Los cinco pueblos amurallados de España que aún conservan las edificaciones medievales
Te invitamos a un recorrido por cinco espacios urbanos cuyas murallas siguen en pie después de siglos.
España es un país de gran diversidad artística. Las influencias de las distintas culturas de la península han proporcionado también una amalgama arquitectónica que se aprecia en infinidad de ciudades y pueblos. No hay duda de que la Edad Media es una época que ha dejado en España un importantísimo legado arquitectónico.
Son muchos los pueblos y ciudades en las que encontramos elementos de dicho período, y en los cuales pasear por sus calles es como volver al pasado. Algunas construcciones nos hacen pensar enseguida en dicha época, como los castillos, tan abundantes en nuestra tierra. Lo mismo ocurre con las murallas, que servían para proteger los pequeños pueblos de los ataques externos y controlar la entrada y salida de la gente a través de sus puertas de acceso.
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El orden social y económico medieval dio como resultado un tipo de ciudades y pueblos que hoy tomamos por encantadores. Eran núcleos compactos y amurallados levantados en torno a la iglesia, la plaza del mercado y el castillo si lo había. Las calles eran estrechas, lo justo para que pasaran carros y carretas, y los gremios de artesanos conformaban los barrios (o burgos).
Todo tenía su lugar y todos tenían su rol en torno al vasallaje. Hoy nos cuesta ver las calles embarradas, los olores de las especias, quesos y carnes del mercado o de las vías sin alcantarillas y no podemos imaginar los pasos densos de las vacas ni los gritos de un posadero o los restallidos del látigo del señor feudal.
No sabemos qué tienen las ciudades medievales. Un poso de leyendas, aromas, tradiciones. Y aunque no cambiaríamos nuestra vida por la de aquellos, el encanto medieval nos atrapa durante los viajes. ¡Recorremos las murallas de 5 pueblos medievales que bien merecen una visita!
Peratallada (Girona)
Peratallada es uno de los pueblos más recomendables para admirar la arquitectura medieval de Cataluña. Pertenece al término de Forallac. Las casas de piedra vista, con las puertas de madera que dan acceso, o salida, a calles estrechas, tortuosas muchas veces. Deriva de las palabras petra scissa, «piedra tallada». Podréis admirar la torre del Homenaje del castillo-palacio (siglos XI-XIV), las murallas (siglos XII- XIII) y la iglesia de Sant Esteve (s. XIII).
Como un museo al aire libre, pero vivo y trepidante, así es la visita a este pequeño pueblo ampurdanés, envuelto en sólidas murallas y con calles estrechas y tortuosas en la que se alinean bares y restaurantes con encanto. Conserva su carácter rural y su distribución medieval original en un alarde de preservación admirable. Recomendación: sentarse a tomar algo en la Plaça de les Voltes, rodeados de siglos de historia.
Tossa de Mar (Girona)
Tossa de Mar es el único ejemplo de poblado medieval fortificado que aún pervive en el litoral catalán. La muralla se levantó en el siglo XIII. El castillo no permanece y en su lugar se yergue el faro. Es curioso: donde antes se rechazaba con las armas hoy se acoge con la luz. Además de las playas y las tres torres, encontraréis satisfactorio caminar por callecitas estrechas. Por allí, durante el auge de Tossa en los siglos XV y XVI, se agrupaban unas 80 casitas y sus microhistorias. Os recomendamos la visita guiada.
Albarracín (Teruel)
Buceando en la etimología emergen pequeñas joyas de información de la historia de Albarracín. Aquí se asentó en el siglo XI un grupo musulmán, perteneciente al linaje de los Ibn-Racin. El Castillo de Albarracín fue entonces la alcazaba de los Razin. El pueblo también conserva todavía la torre del Andador y la disposición original de la villa.
Albarracín no perteneció a la Corona de Aragón hasta el siglo XIV. En la cresta de un peñasco a más de 1.100 metros del nivel del mar, sus calles costean la difícil orografía, entre casas de entramados de madera y barro. Con vestigios celtas y romanos, Albarracín debe su nombre a la presencia musulmana que se dilató durante casi un siglo, hasta el siglo XII. Conviene no perderse el paseo por las murallas y detenerse en la Plaza Mayor y la calle de la Catedral, el centro histórico de la ciudad.
Ávila
Ávila es una ciudad, sí, pero tiene un pasado medieval irrenunciable. La tierra de Ávila fue fronteriza, tierra de nadie, durante la época de conquista musulmana de la Península. Raimundo de Borgoña, emparentado con el Rey Alfonso VI de León y de Castilla, repobló estas tierras en el s. XI y las afianzó fortificando la ciudad. La muralla imprime carácter. Y es el símbolo de Ávila. Durante el s. XIV, la muralla tuvo foso y puentes levadizos.
Santillana de Mar (Cantabria)
Los orígenes de esta población cántabra se remontan al siglo VIII, cuando unos monjes construyeron una pequeña iglesia para albergar la reliquias de santa Juliana que un siglo más tarde dio lugar a la colegiata (en la imagen) alrededor de la cual se articula Santillana. La calle del Rey y la plaza del Mercado son sus dos centros principales, flanqueados de edificios sublimes. Además de su patrimonio medieval, Santillana se destaca por su importante legado renacentista y barroco.