Al parecer, la gente del norte anda un poco desnortada ante el inusual incremento de visitantes a sus codiciadas costas. No hay que ser la Nasa para darse cuenta de que el calentamiento global empuja a las acaloradas hordas hacia aquellas latitudes, al verde, al "nunca llueve que no escampa" y el "si buscas sardina y mujer fina, santanderina", pero por si hiciera falta, también lo dice la NASA: en poco más de dos décadas, de Castilla para abajo, la cosa podría volverse inhabitable. Nada mejor, pues, que subirse a buscar la fresca pero, ¿alguien le ha preguntado a los norteños que piensan de esta creciente 'invasión'?
"Ya desde hace un par de años no hay modo de ir tranquilamente a la playa -dice Lucía, santanderina de 52 años-. Teníamos algo muy bueno, un buen equilibrio entre belleza, turismo y gente local. Y eso se está perdiendo". La vecina de Puertochico, barrio aledaño al centro de la capital cántabra, asegura que pediría a los políticos que regulen bien la ley de costas para no masificar el litoral cantábrico, "como ya está pasando con el campo de golf que quieren hacer en Loredo. Ha habido manifestaciones en contra. No perdamos lo que es de todos por dinero fácil para unos pocos", se queja Lucía.
Pero no solo ocurre en Cantabria. Según datos de Eurostat, las reservas para el norte peninsular hechas a través de las plataformas como Airbnb, Tripadvisor, Booking o Expedia, se han incrementado hasta en un 67, 7% solo hasta el tercer trimestre del año pasado. Y la tendencia es al alza.
"Estoy esperando para alquilar una casa en Galicia en agosto, porque esta haciendo malo en julio -dice Marta, madrileña de 55 años-. Me han dicho que algunos están cancelando, pero yo lo veo casi todo reservado ya". Un dato reafirma que Marta tiene toda la razón. Comunidades como Galicias, Asturias y Cantabria ya tienen el mismo número de reservas que Baleares, Cataluña o Comunidad Valenciana.
En 'La infancia del mundo' una novela distópica sobre el cambio climático (y otras cosas tremebundas, léanla), el argentino Michel Nieva imagina la Pampa argentina, en fechas posteriores a 2197, año en el que se derriten los últimos hielos antárticos y sobreviene una catástrofe climática sin precedentes que transforma la región en un Caribe Pampeano. Es una ficción catastrofista, ciertamente, pero en la realidad ya se empieza a hablar de 'refugiados climáticos' para referirse a personas que, no solo en verano, empiezan a pensar en el norte -los nortes-, como espacios más habitables. Y es bien sabido que comunidades como Asturias no solo rompen verano año su récord de visitantes, sino que, según el portal Fotocasa, La Rioja encabeza la lista de comunidades en las que más se ha incrementado el precio en los alquileres de vivienda, con un 15,2%. Cantabria (12,8%) y Asturias (11,3%) están también entre las que más han aumentado, muy por encima de Andalucía, por ejemplo.
Ya hace dos años, en un artículo del portal Ethic, el periodista Pablo Cerezal, señalaba que "a los incentivos de unas temperaturas más amables, se unen los de un cambio de paradigma en las expectativas de descanso y recreo por parte de la población. Frente a las playas mediterráneas invadidas por tumbonas, sombrillas, urgencias y algarabía, se alzan las playas poco saturadas y los amplios espacios verdes asturianos, su calma y un modo de vida más pausado". Se produce pues, la paradoja de la imagen que se tiene del norte, fresco y apacible, nada saturado, con la presión turística que empiezan a experimentar los propios vecinos,a los que la perspectiva de convertirse en una nueva Ibiza no les hace maldita gracia.