A las puertas de la Navidad los aeropuertoss con la vuelta de gran parte de la población a sus casas para reunirse con la familia, los amigos y los más allegados en una época que si se caracteriza por algo es precisamente por los reencuentros, aunque en plena oleada de contagios covid se aconseja hacerlos de forma prudente. Con los casos positivos al alza, pasarse un par de horas encerrado en un avión con cientos de desconocidos a apenas unos centímetros, pese a tener mascarilla, no da mucha seguridad. ¿Hay posibilidades de contagio en la cabina? ¿Cómo es la calidad del aire? ¿Es cierto que se filtra y se renueva cada pocos minutos?
Todas estas preguntas nos surgen a raíz de un hilo de Twitter de José Manuel Bautista, bioquímico, biólogo molecular y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, tras medir los niveles de CO2, dióxido de carbono, en el interior del avión durante diferentes fases del vuelo. Precisamente la concentración de CO2 en partes por millón (ppm) es el parámetro que sirve como indicador del riesgo de infección de coronavirus.
Según los datos, cuando los niveles de CO2 en interiores se sitúan alrededor de los 400 ppm la calidad del aire suele ser buena, similar a la del exterior. No obstante, cuando se sitúa sobre los 800 ppm ya se comienza a hablar de riesgo de contagio, pero en los aviones, si cuentan con filtros HEPA, el límite aumenta a los 1.000 ppm, concentración a través de la cual el riesgo crece exponencialmente.
Según un estudio de la Universidad de Harvard que menciona CNN en un artículo, el contagio en los aviones es poco frecuente siempre que las personas lleven mascarilla, el propio aeropuerto tome las medidas y los aviones tengan instalados los filtros HEPA que mencionábamos. Sin embargo, los filtros HEPA empiezan a funcionar una vez se arrancan los motores del avión y se activa la recirculación del aire. De esa manera, las concentraciones más altas de CO2 se registran en el embarque y el aterrizaje, cuando el motor está apagado y las puertas continúan cerradas, por lo que no hay ningún tipo de ventilación.
Volvemos a lo que el bioquímico contaba en su Twitter narrando su vuelo. Antes de despegar, ya dentro del avión, medía la calidad del aire con las puertas cerradas, dando como resultado 1.488 ppm, "esto no pinta bien", escribía. Al inicio, con las puertas abiertas la concentración de CO2 era de 633 ppm. No obstante, Bautista reconocía horas más tarde, después de aterrizar, que los niveles de CO2 durante las tres horas de vuelo habían sido bastante "aceptables y seguros", adjuntando cuatro fotos en las que se ve cómo la calidad había variado entre los 506 y los 772 ppm.
"El aire se filtra a través de filtros HEPA y se calienta (eliminando microorganismos), y se renueva en parte con aire del exterior que queda demostrado por la bajada del CO2 y por la disminución de la humedad ambiente", explica.
El catedrático, eso sí, expone que cuando siguen en tierra o cuando el avión se acerca a ella, tanto en el despegue como en el aterrizaje "aumenta el CO2 y la humedad por disminuir la renovación" del aire. Por eso mismo el experto aconseja que se gestionen los despegues de tal manera que se evite estar en tierra más tiempo del necesario.
En definitiva, ha calificado su vuelo como "seguro" si se utiliza mascarilla y por el sistema de higienización y renovación del aire del avión. "Me he sentido seguro", concluye.