La idea de conjugar turismo y muerte suena macabra. De hecho, hasta hace solo una década no pasaba de curiosidad por parte de un puñado de académicos interesados en indagar en las biografías de ciertos personajes. En los últimos años se ha convertido en auténtico turismo de masas con rutas y visitas guiadas con un gran impacto en las redes sociales, especialmente en Instagram. Teniendo en cuenta que el negocio de la muerte, uno de los más estables y rentables en España, mueve unos 1.600 millones anuales, este nuevo reclamo funerario no se va a quedar atrás.
No es la visita a los cementerios lo que genera ingresos, sino todo el mercado que acuña. Hablamos de un nicho con muchas expectativas que ya está animando y regenerando la economía de algunas localidades en las que se enclavan los que generan mayor fascinación. Buen ejemplo es Malasia, cuyo gobierno ha gastado más de mil millones de euros en el mantenimiento y embellecimiento de los cementerios, así como otros puntos del llamado turismo oscuro, como Chernóbil (Ucrania), el Museo de Auschwitz (Polonia) o Hiroshima (Japón).
Todos ellos están ligados con la muerte, el sufrimiento, la tragedia y la barbarie humana, pero eso no evita, más bien al contrario, la afluencia masiva de gente a través de viajes organizados. Según la Junta de Turismo de Kiev, la zona afectada por el accidente nuclear atrae cada año a unos 100.000 turistas.
La incógnita ha creado mucho debate. Para unos, la excusa es puramente filosófica y espiritual. Otros reconocen que les mueve la curiosidad o el placer de sentir que están disfrutando de una experiencia atípica e imposible de comparar con ningún otro tipo de actividad. Son algunas de las motivaciones que encontró un equipo de investigadores de la Universidad de Central Lancashire, que en 2012 creó un centro dedicado exclusivamente a la investigación de este fenómeno.
De acuerdo con sus averiguaciones, el visitante que disfruta con mayor intensidad es el que escoge lugares que le permiten adentrarse en la biografía, leyendas y memoria de un personaje concreto. Se trata de un perfil cuidadoso con el valor simbólico e incluso sagrado del recinto.
"Atraen porque estamos ávidos de consumir la muerte como si fuera una mercancía", sentencian los investigadores británicos Phillip Stone y Richard Shrapley en un artículo que publica la revista 'Annals of Tourism Research'. María Genoveva Dancausa, profesora de la Universidad de Córdoba y autora de una tesis doctoral sobre el turismo oscuro en los cementerios y edificios con historias macabras, ha comprobado que el 74,3% de las personas que practican turismo oscuro en la ciudad están volcadas en la búsqueda de historias paranormales. El 23,1% tiene un interés exclusivo en el cementerio y encuentra en el sector una oportunidad turística aún sin explotar.
El cementerio es parte del patrimonio de la ciudad y cada sepultura contiene una biografía, pero no deja de ser un espacio de duelo. ¿Hacía falta darle un uso comercial? La atracción turística siembra dudas y suspicacia por el riesgo de acabar vulgarizando o simplificando sus historias. Está ocurriendo en Auschwitz, símbolo del holocausto y uno de los cementerios más aciagos del mundo. En solo cinco años más de 1,3 millones de personas, la mayoría judíos, perdieron la vida en este campo de concentración.
Cada año recibe unos dos millones de turistas y no todos acuden con el respeto que merecen las víctimas del genocidio, según ha denunciado el Auschwitz Memorial. Las alegres fotos de recuerdo que publican en sus redes sociales han obligado a sus responsables a pedir respeto a través de la cuenta de Twitter del Museo: "Hay mejores sitios para aprender cómo andar sobre una barra de equilibrios que el lugar que simboliza la deportación de cientos de miles de personas a muerte".
En 2010 la Asociación de Cementerios Significativos en Europa (ASCE) creó la Ruta Europa de Cementerios con los 125 camposantos más atractivos desde un punto de vista cultural. Organiza exhibiciones, conciertos, visitas guiadas y teatralizadas, seminarios y talleres. Entre ellos está el cementerio municipal de Granada, integrado en el paisaje histórico de la Alhambra, a poca distancia de la entrada a los Palacios Nazaríes. Destaca por su arquitectura y esculturas de gran valor artístico en los panteones pertenecientes a personajes ilustres de la ciudad.
En Madrid, el más aclamado es el de La Almudena, fundado en 1884. Algunos de sus mausoleos son verdaderas joyas de arte, aunque el gran encanto que destacan los operadores turísticos y agencias de viajes son los personajes ilustres enterrados en él. Pío Baroja, Ramón y Cajal, Pérez Galdós, Lina Morgan o Lola Flores son solo algunos. Sus tapias sirvieron durante la Guerra Civil para fusilar a casi 3.000 personas que cuentan con varias placas conmemorativas. Para una ruta libre, es aconsejable tener a mano un mapa del cementerio o seguir el plano de las rutas temáticas. Cualquiera de ellos se consigue en las oficinas de la entrada principal o se descargan en la página web.
Sin salir de España, cualquier ruta necroturística exige parada en el cementerio municipal de La Carriona (Asturias), diseñado por el arquitecto local Ricardo Marcos Bausá. Tanto su capilla como sus panteones permiten disfrutar de una buena representación de arte barroco y neorrománico. El de San Amaro, en A Coruña, además de joyas neoclásicas, celtas, jónicas y modernistas, acoge la sepultura del escritor Wenceslao Fernández Flores, autor de 'El bosque animado'. La Oficina de Turismo ofrece visitas guiadas y gratuitas que transcurren al anochecer.
El de Montjuic (Barcelona) serpentea por la ladera de esta gran montaña. Ha incorporado el código QR en la entrada del recinto y en diversos puntos de su itinerario que facilitan una breve explicación sobre la historia de cada monumento funerario y datos sobre el escultor y el estilo arquitectónico en cuatro idiomas: catalán, castellano, inglés y francés. Parte de las cenizas de Carlos Ruiz Zafón, autor de la saga 'El Cementerio de los libros olvidados', descansan aquí y su sepultura es uno de los atractivos de las rutas culturales de este camposanto.
Son muchos los países que están aprovechando el filón para calificar de interés turístico cultural e histórico las rutas y visitas guiadas. En el Reino Unido, la parada se ha vuelto casi ineludible. La mayoría se construyeron en época victoriana y su diseño es el de un jardín paisajístico. El en el Greyfriars Kirkyard (Edimburgo), encontró JK Rowling inspiración para la saga de Harry Potter, tomando incluso nombres para sus personajes. Y en el de Santa María (Whitby), al norte de Inglaterra, Bram Stoker situó varias escenas de 'Drácula'. Su aspecto es siniestro y son numerosos los fanáticos de los vampiros y de la estética stempunk que se fotografían junto a sus tumbas.
Tumbas como la de William Shakespeare, Jimi Hendrix, Bob Marley o Marx se han convertido en lugar de peregrinación, pero más vale reparar en la advertencia del inglés en su epitafio: "Bendito sea el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos". Frente a su vanidad postmortem, destaca la humildad de Leon Tolstoi, enterrado en su finca rural en un montículo de tierra cubierto de hierbajos. Sin nombre y sin ninguna otra señal, pero en medio de un bosque imperturbable que le garantiza la paz.
La ruta de camposantos que merece la pena conocer es inagotable. Más allá del carácter morboso o del debate ético que plantea su inclusión en el turismo cultural, cada uno ofrece una leyenda diferente o una excusa más trascendental. La periodista argentina Mariana Enriquez, que ha reunido sus crónicas de paseos por cementerios en el libro 'Alguien camina sobre tu tumba', define estos lugares como "máquinas de contar historias".
Unas fantásticas, otras fantasmagóricas. Ella pasó su adolescencia gótica en los cementerios de su ciudad, La Plata, tomando notas, coqueteando con "el límite" y dejándose fascinar por lo desconocido. Y la muerte lo es.