El parador en un monasterio en medio del bosque donde podrás dormir en una celda
A este monasterio de la Ribeira Sacra se retiraban los obispos en el siglo X para buscar a Dios a través del trabajo y la oración en sus celdas
Ahora, a los huéspedes les cuesta hacer la maleta y dejar su habitación porque el lugar sigue invitando a retirarse del mundanal ruido
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En 2004 se abrieron las puertas del parador de Santo Estevo, un monasterio al que se retiraban los obispos en el siglo X para buscar a Dios a través del trabajo y la oración. Lo cierto es que este espectacular recinto, rodeado de una frondosa naturaleza sobre los cañones del río Sil, sigue invitando a retirarse a quien se adentre en su interior. En Uppers nos hemos desplazado al lugar para comprobar de primera mano cómo es este parador en un monasterio en medio del bosque donde podrás dormir en una celda.
El monasterio gallego de Santo Estevo se expande en una de las 13 parroquias que forman el municipio de Nogueira de Ramuín, en plena Ribeira Sacra y a una media hora en coche de Orense. Dicen que lo fundó San Martín Dumiense en el siglo VI. En esos tiempos la cristianización llegó a la región a través de las rutas del sur que habían trazado las calzadas romanas de la Bética hasta Braga (Portugal) y desde esa población avanzó hasta Astorga y Lugo.
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Mucho después, en el año 921 el rey Ordoño II concedió al abad Franquila las ruinas del primitivo edificio y los territorios que lo rodeaban para que levantara en el lugar una basílica. El monasterio que se edificó empezó a ser importante. Durante el siglo X y durante la mitad del XI los citados obispos, que en total fueron nueve, siguiendo las directrices benedictinas decidieron dejar sus sedes episcopales para vivir aquí en comunidad hasta el final de sus días. Una muestra de ello es que el escudo de Santo Estevo luce las nueve mitras.
El monasterio, un paseo por la evolución arquitectónica
A lo largo de los siglos siguientes el monasterio se reformó y se agrandó dejando patente la evolución arquitectónica de la época hasta contar con tres claustros: uno románico, otro gótico y un tercero renacentista. Además, en 1736 se terminó la fachada del monasterio donde los artistas ya se decantaron por el estilo barroco. Los monjes paseaban por los claustros, oraban en la preciosa iglesia donde destaca un retablo románico de granito de forma pentagonal y trabajaban la tierra hasta que se retiraban a sus celdas.
Las frías celdas se transforman en cómodas habitaciones
Antes de su apertura como hotel se llevó a cabo una importante restauración. Todas esas celdas donde se alojaban los monjes benedictinos que habían decidido dedicar sus vidas a Dios y amar a Cristo se transformaron en 77 habitaciones para los huéspedes del parador. En aquel entonces contarían con un camastro y una mesa para el estudio y la oración, nada parecido a las actuales estancias que respiran vanguardia y modernidad y cuentan con todo tipo de cómodos detalles. Sin embargo, cuando se abren las ventanas el aire que lo impregna todo sigue siendo el mismo: un viento limpio que huele a los castaños, los robles y los pinos que descienden hasta las profundas aguas del río Sil.
Por su parte, las antiguas bodegas se transformaron en un spa que se abre al exterior con un jacuzzi. No hay mejor lugar para relajarse que rodeado por el bosque que abraza el monasterio y los cañones del Sil. El parador, de cuatro estrellas, también cuenta con un restaurante donde degustar lo mejor de la gastronomía gallega de la zona pero también lo que llega a los puertos más cercanos.
El lugar forma parte de Patrimonio Nacional como conjunto artístico-arquitectónico y ofrece visitas guiadas para conocer la historia y todos los detalles del monasterio aunque no se esté alojado en una de sus celdas. De este modo, se pueden aprender las características de los estilos románico, gótico y renacentista recorriendo los tres claustros o comprender la evolución de la arquitectura hasta el barroco contemplando la entrada principal de la iglesia.
Desde el parador de Santo Estevo se extienden rutas a pie o en bicicleta hasta los miradores de los cañones del Sil, en el mismo río se organizan cruceros fluviales panorámicos o4 se pueden visitar otros monasterios como el de Santa Cristina o el de San Pedro de Rocas o las bodegas de la zona que han ido escalonado la montaña desde hace siglos para cultivar la uva.