de apenas 43 kilómetros, pero el recorrido para llegar a Choquequirao supera los 100, ya que la ciudadela se encuentra 'escondida' en una zona aislada de la cordillera de Los Andes. Se trata de un camino a través de montañas que se elevan sobre los 3.000 metros y que puede hacerse en tres o cuatro días, dependiendo de la preparación física del viajero.
Como ocurre con cualquier visita al 'ombligo del mundo', es recomendable, nada más llegar al aeropuerto de Cuzco, pasar un periodo de adaptación para no verse doblegado por el temible 'soroche' o 'mal de altura' que los forasteros suelen padecer en esas tierras. Para contrarrestarlo suelen bastar unos días de aclimatación y beber la clásica infusión de hoja de coca, el típico 'mate de coca' que te ofrecen los cuzqueños.
Se dice que Choquequirao no solo fue un emplazamiento importante en la época del Imperio debido a su ubicación estratégica entre sierra y selva, sino que de hecho habría sido también refugio de los últimos incas. Sea como fuere, Choquequirao fue abandonado hacia finales del siglo XVI, tras el sometimiento de la cultura local por parte de los conquistadores, y no se 'descubrió' hasta varios siglos más tarde. Fueron varios los arqueólogos y exploradores que visitaron el lugar, como Juan Arias Díaz Topete en el año 1710, Antonio Raimondi durante el siglo XIX, o el propio Hiram Bingham, 'descubridor' de Machu Picchu ya a comienzos del s. XX. Un dato importante es que, según se estima, la parte de los restos que se puede visitar es apenas el 30% de lo que sería un enorme complejo que permanece aún oculto bajo tierra y que estaría por descubrir.
Choquequirao, a diferencia de Machu Picchu, es un sitio aún poco visitado y por ello los pueblos aledaños conservan casi intactas sus costumbres. Las autoridades peruanas buscan, de momento, la mejor forma de darlo a conocer sin sobreexplotar la zona con el turismo. Los viajeros que se atrevan a emprender el difícil camino son, mientras tanto, más que bienvenidos.